Las luces de la noria se veían brillando a lo lejos desde el sitio en el que el rubio aguardaba. Con velada impaciencia revisaba el reloj de su muñeca de vez en cuando. Estaba a punto de marcarle a quién esperaba para saber cuánto más tendría que esperar,pero antes de hacerlo lo divisó a lo lejos, corriendo apresuradamente hacia donde estaba, como si lo hubiese invocado con el pensamiento. Este agitaba uno de sus brazos mientras alzaba la voz para llamar su atención y el cabello café se le alborotaba un poco por el movimiento y la brisa nocturna.
El ojiazul se levantó de la banca donde estaba y se llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta negra. —Llegas tarde. Como de costumbre. — Reprendió con aire taciturno.—Lo sé, lo siento. — Se disculpó agitadamente, con las rodillas ligeramente flexionadas sobre las que apoyaba sus manos y una sonrisa boba en el rostro en lo que recuperaba el aliento. Se enderezó de inmediato y, aunque no tenía nada que ver, se sacudió los jeans de mezclilla. Se disipó el sudor de la frente con el envés de la mano izquierda y exhaló con alivio.
Yamato sólo suspiró quedamente. — Podrías haberme enviado un mensaje para avisarme. — Concluyó sin mayor rencor, aunque el más bronceado prometió recompensarlo por ello, especialmente ahora que éste era el único que tenía un trabajo de medio tiempo, ya que por razones escolares, el de chaqueta negra decidió renunciar al suyo y mantenerse con el dinero que había ahorrado en su último empleo y a lo largo de los años, además de los fondos universitarios que su padre insistió que utilizara.
— Disculpa. Mi jefe me pidió que fuese hoy para cubrir a un compañero, apenas y pude revisar el celular, fue de último momento. — Informó Taichi mientras se sobaba la nuca con pesadez y elevaba una ceja con la mirada hacia otro lado, recordaba con desagrado a aquel hombre gritón de mediana edad y el bullicio del pachinko.
El más sereno se sorprendió al saber eso, sobre todo se sintió culpable por acaparar su tiempo y haberle reclamado, aunque fuese mínimamente. — Si me hubieras dicho lo habría entendido. Podíamos haber pospuesto nuestra salida. — No sabía de qué otra forma llamarle, era algo que venían haciendo desde hacía casi 3 meses, cada domingo sin falta, durante el único día libre del de ojos café.— No te fijes tanto. Además, pronto serán los exámenes y debo entregar el avance de mi tesis. Es mejor que aprovechemos las oportunidades que tenemos ahora. — Estaba siendo considerado, sin mencionar que lo necesitaba. Ambos necesitaban de la compañía del otro más de lo que se atrevían a admitir, especialmente en esos momentos.
Si bien el grupo de los "niños elegidos" comenzaban a juntarse con menor frecuencia con el paso de los años, lo cierto era que ellos dos siempre procuraban mantener el contacto; además de sus hermanos menores, eran los únicos del equipo original que hablaban con tanta frecuencia entre sí, incluso antes del... Incidente. Así es, habían pasado casi tres meses desde que Agumon y Gabumon se desvanecieron sin que ellos pudieran hacer nada, más que llorar y aceptarlo eventualmente. El par de chicos que se conocían desde la infancia comenzaron a hablar casi todos los días a partir de ello. Al principio eran sólo mensajes, pero no tardaron en establecer un día en específico para reunirse y apoyarse mutuamente en su duelo, porque así es como se sentía la pérdida de un ser querido, como un duelo. Era algo que sólo ellos podían entender, ya que el resto aún no experimentaba la dolorosa despedida, bueno, a excepción de Sora, quién en silencio, fue en realidad la primera en perder el vínculo con su compañero digimon, Piyomon, algo que los tomó por sorpresa. Quizá era de esperarse, pues fue la primera en desapegarse del grupo y sus supuestos deberes como elegidos. Que se apartase y no les comentara nada al respecto, ni por ser viejos amigos, es lo que no lograban concebir. Incluso alguien tan comprensivo y centrado como Yamato se sintió un poco traicionado por ello, no tanto por la chica, sino porque le habría gustado saber lo que estaba a punto de ocurrirle a gabumon, su primer mejor amigo, el mejor compañero que podría tener. No obstante, respetaba las razones de la pelinaranja al respecto. Un sentimiento similar se albergaba en la mente de Taichi, pero a diferencia del otro, su relación con Sora ya no era la misma que en su niñez y adolescencia, cuando llegó a considerarla su mejor amiga; actualmente apenas y hablaban, tal vez, en un punto se cansó de ser la intermediaria entre las peleas que solía tener con Yamato, o tal vez, simplemente la adultez la estaba consumiendo. Probablemente era lo segundo.
El de los jeans buscó un puesto de helados y compró dos paletas heladas para los dos, una de sabor mora azul y otra de melón respectivamente. El sabor melón aún le recordaba lo mucho que estas le gustaban a Agumon.
Caminaron hacia uno de los barandales metálicos del parque y el agua podía verse debajo de ellos.
— Oye, Yamato...— Musitó inesperadamente (y nerviosamente) Taichi, tras un breve momento de silencio que se suscitó después de que éste se hubiese quejado por la tiranía de su jefe y que Yamato sólo riera por lo bajo y le contase sobre su reciente interés en la astronomía. Sostuvo con más fuerza el palito de la paleta de melón, y al igual que su amigo, sus brazos descansaban sobre el barandal.
— Dime. — La entonación ajena le pareció sospechosa.
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NUESTRO LAZO IRROMPIBLE
RomanceDespués de los acontecimientos de "Digimon Last Evolution: Kizuna" Taichi y Yamato aún lidian con la pérdida de sus queridos compañeros digimon, encontrando consuelo en la compañía del otro, mientras que el inevitable vínculo especial que siempre h...