Prólogo: [00]

172 25 5
                                    

—La pobreza no se admira—las manos acariciaron su mejilla con cariño. Instintivamente, bajó la cabeza por el regaño, pero Wasuke la volvió a alzar—. Choso, jamas vuelvas a decir que estás contecto con lo que tienes cuando lo has perdido todo.

—Se-Señor, perdón—sus lágrimas desbordaron de sus orbes negros.

El señor Itadori sentía la empatía por ese niño, y aunque le dolía ver cómo sonríe ante su miseria, no iba a engañarlo siguiendo su idea sobre un concepto equivocado de la humildad.

—No, no—lo abrazó—. No tienes la culpa. Aún eres un niño con mucho que aprender.

Dos cabecitas se asomaban por el marco de la puerta, uno a la ofensiva tras ver a su hermano mayor llorar en brazos del anciado desconocido. Como el alfa mayor, al señor Itadori se le hacía gracioso la manera en cómo el pequeñín buscaba intimidarlo, mostrando colmillos y rasgando la madera con su garras.
Acurrucando a Choso en sus brazos, fue hasta los dos cachorros desterrados del clan Kamo y los invitó a pasar con una sonrisa.

—Desde hoy, vivirán aquí, en mi casa.

Incrédulo, Kechizu dio un paso al frente seguido de Esou, olfateando no tan disimuladamente el peligroso. Para su sorpresa, la atmósfera apestaba a carne cocida y a flores de cerezo. Por la ventana visualizó el dichoso árbol y luego observó el cabello del alfa mayor. Por alguna razón, se le hacía sospechoso que el señor Itadori tenga el cabello rosa.

—¿Gra-Gracias...?—Kechizu solo quería ar arrancar a Choso de los brazos de ese hombre. Esou se limitó a responder con una reverencia y vigilar la actitud de su segundo hermano mayor. Tal parece, estaban en peligro y debían salir de ahí.

Wasuke soltó una carcajada ruidosa. Kechizu estaba a punto de lanzarse a él como gato endemoniado y eso le parecía muy entrenido al alfa, quien no dudó en jalar al niño y lo abrazó.

Kechizu hiperventiló al sentirte presa del enemigo y en su cara lo decía todo.

—Si no te calmas, te vas a morir de los nervios y Choso se pondrá muy triste—hizo una pausa meditanto—. Además, tendré que darle porción doble a tu hermano si no te comes lo que he preparado para ustedes.

Kechizu no escuchó, continuaba rebelandose hacia el hombre, retorciéndose como gusano en sal hasta que fue sentado en la mesa y frente a él yacía una enorme pierna de pavo junto a un filete de carne con un hueso que parecía sonreírle en el centro. Se le reconfiguró el cerebro y pensó que huir luego del almuerzo no era mala idea.

—¡¿Esto es para mí?!—exclamó Esou, cautivado por el barniz acaramelado del pavo y el humeante olor de la carne, ignorando por completo el brócoli a un lado, alías su enemigo y vegetal más odiado.
—Por supuesto—respondió el adulto. Dejó en su lugar a Choso y éste a penas olfateó el menú de esa tarde, se recompuso y rápidamente hundió el diente en su presa.

—Buen provecho a todos.

—¡Buen provecho!—respondieron los tres.

Wasuke se empujó una buena presa de carne y junto con ella, el estrés que le traería Sukuna y sus berrinches por recoger a los cachorros Kamo y, como solía decir el niño, violentar contra sus derechos de nieto único.

Sukuna era un deminio de ocho años muy inteligente y engreído. Felizmente, Choso era cuatro años mayor qué su nieto y aprovecharía en enseñarle a compartir al egoísta, vanidoso, altanero, malicioso y manipulador mocoso pelirosa. Choso era más amable, razonable, atento y casi un pan bendito de la Luna, evitaba problemas y... y varias veces Sukuna lo apedreaba por lo mismo...

Suspiró. Jamás en su vida imaginó que criar niños sería un reto como hoy y el resto de sus días.
De pronto, sintió un disturbio en su espalda. Una mochila caer al piso se hoyó.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 02, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Verdadera EsenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora