Única parte.

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Desde niño, Griffith siempre tuvo una meta, ser un rey y tener su propio reino, pero cuando conoció a Guts, su mundo tanto material y como mental dio vueltas.

Fue una ida y vuelta en su mente, y cuando se decidió en aquel duelo que Guts se quedaría en la Banda de el Halcón, el no pudo estar tan mas feliz.

¡Tal vez Guts querria estar junto a el, gobernando el reino!

Penso aquello, pero cuando vio a quien dirigió aquellos preciosos iris color melaza, no supo evitar esa ola de celos y envidia que lo recorrio.

Casca. La mujer que le habia jurado lealtad e incluso ofrecio todo su ser a Griffith, le había arrebatado inconscientemente al hombre del que estaba enamorado. No le dió un mal trato, pero se distancio considerablemente de ella.

Todo su sueños y esperanzas de algún dia poder quedarse con Guts se fueron por la corriente del río. La realidad lo golpeó, se dio cuenta de que esos iris nunca serían dirigidos hacia el, al menos no de la manera que el buscaba.

Aquellos iris pertenecían y pertenecerian a la mujer de tez morena que Griffith habia rechazado con anterioridad en su banda de mercenarios, todo para que cuando llegara un nuevo integrante esta lo menospreciara y el otro quedará flechado. Pfft.

¿Hubo peor sentimiento que el rechazo? No, pero Griffith lo manejo con pura negación y fantasías enfermas y obsesivas que mantenia con el azabache.

Pensó en todo eso aquella fria noche, se sintio destrozado, muerto, hasta que se dio cuenta que estaba enfrente de la carpa de el hombre que tanto aclamaba amar. A media noche.

Se adentró y lo vio.Descansando, tan pacíficamente, como si nunca hubiera sufrido ni una sola vez, siendo este caso todo lo contrario.

–Algún día, gobernaremos juntos..–Dijo en un ligero susurro, obteniendo como única respuesta la respiración ligera del otro.

Se quedó completamente quieto, rígido, y simplemente pensó. ¿Por qué, por qué no me miras?. Finos trazos conformados por agua se deslizaron sobre su rostro. Sintio muchos movimientos bruscos, no le importo, sumido en su propia tristeza y miseria, y asi pasaron los minutos hasta el amanecer.

Hasta que se dio cuenta que sus manos estaban sobre la garganta del jóven, y que este no respiraba tan pacíficamente como cuando habia llegado.

¿Siquiera respiro? río, hasta que cayó en cuenta. Sus ojos se abrieron como platos y dirigio frenéticamente su mirada hacia el menor.

Observo su expresión entre enojo y terror, lo había matado, lo asesinó y ni siquiera se dió cuenta. Incluso muerto, Guts no le dirigio la mirada.

Una mezcla de terror, tristeza, enojo y confusión lo lleno, y atravez de la entrada de la carpa vio el sol resurgir.

Porque los ángeles venian de cualquier molde, simplemente trayendo bondad.

Pero los demonios eran hermosos.

El hombre que cargó al mundo con su espada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora