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Antonio miro a su omega suspirar aliviado cuando el nudo fue perdiendo tamaño. Sebas no era muy bueno aguantando el dolor, su umbral era bajísimo y solía soportar el abotonamiento solo durante el celo, cuando su interior lo pedía a gritos y era bien recibido en su cuerpo.

Tenía un cuerpo delicado, así que Antonio no se sorprendió cuando los médicos le dijeron que sería un poco más complicado para Sebas quedarse embarazado. Lejos de destrozar a su compañero, este parecía feliz de que aun existiera una mínima posibilidad.

Eso tenía Sebas, tomaba las pequeñas buenas noticias y lo llenaban de fe. Fe a él y a sus sueños como pareja.

No tenían la plata para costear el tratamiento de fertilidad, estaban ahorrando pero aún les faltaba bastante, por lo que la Gigi, la ginecóloga de Sebas, les recomendó hacer del anudado una práctica recurrentes en las relaciones sexuales. No garantizaba un embarazo, pero aumentaban las posibilidades.

Antonio dijo que no y Sebas que sí. No le tomo mucho a su compañero convencerlo de que también dijera que sí.

-¿Amor? –Susurro, acariciando su mejilla. Lentamente abrió sus ojos, sonriendo apenas, expresiones mudas de que estaba bien. –Bien, lo hiciste muy bien, mi amor.

Sebas se estremeció ante sus palabras, a esas y a las que le siguieron. Él era quien más se esforzaba en ese sueño compartido y quien más sufría también, lo único que podía hacer Antonio era llenarlo de mimos y ser agradecido a su decidido omega.

Le lleno la cara de besos, dejo piquitos en sus parpados que le hicieron reír, en su nariz y sus labios. Le susurro cuanto lo amaba y lo orgulloso que estaba de él.

Sebas era su mundo entero y lo cuidaba como el tesoro que era. 

. . .

No se encariñen con estos personajes.

Disfruten.

Besos en la cola.

Una bestia quiere mi cuello | OMEGAVERCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora