¹ღSlytherin

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     El lugar estaba repleto de personas, algunas abordando ese famoso tren de aquel mundo oculto por una parte de la humanidad; otras se despedían y ayudaban a los que partían. Entre esa muchedumbre se encontraba una joven rubia luchando con su gran baúl. Ella tenía la esperanza que alguien pasará por su lado y la ayudará. Nadie lo hizo. Estaban tan sumidos en sus problemas que no la ayudaron.

     A lo lejos un chico apoyado en la pared, mientras fumaba un cigarrillo la miraba cautivado por su belleza. No se quedaría ahí parado con los brazos cruzados, quería acercarse, hablarle como siempre lo hacía con otras chicas. La oportunidad se presentó cuando vio que no podía con el gran baúl. Dio una última calada de nicotina y pisó la colilla con la suela de su vieja converse, para finalmente comenzar a caminar.

     ―¿Necesitas ayuda?

     Lo miro y no pasó por alto lo atractivo del chico, pero una conocida voz habló a su oído, haciéndole acordar del físico de alguien a quien no se podía acercar.

     Era él; Mattheo Riddle.

     Dio un paso atrás y con disimulo miró a los lados.

     ―No, gracias. Yo puedo sola, no es necesario... Y no insistas ―sus palabras fueron rápidas y atropelladas.

     ―¡Aria! ―grito alguien a sus espaldas.

      El rubio corría a toda velocidad para poder alcanzarla y separarla de Mattheo. Dimitri Malfoy, el guardián del equipo de Quidditch de Slytherin. Las chicas y algún que otro chico murmuran que es alguien...¿extraño?, pero viendo su atractivo olvidabas todas aquellas rarezas. Aria era una de ellas. Dimitria fue desde su niñez su único amigo, por ende su única figura masculina y romántica, no es que no haya conocido a otros chicos, sólo los comparaba mucho con Dimitri.

     Rodeó su brazo alrededor de su cintura y la atrajo a su lado. Si las miradas mataran Mattheo estaría enterrado tres metros bajo tierra... ¿o ese sería Dimitri? En ese momento no se podía diferenciar.

     Mattheo Riddle y Dimitri Malfoy enemigos hasta la muerte. Nadie sabía la razón de su rivalidad, pero con la nueva presencia de Aria; se reforzaría aún más.

     ―Riddle.

     ―Malfoy.

     Sus saludos fueron secos y amargos

     El pitido de un silbato resonó por el andén y enseguida Dimitri, con un hechizo gracias a su varita, ayudó a Aria bajo la ceñuda y expectante mirada de Mattheo.

     ―Vamos, Aria ―ordenó. Sin siquiera pensarlo dos veces, le agarro la mano, como siempre lo hacía―. Hasta luego, Riddle.

     ―Nos vemos, Aria. ―Le guiño un ojo y pasó al lado de Dimitri, pechando con el hombro en el proceso.

     ―Idiota ―murmurro, entre dientes.

     Aria lo miró alejarse. Le parecía curiosa esa aura negra que él emanaba. Pero estaba con Dimitri, su Dimitri. Le sonrió mostrando sus dientes.

     ―Ven, vamos, el tren nos dejará.




     Los gritos de felicidad, que cada vez que aquel sombrero parlanchín decía la casa correspondiente de cada uno, se escuchaban por todo el gran comedor. Al otro lado de la puerta del lugar, se encontraba una rubia muriendo de los nervios. Por su mente pasaban mil y un escenarios de ella cayendo delante de todos.

     Hizo una, dos. tres y cuatro respiraciones profundas para matar a las mariposas en su estómago, pero lo único que lograba era que tuvieran más vida de la que ella desea tener.

     ―¡Silenció! ―ordenó, en un grito, Dumbledore―. Me complace decirles que hoy le damos la bienvenida a una alumna de sexto año ―anunció. Todos comenzaron a murmurar―. ¡Aria Crowell!

     Las puertas se abrieron revelando a Aria.

     Sus piernas temblaban, sus manos también, hasta sus bellos lo hacían. Ella pensaba que se veía como esas modelos de pasarela, pero no, esa no era la realidad. Hasta Harry Potter sin lentes pudo ver sus nervios al caminar. Con precaución se sentó en el taburete, pero este no cedió y tabaleo cuando ella hizo la acción.

     Aria le pedía al universo que la colocara en la misma casa que hace tres años.

     La profesora Mcgonagall le colocó el sombrero.

     ―¡Slytherin!

     Aria y un chico de Gryffindor jadearon de sorpresa.

     ―Pensé que quedarías en Gryffindor ―dijo, confundido, Dimitri cuando ella se sentó a su lado.

     ―Yo también ―susurro.

     Su vista se posó en la mesa de su ex casa, cruzando miradas con un joven de ojos verdes quien la miraba con decepción. Aria desvió la mirada y tragó grueso sabiendo lo que le esperaba; ser la decepción de su familia.

      Un brazo la rodeó por los hombros.

     ―Estamos en la misma casa.

     ―Pero sos un año mayor.

     ―Sí..., pero estamos en la misma casa ―volvió a repetir, con el mismo entusiasmo, Dimitri.

     La comida no tardó en aparecer, al igual que al desaparecer.




     ―Dimitri ―le llamo Aria. El susodicho la miro. Caminaban a las mazmorras, para poder dormir en sus respectivas habitaciones―. ¿Crees que me dirá algo? ―pregunto. mientras jugaba con sus manos.

     ―No estaría seguro...

     ―Lo hará ―afirmó.

     La familia Crowell siempre fue y siempre será de Gryffindor. ¿Slytherin? ¡Una completa decepción y horror!. Sólo una vez un Crowell quedó en Ravenclaw y fue tachado de la herencia, al igual que de la familia. Aria sería su tía. Y eso la entristecía más de lo que quería, no quería a toda su familia...sólo a su madre. Pero le servía para su plan estar en Slytherin.

     Nadie sospechaba que esa hermosa joven tenía una venganza la cual cumplir.

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⏰ Última actualización: Apr 05, 2022 ⏰

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