Attractive Barman

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Solo lo sabía, pude afirmar que esa noche sería especial en cuanto puse un pie dentro de aquel antro. Mi corazón latía impaciente, y la adrenalina crecía cada vez que una nueva persona reparaba con descaro en mi presencia, aún tratando de mezclarme con la multitud.

La magia llenaba el lugar, la música ensordecedora y la gente moviendo y en ocasiones chocando sus cuerpos en la pista de baile solo me invitaba a ir directo a la barra y pedir un buen trago que me diera más impulso del que ya tenía.

—¡Ponme lo mejor que tengas, bien cargado! —pedí con una sonrisa al barman, casi gritando, pues apenas me escuchaba.

El chico se movió ágilmente con un asentimiento, buscado botellas y lanzándolas por los aires mientras veía como las atrapaba. Una cosa estaba clara: aquel rubio buscaba impresionarme.

—Ten —ofreció con una sonrisa ladina —, llámame Félix.

Sonreí ampliamente por su coquetería, mientras observaba sin disimulo como se quitaba el delantal y dejaba a la vista parte de su camisa, rojo vino. Tanteó en uno de sus bolsillos y me extendió un papel con, lo que parecía ser, un número de teléfono.

—Entendido lindo, mi nombre es Hyunjin —revelé con confianza.

Tomé el trago y le dí un sorbo, guardando el papel en uno de mis bolsillos. Sentí el líquido caliente bajar por mi garganta: sabores como naranja y lima, junto con un fuerte licor con hierbabuena atacaron mi sistema, saciando temporalmente  mis ganas de beber. De todas formas, ya planeaba volver a la barra tarde o temprano.

Me encaminé hacia la pista de baile, aún posando la vista en el buenísimo barman, terminándome el espectacular trago que me ofreció. Una chica se le acercó, y pude ver como él le decía algo mientras secaba un vaso, para después servirle un trago y que la fémina se marchara con los labios en una fina línea... auch.

El rubio miró en mi dirección, sus ojos puestos en los míos. Su compañero se le acercó y le susurró algo en el oído mientras aún me observaba, provocándole una sonrisa ladina y coqueta. Después del contacto, Félix tomó varias botellas e hizo un nuevo cóctel, se quitó el delantal, y desapareció de la barra.

Traté de buscarlo, pero fue en vano, así que me dediqué a bailar con un chico medianamente guapo, de cabello castaño y ojos color miel. La música se me hacía ensordecedora y mi acompañante parecía estar a gusto... y en mis pensamientos solo cabía el hecho de que tenía el número de aquel barman de miradas hipnotizante...

—Hola de nuevo Hyunjinie —susurraron con voz gruesa en mi oído.

Me giré, extasiado por la voz, ignorando al chico que me acompañaba y descubriendo a un Félix con un trago en la mano y una sonrisa torcida. El contrario le dió un sorbo a su bebida y me la tendió, una clara invitación a que probara. Tomé el vaso, rozando los dedos contrarios en el proceso y tomé el último sorbo del contenido de este. El barman parecía conforme, y comenzó a dejarse llevar por la música, pegándose mucho más a mí.

Me movía también, siguiendo los pasos contrarios y dándole un repaso a mi acompañante. En el proceso, descubrí que aquella camisa le quedaba mucho mejor de cerca, que el chico tenía una cintura estrecha y que esos pantalones ajustados que traía, con roturas en las rodillas, se ajustaban exquisitamente a sus muslos, respingando su trasero en el proceso.

—Creo que te gusta lo que vez —sonrió, siendo iluminado por algunas luces rojas provenientes de algún reflector.

Simplemente hermoso, como sus ojos adquirían un color nunca visto gracias a la iluminación, que se perdía en el tono grisáceo de su mirada, mientras me detenía a detallar las pequeñas pecas que se dibujaban en su rostro.

—Solo me gusta mientras estés tú delante de mis ojos —respondí coqueto en su oído, mientras que ponía una mano en su cintura, o quizás un poco más abajo de esta, apretando ligeramente —. Dime bonito, ¿ya se terminó tu turno?

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Una noche en un antro resultó ser una velada espectacular. Lee Félix —apellido que luego descubrí— era el chico más interesante que había conocido, con una belleza etérea. Las pecas en su rostro posiblemente le habrían otorgado una imagen de un adorable crío, de tierna sonrisa y dulces mejillas. Pero esa visión no duró mucho, y menos al ver y sentir como me sentía sofocado por el rubio, que estaba encima mío besándome fervientemente, enredando su lengua con la mía y haciéndome un lío la cabeza.

Quizás estaban siendo un poco exhibicionistas, al jugar así en la calle, pudiendo ser observados por cualquier residente... no importaba de todas formas.

Lo que se era en una despedida, cuando acerqué a Félix a su departamento, se convirtió en una desesperada y anhelada necesidad de probar los labios contrarios. Así que el rubio, no esperó mucho y me estampó contra el capó del auto, tomándome de la cintura y posicionando una pierna entre las mías.

Aún percibía rastros del último licor que el rubio bebió, mi lengua se paseaba por su paladar, chocando con la contraria, tratando de tener el control del juego. El agarre en mi cintura se incrementó, y con un gruñido, fui sentado encima del capó, sintiendo el calor de este en mi trasero, que también estaba siendo amasado por el barman.

De pronto sentí como un balde de agua fría nos caía encima, interrumpiendo la escena y provocando que ambos nos mordiéramos los labios contrarios en el proceso.

—¡Qué hacen ahí! ¡Pervertidos! —vociferó una señora, con solo tres rolos en su cabeza, asomada de uno de los balcones sobre ellos — ¡Búsquense un cuarto y vayan a hacer sus cochinadas en otro lado! ¡Están en la vía pública!

Yo solo atiné a reír mientras que Félix maldecía y tomaba mi mano, mientras me conducía dentro del edificio. En el ascensor, tras un pequeño desliz, resbalé por lo mojado de mis zapatos, y terminé encima de Lee... nuevamente.

Quizás si fue una noche muy loca con la compañía de ese... sin duda... atractivo barman.

Fin.

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