Purgatus Regens

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Las causas y consecuencias que determinaron la vida de un ser humano indefectiblemente repercuten en el más allá. Una teoría en lo relacionado a lo espiritual, lo religioso, lo metafísico dice que vives tantas vidas como te falte aprender a vivir o, simplemente, entender. Muchos no vuelven al mundo vivo, pero cumplen su período de aprendizaje en la antesala de los dos grandes círculos eternos: el Cielo y el Averno... aunque algunos están condenados a permanecer en ese lugar, pues sus actos humanos fueron tan imperdonables que pagan esas culpas convirtiéndose en "Angélous Nkrí", criaturas despiadadas y aprensivas que habitan en el purgatorio.
Bastian sabía bien lo que era pasar eternidades en ese hueco intermedio. Hacía tiempo que había dejado de transitar en el planeta, más específicamente, unos diez años después de haber abandonado a su suerte a la mujer que él jamás había amado pero que había usado y al hijo de esa morbosa relación.
El Bastian humano fue un ser frío, calculador y despreciable. Jamás tuvo sentimientos por nada y por nadie... bueno... quizás tan así no fue... tal vez, en algún lugar escondido de su enmarañado corazón albergó algo de amor... ese amor tenía nombre: Erin; pequeña  dulce, un alma sin maldad que abarcaba e iluminaba la suya propia tan contaminada, tan atormentada.
Sus días con Erin fueron el paraíso mismo entre tanta miseria en su vida. Se había convencido que podía redimirse, ser "un hombre de bien", tal como la asquerosa sociedad se lo imponía... Erin era su boleto directo a la salvación... pero también podría haber sido su existencia entera de no ser por el "error" que ella le "hizo cometer". Prefería pensar así: que la criatura que se gestaba en el interior de esa traicionera - pues así la consideraba Bastian - era su artimaña para sosegarlo, esclavizarlo y atarlo a una rutina que él no quería... en realidad, a algo a lo que él tanto temía: a vivir.
Tan solo bastó una mañana neblinada para desaparecer y borrar engañosamente de sus memorias a Erin y al niño... igualmente, bastó un par de segundos después para que él desapareciera de este mundo a manos de aquellos que le habían jurado su muerte... y unos segundos más para entender dónde se encontraba y en qué se había convertido: en Bastian, el Purgatus regente, jefe de los ángeles grises del purgatorio, el más temible de todos... aunque, íntimamente, el más desdichado y desgarrado por el arrepentimiento.
Quién diría que, veinte años después, el joven que lo enfrentaba y le rogaba volver a la Tierra era su propio pasado y que ese niño que jamás había conocido y dejado atrás era Nathan, el hijo de Erin... su propio hijo.







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