Lealtad

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— Está bien, no tienes que contenerte

— ¡¿De qué crees que estás hablando, maldito gorila?!

Con las piernas entrelazadas y en medio de una cama size king dos hombres peleaban con palabras aunque sus cuerpos estaban tan mezclados debajo de las sábanas que incluso separarlos haría doler el corazón.

El cuerpo de espaldas fue acercado sin mucho esfuerzo a un pecho cuyo calor podía sentirse a través de la fina camisa. Los latidos tampoco se quedaban atrás.

— Estás llorando. No, mejor dicho, estás temblando— el hombre grande de cuerpo caliente llevó su nariz a explorar la suave nuca del omega en sus brazos; no tardó en encontrar la glándula tímida que parecía querer esconderse a sí y a su aroma, pero a la vez anhelante de ser descubierta. Un casto beso fue suficiente para que un hormigueo placentero y cómodo se esparciera como electricidad desde el punto de contacto hasta la punta de cada dedo. Las feromonas cargadas de emociones de miedo, anhelo y tristeza no tardaron en hacerse notar tampoco y un gritito del omega acompañó la estimulante acción.

— ... No cuentes con ver vacaciones en los próximos... 2 años— agregó el agraviado después del enorme esfuerzo por tranquilizar sus emociones.

— Su majestad es demasiado condescendiente con este atrevido general. Servirlo el resto de mi vida sin descanso quizá sería lo adecuado.

— Soy yo quién da los castigos, no tú— Sentenció el rey encorvándose como un camarón

La corta charla en la soledad de la noche pronto fue invadida por un silencio inmersivo. Extraño y ajeno para ellos, que tenían la costumbre de oír los insectos nocturnos de los jardines que rodeaban los aposentos del rey.

— Kaoru, ¿a qué le temes?

— No le temo a nada

El alfa solo giró los ojos en la oscuridad

— ¿Qué deseas?— Probó esta vez. Era difícil poder escuchar las debilidades de la propia boca del berrinchudo rey. Aunque se suponía que eran una especie de amigos de la infancia, las veces que vio debilidad en el omega podían contarse con una mano desde que tuvo que ser aislado en una cueva cómoda, pero solitaria. Quien pareció regresar con un cambio drástico por todo ese tiempo en soledad fue el príncipe heredero y no el joven soldado que había sido llevado. Como haya sido, únicamente lo atribuyeron a los cambios por pubertad.

— ¿T-todavía insistes en ello? Cállate y deja descansar— Olvidándose por completo de la desnudez de sus emociones, el omega dejó fluir sus feromonas en la habitación. El alfa abrió los ojos al olfatear de tan cerca el usualmente fresco olor a flores de cerezo, ahora con un dulzor añadido; tan dulce que parecía picar y el regusto en la lengua incitaba a probar más.

— ¡Kaoru! Más— Ordenó la voz del alfa a la vez que volteaba al omega para tener su rostro frente a él

El rey estuvo desconcertado por un momento. No sabía en qué consistía la órden, aunque su omega interior pidió ser quien comandara el cuerpo. Es peligroso, pensó.

— Más— casi gruñó el alfa a los segundos

— ¿Qué...?— Para cuando el entendimiento llegó a Kaoru alzó sus barreras a tal velocidad que pareció no ser él quién las hubiese bajado en un comienzo por un simple roce. El omega en su interior gimió de impotencia quien a la vez fue ignorado por la parte racional del rey— General Nanjo, reaccione— Ordenó con voz helada. Un beta común y corriente hubiese confundido esa voz con un poderoso alfa, pero un alfa dominante como Nanjo Kojiro solo podría burlarse.

En la brumosa negrura los ojos de alfa y omega parecieron encontrarse. Rojo y dorado conectados por un momento de diminuta eternidad.

Pronto, el silencio tenso se rompió con las cálidas gotas que comenzaron a caer sobre el pómulo de Kaoru Sakurayashiki ¿En qué momento su general se había colocado sobre él? Pero el susto por haber ofendido sin querer a su también amigo superó el cuestionamiento. Llevó sus delgados y estilizados dedos al rostro contrario, las callosidades en las puntas de cada dígito dejaban una sensación cosquilleante, que el alfa apreció para tranquilizarse.

Corazón egoístaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora