Capitulo I

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Narrador omnisciente.

Año 1998

¿¡Acaso te crees más inteligente que yo?! — lanzó su tercer golpe esta vez directo a su estómago.

Por favor, por favor no más. — suplicaba ella con la poca energía que le quedaba.

¿Ahora si súplicas por tu asquerosa existencia? — el hombre se arrodilló, puesto que, la mujer estaba tendida en el suelo completamente ensangrentada, con su ojo izquierdo, pómulo y labio derecho, aún inflamados por la golpiza de hace dos días, ella escupía sangre, sus ojos se abrían y cerraban con dificultad.

El hombre sujetó fuertemente su cabello levantándola de golpe causando así un quejido de su parte. — ¿Creías que me iba a comer el cuento de que tu bastardo es mío? — soltó una risa cargada de desprecio. — Me sorprende lo estúpida que puedes llegar a ser, mi amor. — besó su frente para después levantarse y propinarle varias patadas directo a su abdomen. — Agradece que te estoy ahorrando el dinero del aborto, maldita.

Una risa se escuchó y el hombre se detuvo.

Así que, ¿prefieres golpear a tu esposa, y así tener razones para por fin divorciarte? — preguntaron al aire. El hombre miraba a todos lados para saber de dónde provenía esa voz, pero no pudo ver a nadie.

¿Quién eres? — preguntó él.

Las preguntas las hago yo, y ya te hice una, así que responde. — él soltó una risa y continúo con su golpiza.

Si crees que me comeré tu chiste del fantasma, estás loca. — escupía y pateaba a la mujer. — Eres una perra, eso es lo que eres tú y todas esas amigas tuyas, ¿la que habla es una de ellas, verdad?

No, por favor no. — jadeaba de dolor. — No sé quién es, por favor déjame, déjame ir. — suplicaba una y otra vez.

¿Me crees estúpido? — la levantó a las malas. — Ve, ve y dile que lo mejor es que venga antes de que yo vaya a buscarla y le enseñé lo que sucede cuando se meten conmigo. — a trompicones la sacó de la habitación. — ¡Dile! ¡dile que venga para tratarlas como la prostitutas que son! ¡Dile que me la venga a mamar! — le gritaba sandeces una y otra vez, mientras que a golpes la hacía bajar hasta el primer piso.

La risa se escuchó de nuevo. — ¿Esas son tus amenazas? — el hombre buscó con su mirada de nuevo en todo el salón, pero no pudo identificar a la dueña de esa voz.

El sonido de unos tacones se hizo presente y cada vez que se acercaba al hombre, le ponía los vellos de punta, pues en sí, la escena era algo escalofriante  — ¿Crees que un patético ser humano como tú, me hará temblar de miedo?

Su silueta se hacía más visible con cada paso que daba. 

Dime, prestigioso y querido señor Arthur, ¿acaso te da miedo que todos sepan tu verdadero secreto? — la respiración del hombre se tornó agitada con aquella pregunta. 

Si creías que una mujerzuela asquerosa como lo es tu amiga me daría miedo pues... que equivocada estás. — levantó la mano para darle una cachetada pero esta fue detenida por una daga que atravesó de un solo golpe la palma de su mano.

El hombre chilló de dolor y soltó a la mujer que yacía tendida en el piso llena de sangre, cayendo de esta manera, por el fuerte empujón que le dio dicho ataque.

Ya que no me respondiste, terminaré lo que iba a decir. — la chica subió el pie al torso del hombre enterrando poco a poco su tacón en éste. — Preferiste negar el embarazo de tu mujer, causarle un aborto porque era la única manera de pedir el divorcio e irte con tu amante. — el tacón se enterraba cada vez más. — Interesante. — de forma elegante sus manos reposaban atrás, en su espalda; ella sonreía mientras clavaba el tacón en el pecho del hombre. — No sabía que el prestigioso Doctor Arthur tenía preferencias por el sexo masculino.

La cara de él estaba roja por la fuerza que ejercía al intentar quitar a la chica de encima, su rostro estaba empapado de sudor.
No sé... a que te... refieres puta — hablaba entre jadeos.

¿No sabes? — le quitó el zapato de encima y se agachó a su altura. — ¿Te refresco la memoria? — preguntó sonriendo y cuando el abanico que traia consigo, tocó la mente del hombre, varias escenas llegaron a su mente. — ¿Aún no sabes de lo que hablo?

Mil veces... ¡mil veces puta! — gritaba el hombre con miedo y desesperación.

¿Ya lo recuerdas? — ella se levantó y camino hacia la mujer que estaba en el piso inconsciente. — Vamos a ver si a tu esposa le gustaría saber que te gusta meterle la verga a tu secretario. — las imágenes se repetían e iban inscrustandose en la mente de la mujer. — Pobre Arthur, se quedará sin buen nombre y sin familia. — ella, de una de las mangas de la camisa, sacó una pequeña bolsa, la abrió, y de ésta salió una pequeña esfera de cristal, la introdujo dentro de la boca de la mujer y se desintegró, curando de manera veloz las heridas y hematomas causados por él.

Me las pagarás perra — Arthur se levantó como pudo, quebró el florero y con una de las partes quebradas se fue directo hacia la chica.

Ella se volteo y Arthur se inmovilizó en el instante.

Agradece que tu caso fue tomado directamente por ellos, porque créeme que no tendría piedad de un alma como la tuya. — la chica al quitarse los anteojos negros que cubrían sus preciosos pero malditos ojos color plata, Arthur vio y vivió su peor pesadilla, en nanosegundos fue arrastrado por varios espectros que lo succionaron hasta no quedar nada de él. — Pff, maldito poco hombre. — bufó la chica cansada.

Gra... Gracias. — Ella volteó a mirarla de reojo y solo asintió con la cabeza. — ¿podr... podría dec...decirme su ... su nombre? — la mujer hablaba entre jadeos puesto que apesar que físicamente estaba bien, aún se sentía agotada.

La mujer negó con la cabeza. — En... entiendo. — ella tosio un par de veces. — de nuevo, de ... nuevo mil gracias. — la chica se colocó de nuevo sus anteojos y salió caminando de manera elegante y tranquila por la puerta principal.

Año 2008

Y entonces... — Ella fue interrumpida por su hijo.

Y entonces aquella mujer, que tenía su cabello negro como la noche, su piel tan blanca y delicada como la porcelana fue la heroína de la pobre chica. — los ojos del niño se iluminaban cada que hablaba de ese relato que su madre le solía contar casi todas las noches.

Si, exacto vida mía. — tomó al niño y lo cargó llevándolo hasta la cama. — No olvides nunca el color de sus ojos, lo fantásticos y peligroso que pueden llegar a ser. — Su madre le miraba serio y el pequeño asintió.

Sus ojos, sus ojos son color gris como la plata pero a su vez azules como zafiro. — el pequeño termino la oración por ella. 

En otro lugar del mundo...

¿¡Quien carajos eres tú?! — El hombre que estaba en el piso golpeado, de su labio y nariz brotaba sangre.
Asustado y furioso miraba a la mujer que reía como loca sin ningún atisbo de miedo, remordimiento o piedad.

¿Yo? Era una humana como tú hasta que ellos me condenaron. — ella avanzaba y él retrocedía. — soy aquella que al tan solo mencionar su nombre los humanos asquerosos como tú, tiemblan. — acercó su mano a los lentes negros que llevaba puestos.

Fui condenada por mi madre. — Sus ojos quedaron al descubierto, el gris se intensificó, azul zafiro tomó el iris de la chica, su cabello negro como la noche se convertía en blanco como la nieve. — soy... Levana — mencionaba su nombre lentamente mientras que su voz se distorsionaba, y sus ojos retomaron el gris pero está vez sus ojos se llenaron de ese color tan maldito pero hipnotizante, eran color plata como el acero. Ella reía mientras el hombre aterrado veía la situación.

Erebus. — al mencionar su maldito apellido el hombre se puso blanco como cual hoja de papel.

Pues, aunque en su apariencia era de un ser humano, su alma hace mucho no le pertenecía.

Se desgracio la vida al hacer pactos sin siquiera sopesar lo que acarrearía tal decisión. 

Un espíritu malvado se había apoderado del ochenta por ciento de su alma y al reconocer aquel apellido, tembló, el temor lo invadió, ya que era la chica de quien todo tipo de criatura que existía entre este y otro mundo hablaba.

Era ella, era la mujer maldita de Erebus.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2023 ⏰

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La maldita mujer de Erebus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora