No podía apartar la mirada de ella. Permanecí en completo silencio, observando cómo entraba al salón con una gracia inquebrantable, el sonido de sus tacones resonando con cada paso. Alzó la mirada y, por un instante, el mundo pareció detenerse. Sus rasgos no tenían nada que envidiar a las demás mujeres presentes, pero su presencia... su mera existencia era suficiente para arrastrarme hasta lo más profundo de mis pensamientos.Cabellos dorados caían delicadamente enmarcando su rostro, y sus ojos, dos zafiros centelleantes, parecían contener misterios insondables. Su belleza no solo cautivaba; silenciaba cualquier pensamiento, cualquier duda.
El salón se llenó de murmullos. Hablaban de ella, de su linaje, de su andar. No eran palabras amables. Con suerte, no las escucharía, pero yo si logré escuchar algo:
"Ainsworth"
Ese apellido cargaba un peso ineludible. Su estirpe estaba destinada al servicio eterno de la Iglesia, condenada a una vida de sumisión y deber. Para muchos, ella no era más que una sombra de su legado. Pero para mí... para mí era un enigma.
El momento se rompió cuando los ancianos de la Iglesia se acercaron, impidiendo cualquier posible encuentro entre la dama y yo. Aunque no deseaba hablar con ellos, comprendí que era inevitable.
Esbocé una sonrisa calculada y, con la cortesía que exigía la ocasión, los invité a conversar.
-Señores, qué grata su presencia. Espero que estén disfrutando de la velada.
Uno a uno, los ancianos estrecharon la mano de Darcy y la mía. Pero conmigo añadieron un gesto más: un beso en los nudillos, un símbolo de reverencia ante mi título como Cardenal.
-Gloria a la eternidad. -La voz del anciano de traje gris resonó con solemnidad mientras estrechaba mi mano por última vez.-Y al distrito. -Añadió Darcy con una calma estudiada, como si esta conversación no fuera más que un simple formalismo.
Uno de los ancianos, cuya presencia destacaba sobre el resto por la fineza de su vestimenta, tomó su bastón y lo alzó sobre mi hombro izquierdo en un gesto simbólico. Con ese acto, dejaba clara su posición en la jerarquía de la Iglesia: superior a la mía, aunque solo en papel.
-Y a su Padre "El padre emeritus"... El más joven de todos los que han ostentado el título. Eres un orgullo para tu familia, y espero que pronto lo seas también para la Iglesia.
Me abstuve de responder con la misma moneda. En su lugar, dejé que una leve sonrisa adornara mi rostro, un gesto tan calculado como la quietud en mi mirada.
-Se lo agradezco. Espero que mi padre piense lo mismo.
-Estoy seguro de que así es. Su orgullo vive en ti. Gloria a él en su eternidad.
Antes de que la conversación pudiera continuar, un mesero se acercó, extendiendo una charola con varios vasos de whisky con hielo. Darcy y los ancianos tomaron uno cada uno; yo, en cambio, simplemente asentí en agradecimiento. El camarero se retiró con una reverencia discreta.
Fue entonces cuando noté el cambio en el ambiente. Las miradas de los ancianos se tornaron más serias, y comprendí que este era el momento en que revelarían el verdadero motivo de nuestra charla.

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El hijo de abajo
RandomUn pueblo que pasó por una enorme crisis. La iglesia tiene como deber guiar a los mortales hacia la gloria, sin embargo, en un mundo devastado parece que todo esta perdido y ahora la imagen de la iglesia carece de valor. Un jóven y talensoso cardin...