CAPITULO I Caperucita roja y Caperucita Negra

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Agregué una advertencia al inicio de la historia, ya que este no es un cuento infantil, parece que hubo una confusión por eso. Gracias por la comprensión.

Advertencia: No es el típico cuento infantil, es algo ligeramente mas oscuro, posiblemente contenga violencia.  Son 5 capítulos, pero será un relato más oscuro de lo que se acostumbra, contendrá un ligero atisbo de violencia; era algo que me apetecía escribir desde hace tiempo.

 La historia está protagonizada por Marion y Cosette, dos hermanas gemelas, caperucita roja y caperucita negra.


Espero la disfruten

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Ese momento en que el tenue brillo danzó sobre el filo del hacha; no puedo dejar de preguntarme: ¿Cómo es que llegamos a esto? Y mientras aquellas fuertes manos blanden el arma cerca de mi cuello, la visión de su rostro me atormenta.

—Estás vengada; Hermana. —Murmuro al recordar el inicio de mis aciagos días, la manera en que comenzó esta pesadilla. Si no me hubiera escondido debajo de la mesa, él me hubiera conocido a mí.

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—¿Qué haces bajo la mesa? —Una simple pregunta a la que no tuve respuesta por unos segundos.

Cubrí mi rostro con las manos para evitar el contacto visual de mi hermana: La adorable Marion, quien no se negaría a realizar esa tarea que compartíamos; aunque ese día fuera mi turno de hacerla.

—No quieres ir, ¿Verdad? —Su cálida sonrisa me hizo saber que no está disgustada por hacer mi encomienda—. No te preocupes, no tienes que ir si no quieres. —Agregó, después de retirar mis manos del rostro.

Si en ese momento hubiera sabido que con ese simple acto mi vida se tornaría un infierno. Pero el pasado, se queda en el pasado, y solo vale la pena contar lo que pasó; no lamentarse por él.

Marion salió ese día en mi lugar; su cuerpo cubierto por una caperuza roja, su color favorito, dándole el apodo por el que la conocían en el pueblo: "Caperucita roja"; aquella prenda la protegía del viento; en su mano una canasta con alimentos varios para mi abuela. Y podrían pensar que no quería a mi abuela, sobre todo, por el hecho de no querer ir a llevarle la comida que mi madre preparó, pero ese día hacia un frio especial; aunque era temprano, un viento inusual que se mezclaba entre la copa de los árboles; prefiero quedarme aquí dentro. Retiré mi mano de la escoba y la puse en alto para despedirme de mi hermana; y ella salió, cerrando la puerta tras de sí. Así continúe barriendo el suelo, alegrándome de no tener que soportar el fuerte viento; retirando el polvo en la calidez del hogar, mientras Marion recorría el bosque. Y pasó una hora, y luego otra, y otra. El rostro de mi madre era inmutable, la preocupación no hacía mella en su ser, obviamente no era la mejor madre del mundo; yo, por otra parte, no podía sacar de mi mente la imagen de ella encontrándose con alguien extraño en el espeso bosque. Sin decir una palabra corrí a la puerta, el remordimiento por haberla enviado en mi lugar se apoderó de mí. Y al abrir la puerta... Ahí estaba ella, con una sonrisa, y detrás, la oscuridad de la noche.

—¿Qué pasó? —Fue lo único que salió de mi boca.

—Nada. —La seca palabra que recibí como respuesta.

El nerviosismo de su rostro me dejó intrigada, pero no pregunté más; solo pude abrazarla con cariño, agradeciendo que no le hubiera pasado nada malo. Durante la noche solo pude notar su alegre sonrisa: es cierto que Marion siempre fue la más alegre de las dos, pero su rostro expresaba una extraña felicidad que no acerté a decir que era.

Engordar a Caperucita rojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora