Soy tan feliz en brazos del señor Lobo; sus hipnóticos ojos verdes me llenan de placer; su grave y asertiva voz me hace desearlo con avidez; su anguloso y agradable rostro roba mi corazón. Cuatro días en su compañía me elevan hasta el cielo; él rodea mi cuerpo con sus brazos, estrechándome contra su fuerte torso, me siento desvanecer con la caricia de sus dedos, aquellos dedos que tocan y amasan mi cuerpo, me hace sentir amada; hasta que las náuseas me alcanzan; él acerca más pan hasta mi boca, pero es en vano, no puedo comer más, cualquier mordida y mi estómago amenaza con explotar. El señor Lobo explora mi figura con sus hábiles manos, y viene a mi mente la imagen de mi padre cuando aún vivía, revisando un animal, palmando y apretando con sus dedos aquella tierna carne en el mercado del pueblo, aquel pequeño cerdo que deseaba comprar.
El señor Lobo se aleja por unos instantes, perdiéndose en la oscuridad de la habitación, y regresa con una botella de vino; sus fuertes dedos retiran el corcho sin usar ningún utensilio, para mi sorpresa; él se acerca, elevando la botella sobre mi cabeza, y en mi rostro, el embriagante líquido que llega hasta mis labios, derramando algunas gotas sobre el suelo.
—Es la primera vez que pruebo vino. —Balbuceo.
Él se limita a sonreír; sus hipnóticos ojos verdes se centran en mí, entrelazando nuestras miradas en una idílica fantasía. El señor lobo me hace beber más, mientras presiona mi vientre contra su cuerpo; y la botella queda a la mitad. Jadeo tratando de llevar aire hasta mis pulmones; él sonríe al sacudir mi esférica panza con sus manos, y las náuseas regresan. El tacto de sus dedos rozando mi cuerpo, explorando cada milímetro de mi piel, frotando y amasando mi carne; y vuelve a mi mente la imagen de mi padre al comprar aquel cerdo, buscando cada defecto del animal.
«Aquella visión que intenta advertirme»
Sacudo mi cabeza de un lado a otro tratando de alejar aquel vívido pensamiento, dejando atrás la sensación de ser explorada en busca de defectos, aquella sensación de ser un animal de granja para el consumo; el señor Lobo es un distinguido noble, a diferencia de mi padre.
Cada momento con mi amado me llena de satisfacción, el placer indescriptible de su compañía me eleva hasta el cielo. Y entonces lo dice.
—Estás muy delgada. —Lo único que salió de sus labios.
Ya sé que no tengo la misma regordeta figura de mi hermana, ella siempre fue una glotona, comiendo sin parar como una cerda, no puedo ser como ella. El señor lobo me observa, sus hipnóticos ojos se vuelcan sobre mi cuerpo, y sus caricias cesan su ímpetu, alejándose algunos pasos, y vuelve hacia mí nuevamente acercando su nariz hasta mi cuello, detectando sutilmente mi aroma, como un animal que olfatea su presa.
—La próxima vez, envía a Marion. —Su asertiva voz inunda mis oídos—. Siempre supe que no eras Marion. —Sus palabras desmoronan mi corazón.
«Otra vez, el nombre de mi hermana»
Marion, atormentándome nuevamente, interponiéndose entre nosotros, alejando los brazos de mi amado.
—La caperucita negra. —Dice, y veo sus labios moverse lentamente, como si el tiempo transcurriera más despacio.
«Marion... Marion... Marion»
Y el señor Lobo se marcha, dejándome inmóvil, de pie, mientras se pierde entre la noche. Justo cuando pensaba que era mío, ese nombre me llena de celos y rabia. Y recorro el bosque con lágrimas en los ojos. Se suponía que yo era ella, hoy debía ser Marion, pero el señor Lobo no me acepta.
Y los celos desfiguran mi rostro en una mueca de rabia, mientras sujeto la vieja hacha de mi padre entre mis manos. Los ojos de mi hermana se centran en el arma, el temor se refleja en su rostro.
—No basta con tenerte aquí... Siempre serás un incordio entre nosotros. —Mis palabras se clavan en los oídos de mi hermana.
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Engordar a Caperucita roja
FantasíaBueno no es el típico cuento infantil, es un poco mas oscuro, contiene un liguero atisbo de violencia. Protagonizada por gemelas: Caperucita roja, Marion y Caperucita negra, Cosett, y su encuentro con el señor Lobo, del cual quedaran prendadas. ✠Est...