Okena Bysnoe todavía recordaba la desesperación que la carcomía en aquella fatídica noche en Ul'dah, donde la sultana Nanamo Ul Namo cayó ante su mirada atónita, y cuando vio desaparecer a cada uno de sus compañeros, dándoles tiempo para escapar de aquella trampa mortal, tendida por quienes creyeron que eran sus aliados.
En el campamento Cabeza de Dragón, situado en Coerthas, fue donde el joven Alphinaud y ella encontraron asilo, reuniéndose con Tataru y Yugiri. El calor que emanaba la habitación donde hablaron, y se pusieron al corriente de todo lo que habían vivido, reconfortó a la viera. Trataba de mantener la compostura, apretando sus puños sobre su regazo, mientras Alphinaud se desesperaba, con la vista clavada en la superficie de la mesa. No sabía cómo animarle, como decirle que todo iría bien. Sus labios pesaban más que el metal.
– Tomad –. Aquella voz amigable, procedente de sus espaldas, hizo a Okena suspirar. Haurchefant traía dos tazas, sirviendo primero al joven elezen y posteriormente a la viera, posando una mano en uno de sus hombros. – Tratad de descansar y reponer fuerzas, amigos míos.
Finalmente, su propuesta de acogerles en Ishgard, bajo el estandarte de la casa Fortemps, atravesó su mente como un relámpago, formando un nudo en su estómago y dibujando una leve sonrisa. Tres desamparados Alphinaud, Tataru y Okena cruzaron el imponente puente de piedra que conectaba el sur de Coerthas con la gran ciudad que se levantaba ante sus impresionadas miradas.
Ishgard le hacía sentirse bien, como en casa. Para ella, era más que un refugio y la familia Fortemps más que simples aliados que actuaban en beneficio mutuo. Un hogar, un techo cálido, una sonrisa noble que aceleraba su corazón...
¿Cómo olvidar aquella noche nevada, cubierta de un acolchado abrigo, disfrutando de las vistas y de la agradable compañía de Haurchefant?
– Mi buena am...–. El caballero paró en seco, rompiendo el hielo. – Perdonadme, yo quisiera poder...Poder llamarte de otra forma.
– Pronunciar mi nombre no es complicado. No necesitas tampoco tratarme con esa formalidad, tenemos la confianza de sobra para tutearnos, ¿no crees?
– Sí... Okena –. Se hizo el silencio. Verlo sonrojarse era un tierno espectáculo, derritiendo su corazón e impulsando la mano para rozar sus dedos, con delicadeza. Él dio un respingo, tragando saliva. – Hemos compartido muchos momentos, tantos que me cuesta contarlos. Incluso me sentía impotente de no poder ayudarte cada vez que hacías incursiones en las bases de Corazón de Hielo y sus Herejes. Aún recuerdo como algunos caballeros tuvieron que sostenerme porque me negaba a dejarte arriesgar tu vida sin ayuda.
– Eso escuché, aunque al principio pensé que exageraban, pero verte en acción me hizo darme cuenta que no era así –. Se tomaron de las manos, entrelazando sus dedos. – Hay tanto que quisiera agradecerte: tu ayuda ha sido un faro para nosotros, un bálsamo después de tanto dolor, de tantos camaradas caídos...–. La desaparición de los Vástagos del Séptimo Amanecer, quienes fueron también como una familia. Echaba de menos la alegría de Minfilia, la picardía de Thancred, los comentarios acertados de Y'shtola, la sabiduría de Papalymo, el optimismo de Yda y la elegancia de Urianger. – Haurchefant...–.
– ¿S-Sí?
– ¿Hay un lugar en tu corazón para mí? – haciendo gala de su comportamiento directo, le sonrió de oreja a oreja.
De nuevo, el elezen enmudeció, apretando con fuerza la mano de Okena y desvió la mirada unos segundos mientras sus mejillas enrojecían con más intensidad, entre la timidez y la gélida brisa.
– Siempre lo ha habido, Okena. Te lo ganaste después de salvar a mi buen amigo Francel –. Sus rostros se acercaron, con sus alientos golpeando sus respectivos labios. Okena sintió un fuerte hormigueo cuando sellaron su amor con un beso, rodeando sus cuerpos con los brazos, en un desesperado abrazo.
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Susurros en la gélida noche
FanfictionOkena Bysnoe, la conocida Guerrera de la Luz, ha encontrado a quien le ha devuelto la sonrisa después de la trágica desaparición de los Vástagos del Séptimo Amanecer bajo una cruel traición, en la ciudad capital de Ul'dah. Tanto el caballero Haurch...