Harry disfrutaba su empleo, de verdad lo hacía, intentaba dar lo mejor de si para mejorar día con día, sus compañeros lo trataban bien y lo instruían en lo que necesitaba.
Menos Louis.
Ese maldito chico de ojos color índigo y pómulos marcados era e...
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La noche transcurría normal; al ser domingo si había una cantidad considerable de gente, pero al menos se podía pasar entre la multitud.
Harry ya estaba tranquilo, encargándose de disfrutar cada parte de su ocupación y aprendiendo un poco más, gracias a la ayuda de sus verdaderos compañeros.
Ya no iba a caer en los juegos del castaño, ya no se perjudicaría por tonterías como un estúpido sentimiento de superioridad que Louis parecía tener en contra suya. Dejaría pasar los comentarios dañinos, al final, él solo se dedicaba a servir, bailar y sonreír.
Justo se hallaban sobre la barra, danzando como los dos días anteriores. Liam y él tuvieron una buena conexión en tanto al baile, se complementaban bastante y Zayn se encargaba de hacer segunda, enmarcando los pasos improvisados.
En cambio, Louis seguía y seguía, porque las botellas que tenía para regalar, estaban llenas a tope, ninguno de los clientes reparó su presencia en la barra por estar embelesados con el espectáculo. Eufóricos, trastornados por el nuevo de los bengalas, adulando su excelente participación y desconociendo por completo al chico que diariamente les obsequiaba tragos espontáneos.
No era conformista, pero no sabía hacer más.
Porque la única vez que sus amigos le trataron de enseñar a bailar, supo que no era lo suyo, tenía dos pies izquierdos.
No coordinaba, no se aprendía las rutinas y mucho menos se sentía a gusto haciéndolo, en pocas palabras, Louis y bailar no iban juntos en una oración, a menos que llevara un no sabe, en medio.
Por eso, solo se dedicaba a crear un consumismo excesivo en el club, él daba la muestra y con eso generaba una mayor demanda al hacer que el público probara la variedad de productos en su forma natural y anhelaran degustarlo con alguna preparación acompañada de jugo o soda.
Sabía que era el responsable de aumentar la venta, lo hacía tan bien que agradecía tener ese carisma para repartir y comunicarse con la aglomeración de humanos.
Pero su crisis existencial lo consumía, el miedo de terminar en la calle cuando Niall optara por despedirlo al no hacer más que inducir al alcoholismo y prefiriendo a Harry por encima suyo, era lo que más le preocupaba en esos momentos.
—¡Maldición! —vociferó, cuando un extraño le manchó el pantalón con su trago.
Tras su nula colaboración, decidió bajar del mostrador dejando las botellas en la zona de servicio y se recargó en el muro esperando que todo terminara.
Los ojos de Louis no se despegaban del rizado, observaba a detalle cómo se movía, la confianza que claramente proyectaba y su elegancia al interactuar con los asistentes. No era la gran cosa, pero sabía destacar.
—¡Hey, dame dos cervezas y una cortesía! —Un individuo esperó ser atendido.
—Me gusta el ron —repuso Louis, con las comisuras de sus labios levantándose.