Treinta y siete

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Harry llevaba una hora completa gastando la batería de su celular en un juego que descargó para pasar el rato

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Harry llevaba una hora completa gastando la batería de su celular en un juego que descargó para pasar el rato.

Estaba sentado afuera del edificio especializado en atención psicológica. Por un rato vio a los pacientes entrar y salir, algunos cabizbajos, otro más animados, pero al final todos ellos iban y venían con una intención en común...

Sanar.

Louis tuvo un leve episodio antes de ingresar a la clínica: primero quiso irse de ahí, estuvo a punto de cancelar la cita y de llamar después para cambiarla de fecha, con el argumento de que le dolía la cabeza. Luego, enfureció al sentir un remolino de impotencia y de fracaso por ser tan cobarde, solo tenía que subir los tres jodidos escalones y empujar la puerta, no podía ser una maldita gallina.

Harry se encargó de hablar con él, se atemorizó al escucharle tan desesperado, así que hizo lo que estuvo en sus manos con el fin de entregarle un poco de calma y de confianza.

Los ojos índigos del mayor le comunicaron el terror que le estaba causando estar a unos cuantos pasos de comenzar una nueva etapa de reconstrucción y superación, era de esperarse que estuviera así de nervioso en su primera consulta. Harry no podía entrar con él, pero le prometió que lo estaría esperando cuando saliera, y lo iba a cumplir porque no podía dejarlo bajo ninguna circunstancia.

Por ello, mientras aguardaba a que saliera, avanzó hasta el nivel treinta del juego adictivo que encontró en el número uno en las listas de popularidad de la tienda virtual.

El nivel treinta y uno se quedó a medias, porque fue cuando la puerta de cristal se abrió y el castaño salió por ahí, peinando su cabello de la parte frontal mientras miraba sus tenis con la agujeta desamarrada, se cuidaba de no pisarlas porque no quería caerse y chocar con el concreto de la acera.

Harry de inmediato guardó su celular, se levantó de la banca habilitada al exterior y dio los pasos necesarios para llegar hasta Louis, encontrándose con su mirada cándida en el camino. Para ser sincero, pensó que se toparía con un chico abatido y cansado, con indicios de haber llorado o tal vez, en otro extremo, enrabiado hasta lo infernal.

No obstante, halló a un individuo aparentemente calmado, con los ojos pobremente irritados pero no hinchados, pestañas húmedas y nariz enrojecida.

Se sonrieron al mismo tiempo. Louis lo acercó al tomarlo por una de las trabillas de sus jeans, jalándolo de ahí y Harry tropezó una pisada hacia adelante, dejando módicos centímetros entre los dos.

—Hey —dijo, llenando sus propios labios con saliva al pasarse la lengua—. ¿Cómo te fue?

—Bien, supongo —Le respondió, viajando la vista de los orbes cetrinos, a la boca brillosa que tenía enfrente y viceversa—. Ella es muy linda y amable, abordó muy bien el inicio de mi diagnóstico. 

—Me alegra muchísimo, ¿cuándo es la siguiente sesión?

—El siguiente jueves, a la misma hora.

Club Bengala 🍻 || larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora