El estimulante olor del café recién hecho le dio un agradable despertar a Carolina. Jaime se encontraba sentado junto a ella sobre el lecho, ojeando un tomo ilustrado de Las aventuras de Sherlock Holmes. El muchacho se percató de que la chica había despertado por el notorio cambio en su manera de respirar. Puso el libro sobre la mesa de noche y se recostó de medio lado para dedicarse a mirarla. Una dulce sonrisa curvó los labios de ella antes de que se decidiera a abrir los ojos. Segundos después, el rostro del joven Silva la recibió como el sol naciente.
—¡Buenos días, lindura! —Le acarició el contorno del rostro con las yemas de los dedos—. ¿Dormiste bien?
—¡Hola, guapo! ¿Cómo estás? Sí dormí bien, pero... —Un gran bostezo interrumpió la frase de repente—. Todavía tengo sueño, no sé por qué. Quizás ese café preparado por vos que huele tan rico me ayude a despejarme... ¿Me lo podés alcanzar, por favor?
La muchacha señaló la taza humeante que reposaba sobre la bandeja para desayunar en la cama. Al lado de la bebida caliente, había un bol lleno de cubitos de frutas con yogur cremoso.
—¡Por supuesto! ¡Estoy acá para complacer los deseos de mi señora!
Antes de pasarle la comida, el varón se quedó viéndola fijamente a los ojos. Sin dejar de observarla ni un instante, se acercó despacio para besarla en los labios. El suave contacto entre sus bocas pronto se transformó en un enérgico despliegue de pasión. La danza entre sus lenguas aceleró los latidos de ambos en un dos por tres. Al separarse para recuperar el aire, las mejillas de ella enseguida se tiñeron de rosa. El chico le dedicó una sonrisa tierna que la derritió por dentro.
—Cuando te ponés así, me dan ganas de besarte todo el día —Se relamió de forma coqueta—. Sin importar cuánto tiempo pase, conmigo seguís sonrojándote igual que cuando nos conocimos. ¡Eso me encanta!
—¿Cómo no me voy a sonrojar? ¡Parece que nunca te hubieras visto en un espejo! —La chispeante mirada de la muchacha recorrió el torso descubierto de él—. Todavía no termino de creerme que sos mi esposo.
Carolina dejó salir un dramático suspiro que lo hizo reír. Sin previo aviso, Jaime tiró de la sábana que cubría a la joven hasta destaparla por completo. La recorrió con la vista de arriba abajo sin pudor alguno, recreándose en el panorama de las curvas femeninas bajo las transparencias del baby doll rosa. Se le dilataron las pupilas mientras contemplaba la tersura en la pálida piel de su esposa. A ojos del varón, no existía ninguna chica más hermosa que ella.
—Nunca me voy a cansar de decirlo: ¡sos preciosa! Habría sido un perfecto tarado si hubiera dejado pasar la oportunidad de estar con vos.
A pesar de las buenas intenciones implícitas en ese comentario, dichas palabras desataron los viejos fantasmas de Carolina. Apretó los labios y giró la cabeza hacia un lado. Como un acto reflejo, cruzó los brazos sobre los pechos con la intención de ocultarlos. Parpadeó con rapidez varias veces para así alejar la sensación de picor en los ojos. Odiaba ser incapaz de controlar el impulso de llorar.
—No soy preciosa —susurró ella con los labios temblorosos.
—¡Claro que lo sos! Me dejaste idiotizado desde el día uno, ¿no te acordás de eso? —Empezó a acariciar el vientre de ella con la palma—. Bastó con que me dieras una miradita para que se me olvidara cómo se respiraba. Me temblaba la mano cuando me acerqué para saludarte. ¡Estaba y sigo estando loco por vos!
—Esa chica que conociste ya no es la misma...
Su boca se cerró al mismo tiempo que lo hicieron sus ojos. Se mordió el labio inferior en un intento desesperado por calmar la tempestad interna, pero resultó en vano. Dos lágrimas descendieron por las sienes y se perdieron entre sus cabellos dorados. Lastimeros sollozos brotaron desde su garganta poco después.
—Ay, mi amor...
Jaime se aferró al tronco de la muchacha con ambos brazos. Derramó una lluvia de besos dulces en su cabeza y en sus mejillas. No cesó de abrazarla hasta que la intensidad de los lamentos empezó a descender. Se apartó unos cuantos centímetros para poder mirarla de nuevo a los ojos mientras le hablaba.
—Lo que tenés acá... —El chico deslizó un dedo sobre la cicatriz en el seno izquierdo de ella— ...es la señal visible de que sos una guerrera poderosa que ganó una batalla difícil contra un enemigo cruel. ¡Te admiro muchísimo por eso! Las marcas que hay en tu piel y en tu alma, ¿sabés qué? ¡Las adoro! Todas forman parte de quien sos ahora, cuentan una historia de valentía y de superación. Además, me recuerdan cuán afortunado soy. Cada mañana le doy gracias infinitas al universo entero porque abriste los ojos otra vez, porque estás conmigo...
La voz del muchacho se quebró en mil pedazos bajo el peso de las emociones. Inhaló profundo para apaciguar el desborde de sentimientos y la tormenta de recuerdos. Habían transcurrido varios meses desde la cirugía que le salvó la vida a su esposa. Enfrentarse al cáncer, a la mastectomía y a la posterior reconstrucción de la mama habían sido pruebas duras para la muchacha, pero también lo fueron para él. Las agresivas secuelas del tratamiento para combatir la enfermedad habían sido numerosas. El chico las había presenciado todas muy de cerca.
Náuseas, vómitos, llagas bucales, fatiga, pérdida del cabello, falta de apetito, inflamaciones, insomnio, depresión... Verla sufrir día tras día, apagándose poco a poco debido a esa abrumadora carga, destrozaba el corazón del joven Silva. Sin embargo, la angustia ante la alta posibilidad de perder a su amada había sido lo más difícil de sobrellevar. Para Jaime, el día más alegre de su vida fue cuando ambos recibieron la noticia de la desaparición del cáncer.
—Yo también doy gracias cuando me despierto. La ilusión de amanecer juntos nunca se me pasa —La muchacha colocó una mano sobre el pómulo de él—. Encontrarme con tu carita sonriente es maravilloso. Me hacés muy feliz, Jaime... ¡Te amo!
—Yo también te amo, Caro. Casarme con vos ha sido mi mejor decisión. Me voy a encargar de hacerte sentir amor de mil formas. Vamos a llegar a ser un par de abuelitos re lindos que nunca dejan de reír y que jamás se sueltan la mano.
La tierna imagen mental de la escena descrita dibujó una sonrisa en la muchacha. Atrajo al varón hacia su cuerpo y lo estrechó con todas sus fuerzas. En aquel abrazo le entregó un pedacito de su cálida esencia, esa de la que él se había enamorado cuando sus caminos se cruzaron por primera vez durante una fiesta infantil. Sin importar los obstáculos en el presente y los que vinieran en el futuro, Carolina estaba segura de que Jaime siempre caminaría a su lado.
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De claroscuros y polifonías [Especiales de la bilogía]
RandomEn este apartado encontrarás dos capítulos especiales de la bilogía "De claroscuros y polifonías", la cual está conformada por "Sonata de medianoche" y por "Fiorella a cappella". El primer especial involucra a dos personajes secundarios de SDM y sí...