El secreto de Salem

73 8 16
                                    

Miro mis garras negras y afiladas con una amplia sonrisa. Es una lástima que deba quitármelas pronto. Tardaron media hora poniéndomelas en el salón de belleza. ¡Me gustan un montón! Me quedó re bien el look felino que escogí para la fiesta de Samhain en la facultad de artes.

—Nos vemos antes de las siete en frente del teatro. No se te vaya a olvidar llevar el leotardo rojo para poder grabar la coreo. ¡Que descanses, Fiore!

—Quedate tranqui con eso, ya lo puse en la mochila. ¡Por allá nos vemos!

Cuelgo la llamada con Tatiana y de inmediato pongo mi teléfono en modo avión. No quiero que algún compañero ebrio me llame a mitad de la madrugada. Ya me han escrito varios para desearme que pase un feliz Halloween por enésima vez. Todos querían que me quedara hasta el final del baile. Aunque me habría gustado hacerlo, me toca madrugar mañana. Necesito dormir mis ocho horas para sentirme bien. Me la paso con cara de culo todo el día cuando ando desvelada.

Me saco el disfraz de Catwoman para luego ducharme con agua tibia. Después de ponerme mi pijama favorito, apago la lámpara de la mesita de noche, me cubro con una frazada y cierro los ojos. El suave ronroneo de Salem, mi gato consentido, se escucha poco después. Le encanta echarse a dormir sobre mi cama. Casi siempre se acurruca cerca de mis pies y hoy no es la excepción. Ya me acostumbré a eso y me gusta sentir su calorcito.

Mi respiración se hace cada vez más lenta conforme voy relajándome. Mis párpados se sienten pesados. Estoy a punto de dormirme cuando un intenso dolor en mi tobillo derecho me sobresalta. Es como si un par de agujas gruesas y puntiagudas se hubieran clavado en mi carne. ¿Acaso Salem me mordió? Jamás me ha atacado. Mucho menos lo haría cuando estamos tranquilos en mi cuarto.

Estiro el brazo para encender la luz y así poder revisar mi pie. Lo intento una y otra vez, pero no lo consigo. Ni siquiera toco la madera del mueble. Estoy en la parte de abajo del colchón, lejos de la mesa. ¿Cómo es que llegué hasta acá? Con cada manotazo que doy, mi brazo se siente extrañamente ligero. ¿Qué carajo me pasa? Trato de sentarme en la cama, pero no lo consigo. Mi cuerpo da una voltereta rara y quedo recostada sobre mi vientre. Ahora estoy de frente al espejo rectangular del cabecero. El brillo verdoso de las estrellas fosforescentes que lo decoran permite que más o menos distinga mi reflejo.

Cuando me miro, un grito de pavor igualito a un maullido sale de mí. ¡Mi cuerpo entero se ve negro! No, eso es imposible... ¡Debo estar imaginándolo! Yo me saqué el disfraz de la fiesta y mi pijama es de color blanco. Giro la cabeza y el destello amarillento de mis ojos me desconcierta. ¿¡Qué es esa mierda rara que veo en mi cabeza!? ¡Parecen orejas puntiagudas! ¡Ay, Diosito! ¡Tengo alucinaciones!

Con la respiración acelerada, comienzo a arrastrarme sobre el colchón en dirección a la lámpara. ¿¡Cómo diablos me alejé tanto de la mesa sin darme cuenta!? Perdí varios centímetros de estatura o la cama se volvió gigantesca de un pronto a otro. De lo contrario, no me explico esta locura. ¡Tiene que ser una pesadilla! ¡Sí, eso debe ser! Seguro que se me paso la mano con el ponche y por eso solo se me ocurren puras giladas.

Cuando por fin coloco la mano sobre el interruptor, la imagen en el espejo se vuelve nítida. Me quedo petrificada porque simplemente no me cabe en el cerebro lo que estoy viendo. Muevo el cuello hacia la derecha y luego hacia la izquierda. Levanto los brazos y me toco las puntas de las orejas. El reflejo imita mis acciones a la perfección. En definitiva, se trata de mí, lo cual no tendría nada de malo si no fuera porque luzco como un gato enorme.

Cierro los ojos súper rápido y sacudo la cabeza. Sin atreverme a despegar los párpados, me bajo de la cama y avanzo hacia el espejo de cuerpo entero junto al armario. Inhalo y exhalo hondo varias veces antes de abrir mis ojos. Cuando por fin me animo a hacerlo, un alarido perturbador se me escapa. No queda nada humano en mí a excepción de que estoy erguida usando mis piernas. Cuando me giro para mirarme la espalda, descubro que tengo dos largas colas.

De claroscuros y polifonías [Especiales de la bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora