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Pensé: "El cielo no me puede
ayudar ahora"
Nada dura para siempre,
pero esto me va a acabar

Él es tan alto y guapo
como el infierno
Él es tan malo,
pero lo hace tan bien
Puedo ver el final al comienzo.





Somi acostumbraba a rellenar las páginas desgastadas de su desastroso diario con palabras decadentes de buenas rimas, lo decoraba con pequeñas flores que pescaba en sus caminatas de madrugada, dónde, con el corazón en la mano, emprendía marcha por horas sin destino fijo en búsqueda de un poco de paz, algo que evitara que doliese como el infierno su realidad. ahí entre versos, garabatos y sentimientos jamás expresados, existían restos de gotas secas conformadas por su llanto empapando las páginas, dejándolas arrugadas y dañadas.

no le gustaba la auto-compasión desmedida, odiaba la vulnerabilidad que le atacaba desprevenida cada que lo veía a lo lejos; ojos de lavanda, con matices de ensueño, una cabellera de alocados morados y negro opaco. la altura prominente que le realzaba por entre las personas, como un majestuoso semi dios creador para ser adorado con cada poro de tu piel. los labios rojizos entintados naturalmente por un rojo dulce que promete el sabor de las fresas.

Ran Haitani.

un nombre que le asentaba de maravilla, masculino y elegante, como cada movimiento que el muchacho hacía, en su memoria prevalecían detalles de aquel hombre, como el viejo tic de hacer tronar sus delgados dedos cada que se encontraba atrapado en sus pensamientos, cuando removía la nariz en un gesto que delataba sus molestias que nunca expresaba, pues ante la gente, solía ser el imperturbable ejemplo a seguir de sus colegas. detestaba y amaba a partes iguales hasta el mínimo respiro de tan cruel hombre.

a menudo somi pensaba ¿se le podía culpar por amarlo tanto? porque siendo honestos, ella misma se odiaba cada que, el corazón traicionero, brincaba con fuerza sobre su pecho ante la mínima mención de su nombre, cuando por el rabillo del ojo le alcanzaba a ver cada que este se retiraba de su oficina y pasaba en un andar seguro y altivo.

sí, ahogaba sus lamentos entre las páginas de su diario, porque odiaba la sensación de no controlarse a sí misma, sí, odiaba sentir pena por su situación y no lograr arrancar ese sentimiento amargo que noche tras noche, la alcanzaba como la peor de las pesadillas. no soportaba la injusticia que representaba seguir amando a un tipo como él, anhelaba poder odiarlo, que no le faltase el aire cada que lo veía caminar de esa manera tan despreocupada que poseía, cuando mostraba aquella sonrisa socarrona y llena de arrogancia, lo intimidante que resultaba ser mirada por él, tener su atención.

su atención.

¿cuando había sido la última vez que Ran le observó si quiera por accidente?

nadie le creería si tuviese la valentía de contar que el mismo Ran Haitani que hoy en día evitaba los pasillos que ella frecuentaba con tal de no encontrársela en el camino, era el mismo joven altivo que le había obsequiado el diario que, noche tras noche, era su único testigo y aliado del martirio que significaba amar al mayor de los Haitani. El mismo hombre que escribió a puño y letra múltiples poemas de propia autoría dedicados a ella, su "musa", como solía llamarla.

Ran contaba con una exquisites para expresarse cuando algo llamaba su atención o era acreedor de su gusto, el brillo que azotaba sus lindos violetas ojos asemejando a un cristal precioso, las interminables charlas de madrugada intentando expresar sus opiniones sin atropellarse con sus múltiples ideas, Ran era enigmático, tan maravilloso que su belleza física pasaba a un segundo plano cuando le escuchabas hablar, era entonces que el joven Haitani te conquistaba con el universo que cargaba en su cabeza y lo malditamente inteligente que podía ser, su carisma desbordando sin esfuerzo alguno, porque los hombres como Ran eran creados por dioses caprichosos que no escatimaban en virtudes, si su cincelado rostro no lograba atraparte, la misteriosa aura que transmitían sus ojos o bien, su intelecto, terminaban por atraparte en un amor que bien puede escalar a lugares indeseados o simplemente en una admiración perpetua.

y todo eso alguna vez había sido de ella, sus pasiones, sus disgustos, las anécdotas de un Ran joven que molestaba o sobreprotegia a su hermano menor, Rindou. Ella conocía partes del pelimorado que quizá nadie más sabe si quiera que existen, así como él conocía hasta la mínima característica física o la anécdota más desapercibida de la vida de Somi, podría haber citado el lugar exacto de cada uno de sus lunares, las historias que contaban sus cicatrices, la más pequeña de sus inseguridades así como la más grande. ese era ran haitani, el hombre que toma todo de ti y entrega todo de él.

lo más desastroso para Somi era admitir que la insistencia comenzó en el Haitani mayor, esos ojos lavanda que miraba a muchas mujeres en los últimos meses, eran los mismos ojos que por años, jamás se despegaron de ella, la seguían al mínimo paso, leyendo sus reacciones en búsqueda de su comodidad o la mínima señal de salvarla o dejarla ser. existía cierta telepatía que el muchacho compartía con ella, reconocía sus estados de ánimos con una sola palabra pronunciada en un alto o agudo tono, cuando el mundo la vencía o cuando quería conquistarlo.

porque él fue el primero en amarla, el primero en buscarla, en necesitarla. el primero y único que resolvió el acertijo necesario para comprenderla con una mísera mirada.

y Somi había caído por él, tan profundamente e irremediablemente. por qué cuando Ran Haitani se metía en tu piel, dejaba un rastro de fuego ardiente que perdura para toda la vida, y el calor que un día brinda la mayor de las calideces, con el tiempo te consume, quema y marca al rojo vivo un dolor perdurable que promete no irse jamás.

en sus peores noches, cuando su caminata no daba el efecto de apaciguar lo suficiente su dolor, explotaba la rabia en su pecho. porque antes de que él se acercara y calara en su vida, ella no lo necesitaba, jamás habría pensado en compartir su intimidad, añoranzas o cariño a un alguien, su vida era tranquila sin un romance trágico que robaba hasta sus ganas de comer, de vivir. él había llegado a destruir todo a su paso, monopolizando su cabeza, su corazón, su razón, todo. y era malditamente injusto.

estaba atrapada en un trabajo a medio tiempo donde debía verle diariamente y, si el destino se ponía de malas, compartir juntas porque el trabajo de ambos lo exigía, y es ahí donde los progresos que lograba alcanzar durante la semana, se iban abajo, Ran no la miraba, no era ni amable ni frió, simplemente indiferente, como si su presencia o existencia no fuese lo suficientemente interesante como para perder dos segundos de su valioso tiempo en dirigirle palabra o mirada.

él le amo profundamente, como un siervo devoto a su reina, la cuidaba con anhelo y un cariño que, en su momento, parecía imposible de fingir, besaba sus inseguridades y las transformaba en virtudes que admiraba y hacia relucir, como un carbón transformado en diamante puro, entonces ¿porqué ella era la única con el corazón roto? ¿la única enamorada?

¿cuándo fue que Ran Haitani la dejo de amar?

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⏰ Última actualización: Apr 12, 2022 ⏰

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𝐌𝐔𝐒𝐀  ⬩  ran haitani. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora