《No hay belleza perfecta que no tenga alguna rareza en sus proporciones.》♡
—Sir Francis Bacon.🍩
Se detuvó delante del cristal, empujando con cuidado la puerta, aún ligeramente intimidado por el enorme tamaño y visible lujo del edificio. Antes de entrar al establecimiento sacudió sus ropas, apreciando la elegante mobiliaria de la que tanto había escuchado mencionar en toda la ciudad.
El gimnasio, establecido en uno de los más grandes edificios de la ciudad, era el principal establecimiento más cotizado y famoso de los Santos. Sabía que todo tipo de personas importantes, incluyendo gente de la famosa de la farándula teatral, acudían a ese lugar por su buena reputación y excelente atención, como sus buenos resultados.
Aunque, en más de alguna ocasión, llegó a escuchar de Willy que muchas personas, mayoritariamente chicas, se registraban en ese lugar principalmente para poder conocer, o si tenían suerte, acercarse al atractivo y poderoso dueño, del que solo se contaban rumores de ser un extranjero bastante atractivo al que pocas personas tenían el placer de conocer y tratar.
Horacio apretó el sobre de dinero entre sus manos, avanzando con grandes zancadas hasta la recepción, donde una chica le miraba con insistencia desde que había ingresado al edificio, haciendo tintinear una pequeña campanita que Horacio juraba era de oro puro. Al acercarse a la barra de madera el moreno golpeó el sobre de dinero contra la mesa, sobresaltando levemente a la joven.
no se percató del enrojecimiento en sus regordetas mejillas, ni la mirada tierna que la recepcionista dirigió a sus manitas gorditas ligeramente empuñadas.
—Quiero inscribirme en este lugar y comenzar mi entrenamiento lo antes posible. —Manteniendo su fachada de tipo malo (que la interpretaba muy mal) frunció su entrecejo, olvidando que sus ojitos se hacían más pequeños al hacer eso.
Alanna acercó su mano para aceptar el sobre con dinero que el crestudo le ofrecía, tecleando rápidamente en el computador datos básicos que le iba pidiendo poco a poco, Horacio relajó su postura intimidante permitiendo que el procedimiento fuese más llevadero aunque él quisiera seguir manteniéndose como un chico malo. Sabiendo que si ahora desmoronaba su fachada, todas aquellas personas que entraban y salían por la recepción viéndole allí de pie con aquella superioridad tan notoría y egoista, lo terminarían por hacer dudar. Porque un tipo como él que se nota fácilmente sobrepasa los 50 de IMC, con ropa friki y un peinado extravagante no pegaba ni con cola en un lugar que era conocido por su elegancia, reputación y excelente fama.
Aún así la joven recepcionista que le atendió mantuvo un trato simpático en todo momento, no le cuestionó ni tampoco dudó de su determinación. Horacio agradeció internamente el gesto, porque si se portaba amable en ese momento perdería el respeto que se había ganado con ella al ser un fuck boy.
Alanna se levantó de su asiento luego de imprimir el formulario, extendió la hoja hasta el moreno para después rodear la fina barra de madera.—Sigame por aquí, caballero. Le mostraré las instalaciones.
Horacio siguió de cerca a la recepcionista, doblando el papel para guardarlo en los bolsillos de su pescador.
Al avanzar por los enormes pasillos del gimnasio se dió cuenta de por qué la inscripción de un mes costaba incluso más que la renta de su departamento. Los pasillos eran decorados por enormes cuadros de los que sabía podían tener costos de hasta seis cifras, el piso brillaba perfectamente al igual que las paredes, la construcción parecía estar hecha de cristal por la limpieza tan pulcra y meticulosa que tenía. Y aquellos adornos tan elegantes y costosos lo hacían lucir todo como un palacio.
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Entrenador de turno.
FanfictionHoracio necesitaba un cambio, Volkov una nueva rutina. Y Kovacs... donuts.