Jueves

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—¡Beso de buenos días!
 
Adormilada, la castaña abrió los ojos lentamente con el ceño fruncido.
 
—Joder, Sana. Son las putas seis de la mañana —Se quejó mirando con la vista borrosa a la chica sentada en su vientre, viéndose tan energética como sino se hubiese levantado hace dos minutos. —. Sabía que harías esto, te debiste haber quedado en tu casa. —Habló con voz ronca. Volvió a cerrar los ojos. Sana rodó los suyos, otro más, apenas habían comenzado el día.
 
—No beso, entonces duchémonos juntas.
 
—Minatozaki Sana, no soy tu novia, ¿Te das cuenta de lo que estás proponiendo?
 
—De niñas lo hacíamos. —Y un puchero.
 
—De niñas, Sana, de niñas. No ahora. —Le dió una mala mirada.
 
—¿Por qué sería diferente ahora? —Pensó y retuvo una risa—, ¿Acaso no te has depilado? —Llevó una mano a su boca, intentando ocultar su risa, fallando.
 
Tzuyu la miró mal y alcanzó una almohada que tirarle en la cara a su amiga, quien solo explotó en risas.

—¡Deja de decir tonterías! —Sin pensarlo más aprovechó para salir de la cama en ir directamente al baño, al ver esa intención, Sana salió detrás de ella pero cuando llegó a la puerta ésta ya había sido trancada con seguro por la castaña.
 
—¡Idiota! ¡No me tienes confianza!
 
—¡Jódete! —Ambas rieron a su respectivo lado de la puerta.
 
Sana había insistido en hacer pijamada con ella para calmar sus celos por la anterior pijamada que había hecho con aquella coreana peligris.
 
Tzuyu al inicio se negaba, pues sabía que se iban a entretener y acostar muy tarde.
 
Para su sorpresa, Sana fue bastante responsable con su horario de sueño, y sorprendentemente tampoco le había pedido un beso de buenas noches, solo se abrazaron y quedaron dormidas tras hablar estupideces.
 
Y ahí fue cuando Sana sentía esos sentimientos por su mejor amiga crecer aún más.
 
No podía parar de pensar en eso. Y, a pesar de que sabía que seguramente eran por amistad, se sentía extrañamente feliz de que Tzuyu la celara así.
 
Tras ambas ducharse y vestirse, caminaron hacia el instituto tomadas de las manos y Sana, como pequeño extra, también abrazaba el brazo de la menor con su mano libre.

Venían hablando y riendo, intentando cada una ignorar los fuertes latidos de sus corazones.
 
—Hoy serán el resto de pruebas. ¿Estudiaste? —Tzuyu cuestionó.
 
—Estuve contigo anoche, ¿Tu crees que lo hice? —Chou rodó los ojos.
 
—No puedes estudiar solo el día anterior, Minatozaki.
 
—¿Cómo que no? He hecho eso desde siempre. —Tzuyu solo negó divertida. Sana suspiró y detuvo el paso— Tzuyu... ¿Te gustaría... Almorzar a solas conmigo hoy? —Un pequeño sonrojo adornó sus mejillas.
 
—¿Hm? ¿Por qué?
 
—Sin razón específica. Aunque si aún así quieres almorzar con las demás... —Un poco de decepción en su tono.
 
—Está bien, tranquila. —Una sonrisa que se le contagió a la mayor.
 
—Bien, ahora un beso —Tzuyu rodó los ojos y siguió caminando—. ¡Idiota! ¡No me dejes atrás sola! —Salio corriendo detrás de la más alta.

 ¡Idiota! ¡No me dejes atrás sola! —Salio corriendo detrás de la más alta

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—Mira —Abrió un frasco que traía en su mochila.
 
—¡O por Dios! ¡Galletas! —Inmediatamente tomó el frasco y empezó a llevar las galletas a su boca, Tzuyu rió ante la reacción infantil. —¿Cuando las hiciste?

—Ayer, cuando fuiste a buscar las cosas necesarias para quedarte. Me entretuve tanto contigo que olvidé dartelas. —Sana rió.
 
—Que tonta eres. —Tzuyu también soltó una risa.
 
—Lo se.
 
Prosiguieron a seguir con su comida mientras comentaban pequeñas cosas y reían un poco, hasta que la comida había desaparecido de sus tazas.
 
—Realmente cocinas muy bien, Tzuyu. —Alabó y recostó su cabeza de su hombro, mirando al cielo azul completamente libre gracias a que se encontraban en la azotea.
 
—¿De verdad? Lo hice con cariño especial. —Ambas se sonrojaron ante lo dicho.
 
—Ojalá ser tu esposa —Soltó de la nada, causando un ritmo desenfrenado en el pecho de la castaña—, sería el paraíso disfrutar de tu comida y de ti cada día.
 
El rostro de Tzuyu no podía estar más rojo que en aquel momento, no sabía cómo reaccionar ni cómo responder.
 
Ante el silencio, Sana se dió cuenta de lo que había dicho y también sintió su rostro arder.
 
—Yo-...

—¡Ya sabes! —La mayor se enderezó repentinamente—, hablo por la comida, solo que cocinas muy bien y pues pensé... Ya sabes... —Su tono iba disminuyendo poco a poco hasta que su pecho dolió ante lo que iba a decir— Tu futuro esposo sería muy afortunado de tenerte.
 
Ambas estaban sonrojadas y avergonzadas, mirando al suelo, ¿Qué les pasaba? Aquello era algo nuevo.
 
Sana conocía a la perfección lo que sentía por la castaña, pero era la primera vez que se creaba esa incomodidad entre ellas ante una broma.
 
Tapó su rostro con sus manos, ¿Quien se tomaría esa broma como algo que no sea un sinónimo de "me quiero casar contigo, me gustas."?
 
Afortunadamente, el timbre que mostraba el fin al horario de almuerzo soñó, la nipona y la taiwanesa suspiraron aliviadas.
 
—Deberíamos irnos —Habló la mayor con una sonrisa antes de levantarse y tomar la mano de la menor—, ¿Beso de buena suerte para los exámenes que vienen? —Tzuyu negó divertida y le dió un pequeño beso en su frente.
 
Para distraer un poco su mente, Sana contó, y con ese, más el próximo beso de despedida que seguramente tampoco le daría, ahora eran doce besos los que Tzuyu le debía.
 
Y que deseaba que la pelicorto le llegase a pagar.
 
Pero no iba a ser así, así que solo soltó una sonrisa triste mientras tomaba el brazo de la castaña y ambas se dirigían a su respectiva clase.

  Pero no iba a ser así, así que solo soltó una sonrisa triste mientras tomaba el brazo de la castaña y ambas se dirigían a su respectiva clase

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