UNO

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—El niño no es tuyo, ya lárgate.

Y la puerta se cerró en su cara.

Contuvo la respiración por unos segundos para luego volver a regularla. Quizás estuvo algunos minutos más mirando la puerta que estaba frente a sus narices, suspiró largamente y dio media vuelta. Bajó los peldaños que lo alejaban del porche y metió las manos en sus bolsillos. Miró por última vez la pequeña casa en la que alguna vez vivió y creyó que tendría una vida feliz, pero que nunca llegó a suceder. No había contado con que su novia lo engañaría y que al pasar de los meses resultara embarazada de su amante. Lo más gracioso de todo, es que él pensaba que ese bebé era suyo, ay qué sus cálculos no le decían lo mismo, realmente lo había pensado. Y aunque las posteriores pruebas de ADN le confirmaban que no lo era, se le hacía difícil creerlo y asimilarlo.

No le deseaba mal a su ex novia, pero esperaba que algún día ella se diera cuenta de lo maldita que había sido con él. Si ya no lo quería como antes ¿Por qué no se lo dijo? ¿Por qué engañarlo de esa manera? Y no era como si estuviera triste y miserable por haberla perdido, sino, por haber sido tan tonto todo ese tiempo. Tan confiado y tan ciego por haber entregado tanto y recibido tan poco.

"Eres demasiado buena persona, eso tampoco es muy bueno..." Le habían dicho muchas veces.

El solo había ido a despedirse de ella porque se mudaría de la ciudad, quizás no volvería a verla nunca más. Así de buena persona era él. Pero no alcanzó a pronunciar ninguna palabra y ya le había cerrado la puerta en la cara suponiendo cosas que no eran.

Levantó su cabeza y suspiró nuevamente, se dirigió a la parada de autobús para abordar el primero que llegara. Iría por su maleta y abandonaría Seúl de una vez por todas, lo habían trasladado de empleo en el mejor momento. Ya no tenía nada que hacer allí de todas formas.





***






La brisa marina se sentía reconfortante, aspiró el fresco aire y rico aroma a libertad y cayó de espaldas a la cama. La brisa elevaba la blanca cortina de la ventana y los rayos de sol se colaban a plenitud por ella, acariciando con su luz su rostro y toda su habitación. Hace dos semanas que había llegado a Busán, gracias a su nuevo jefe pudo encontrar un lugar rápido para habitar. Sus ahorros le habían permitido arrendar una pequeña casa en la segunda avenida principal, frente a la costa. No podía evitar sentirse más tranquilo.

Día viernes y todos guardaban sus cosas para retirarse a sus hogares. Comenzaban a despedirse algunos y otros se organizaban para ir por unos tragos a algún bar para rematar la semana laboral.

—Hey, Park. —Jung Hoseok rodeó el brazo alrededor de su hombro y sonrió— ¿Listo para ir a despejar la mente un poco?

—Diablos, lo había olvidado.

—Solo ven con nosotros, la pasaremos bien. —el castaño lo pensó un poco y terminó asintiendo lentamente. De todas formas no tenía nada que hacer llegando a casa.

—Está bien, deja guardar estos archivadores y me uno a ustedes.

—¡Yiuju! —chilló y alborotó sus cabellos— Te estaremos esperando fuera del elevador, no te demores.

—Claro. —sonrió de vuelta.

Jimin negó con su cabeza junto a una sonrisa en sus labios. Cuando llegó a la empresa había tenido sus miedos instalados, especialmente porque en la planta de Seúl no tenía muy buena comunicación con sus colegas. Eran demasiado competitivos y muy poco empáticos con el otro. Por esa misma razón y más, él prefería no involucrarse con ninguno. No quería malos entendidos con nadie.

Bajo mi Paraguas (Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora