01

22 3 0
                                    

"Uno busca un partero para sus pensamientos; otro a alguien a quien pueda ayudar a parirlos. Así nace un diálogo fructuoso."*




Namjoon estaba completamente aburrido de ver siempre lo mismo.

Mismos insultos, misma rutina, mismo paisaje deplorable, mismo modus operandi para todo.

El desagrado que se pintaba en los rostros de las personas al verlo pasar era lo más absurdo y cotidiano desde que tenía memoria.

Y, a decir verdad, el hecho de no tener miedo ni dudas sobre su persona y reflejando todo siempre en su vestimenta, creencias y gustos no ayudaban en absoluto. Básicamente era el bastardo desviado del pueblo, título que acogió sin problemas al pasar los años.

Era sólo otro nombre para llamarlo pero en esencia no era mentira.

Namjoon había vivido en aquel pequeño barrio junto a sus abuelos siendo este el único sitio propio con el que contaba en el mundo de decadencia que lo había recibido.

Resentimiento y abandono fue lo primero que el pequeño Namjoon aprendió de sus padres biológicos, algo que le había dejado una marca sumamente profunda en el camino de su adolescencia.

Peleas callejeras, conflictos en el colegio, múltiples vicios y una búsqueda de sus padres que no terminó precisamente bien fueron el punto de quiebre total.

Y todo aquello, con bastante esfuerzo y mucha atención por parte de su abuela, había quedado como un registro más de su joven memoria.

Gracias a la buena voluntad de los ancianos, aquel niño abandonado y no deseado había conseguido educación, una vivienda tranquila y el afecto necesario para no perderse en la corriente vital que arrastra a todos.

Aunque, claro, no todo había resultado sencillo para los tres y Namjoon era consciente de ello, es por eso que siempre buscaba la manera de agradecer y regresar gran parte de esa atención de la misma forma.

Hasta el día en que uno de esos dos luceros que fungían como brújula de su vida se apagó y su pequeño oasis comenzó a desvanecerse.

Corría bajo la fuerte lluvia sintiendo sus piernas arder debido al esfuerzo, ambas botas llenas de lodo y el cabello completamente empapado.

Le parecía tan conveniente que en un momento de angustia al cielo se le ocurriera comenzar a desmoronarse y dejar caer una tormenta casi apocalíptica sobre ese remoto poblado.

Apenas recibió la llamada del hospital decidió abandonar el aula y avisar a su único compañero con el que podía contar para que lo justificaran.

Sin embargo, le preocupaba un poco más el número tan conocido en la pantalla que el motivo de esta.

De todo el personal médico que podía encargarse de su abuelo tenía que resultar precisamente él, vaya suerte.

—¿Ya puedo llevarlo a casa? —preguntó el joven sin rodeos apenas el médico se cruzó en su campo de visión —¿Por qué no traes los papeles para firmar el alta?

—Namjoon, tu abuelo se está deteriorando más rápido de lo que debería —sentenció mirando con firmeza al joven frente a él, intentando mantener la calma al ver el aspecto desaliñado de este— lo cual me indica que no han seguido mis instrucciones desde la última vez que nos vimos, creí haberte indicado la gravedad del asunto

La sala de espera se había quedado en silencio, las personas presentes observaban de arriba a abajo a Namjoon quien, sin prestar atención a ello, simplemente continuó hablando con el médico que atendió a su abuelo.

Sinner [Namgi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora