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Rafael

—¿Todo bien por allá? —pregunta Lenny, el único amigo que le quedaba—. La policía no me dejó contactarte por ningún modo.

—¿Querías contactarme? —pregunta Rafael desde el otro lado del teléfono.

El silencio se crea en aquella conversación.

—Sé que no estás loco —rompe Lenny—. Sé que debía haber una razón para ello —hace una pausa, tratando de ordenar sus pensamientos antes de continuar—. Viste algo, ¿No es así?

Rafael no responde.

—Al no poder contactar contigo, revisé las cámaras del colegio para saber qué sucedió exactamente —continúa Lenny—. Vi que te estaba dando los consuelos por lo de tu hermana. Te estrechó la mano.

Rafael, aunque sabía que no podía verlo, baja la cabeza.

—¿Fue queriendo o sin querer? —pregunta Lenny de nuevo.

Rafael tarda en responder.

—Ambos. Quería saber si de verdad sentía lo que decía —hace una pausa—. Lo que vi...

—No es necesario que continúes —le corta Lenny al notar el nudo en su voz—. Ya sé lo que le hicieron.

En ese momento Rafael comienza a llorar silenciosamente.

El reporte medico de lo sucedido con Brad, rezaba que nunca abriría de nuevo los ojos, si bien no estaba muerto, su cerebro asumía que sí.

Rafael, hasta el 15 de diciembre del 2017, era considerado un genio. Hijo del presidente de Usnaria, desde pequeño siempre estuvo envuelto de elogios por sus increíbles capacidades mentales y físicas. Heredero de la compañía de su padre, su futuro se veía prometedor.

Pero aquel fatídico día los titulares mostraron algo completamente diferente.

Según los testigos, estudiantes y profesores, citaban la misma expresión: "Monstruo". Brad no tuvo ni oportunidad para defenderse, la sangre que salpicaba de los golpes, se impregnaban en el rostro de Rafael, quien a pesar de ver que su oponente ya no se movía, y que una raja se abría en su cráneo, no se detuvo.

Pero a la vez todos describieron las lágrimas que brotaban de sus ojos, las cuales se mezclaban con las gotas de sangre y sesos en su rostro.

Solo entre seis personas lograron detenerlo, y mientras lo hacían, Rafael suplicaba que le dejaran golpearle una vez más, que aún no era suficiente.

Rafael, si bien sí que era naturalmente inteligente, la razón por la que resaltaba era por un detalle de su cerebro, mismo el cual le salvó de una justa y larga condena.

Lo que en su niñez fue diagnosticado como esquizofrenia crónica, supuestamente se fue disipando con el tiempo. Y según los mismos padres, había desaparecido del cerebro de su hijo.

Pero no había desaparecido, Rafael solo entendió que no era algo tan simple como para mostrarlo en todo momento, y aprendió a entenderlo y controlarlo.

Aquellas voces en la mente de Rafael no eran producto de su afectada mente. Eran los pensamientos de las personas que alcanzaba a ver. Con el tiempo entendió que su poder se dividía en dos. Mientras que con la vista lograba escuchar los pensamientos, con el tacto podía acceder a las memorias.

—¿Cómo sabes lo que le hicieron? —cuestiona Rafael—. Ni la policía logró conectarlo.

Lenny ríe.

—Nadie te conoce como yo, hermano —le consuela con una dulce risa—. Se de tu poder desde los seis años, obviamente un apretón de manos para la policía no significa nada, pero para mí marca la diferencia entre el cielo y la tierra.

El Lenguaje del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora