Acto I

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Pedazos de cristal estaban regados por varias partes, se había caído una de sus figuras de bailarines de cristal que tenía en su cómoda. Levantó la vista mirando aquella colección que tenía en el fondo un espejo reflector, donde movió un poco el rostro contemplándose el lado del cabello que era de color morado.

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Se tocó un poco el abdomen delgado que tenía, mirándose al espejo, estando solo en bóxer. Levantó sus manos a su cintura para apretar un poco la zona del abdomen, sin despegar la mirada en el reflejo de este, agarró una cinta métrica que estaba a su lado para rodearla en está zona, la dejó en un lado y agarró una libreta abriendola y escribiendo en ella el tamaño de sus caderas, cintura, pecho, brazos y peso.

[...]

Con su maleta ya lista, pasó por la oficina donde tan solo en la entrada de está escuchó la voz de su padre.

- Dazai, ya nos vamos. - dijo un azabache de cierta edad madura.

- ¿No me pueden llevar? - preguntó

- Imposible, hijo - replicó el azabache mientras terminaba de cerrar algunos folders y colocarlos en su maleta - Hoy tu padre y yo tenemos juicio.

El mayor se acercó y le dió un beso en la mejilla al castaño quien obviamente tenía un rostro de incomodidad por la respuesta del que llamaba "madre".

- Suerte para hoy, después hablamos - dijo esto mientras se retiraba.

- Gracias - le respondió cortantemente.

[...]

- ¡Buenos días! - le dijo cierto pelinegro, en la cocina

- Buenos días - le respondió Dazai sin mucho interés dejando su mochila sobre una silla de este lugar acercándose a donde un frutero en un muro de este lugar. Para agarrar una manzana y un cuchillo de cocina para empezar a comer el fruto volteando a ver a su hermano quien resaltaba una hoja para volver su mirada a su laptop.

- ¿Tú no descansas o qué? - preguntó de manera burlona.

- Sí, cuando saqué la plata - le respondió el contrario sin despegar su mirada de la computadora.

- Te vas a volver loco, Ranpo.

- Oh otra vez, pero si tu eres el único loco en esta familia, hermano. - por fin despegando la mirada del computador para dirigirse al castaño.

El castaño revisó la hora en su celular, quien solo dijo "carajo" para dirigirse rápidamente al lavadero con intención de lavar lo que ha usado.

-Deja nomás, yo lo recojo y lavo todo así me distraigo.

- Gracias, porque no llegó - agarró su mochila mientras su hermano le seguí la mirada

-Hoy te dicen algo de eso ¿no?

Asintió - Hoy me van a decir que mi vida sigue igual como estaba.

-No sea así, Osamu, a lo mejor se equivocan y terminan apostando por ti.

- No creo - fue lo único que le dijo al contrario para acercarse y darle un beso en la frente, el pelinegro solo se dedicó a mirarlo, algo preocupado por la poca fe que tenía su hermano mayor en su talento.

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Enrollaba sus zapatos con la cinta que se usaban en estos mientras veía el espejo, llevaba un gran abrigo azul, además se había hecho un moño el cual lo tapó con una boina para ocultar no solo el moño, sino también todo el cabello entero.

Suspiró un poco, dejando sus zapatos en su mochila, donde tenía todo lo que iba a usar durante el día, se volvió al espejo a acomodarse un poco el abrigo; sabía que si su madre estuviera ahí a lo mejor le hubiera querido acompañar.

Bailemos hasta la felicidad |°| SigzaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora