Acto II

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- Hola Sigma, ¿cómo te sientes? - la habitación donde estaba era fría, el ambiente lo era, la persona que estaba delante de él también lo sentía, nuevamente tendría que hablar, preguntas repetitivas tendría que volver a contestar una vez más ¿cuándo se acabaría este infierno y podría volver al cielo donde solo el ballet existía en ese otro mundo paralelo lleno de felicidad?

- ...bien - no se dignó a responder más, era lo único que necesitaba saber el contrario.

- ¿Cómo has pasado la semana? - esa maldita pregunta, ya se había más que cansado de escucharla una y otra vez tres veces por semana, no quería más, pero habían personas que lógicamente no lo dejarían al abandono completo.

- algo bien, creo, más que nada, tuve un sueño muy alocado que se repite constantemente. - se atrevió a decir, aún que siendo sincero, no tenía ganas de contarle, pero las ganas de conversar con alguien aumentaron.

- ¿Un sueño dices? ¿Y cómo era? - Oh no, se había arrepentido, tener que ahora explicarlo a una persona que era más que lógico que ayudar no era lo que precisamente quería.

- Pues, todo el mundo era de cristal...Pero, yo me sentía bien. - dijo algo avergonzado, la mirada igualmente baja mientras una de sus piernas se movía rápidamente por la ansiedad del momento, estaba más que ansioso al contar eso, uno de sus sueños más repetitivos y a la vez podía ser una realidad si él quisiera.

- ¿Por qué? - con una voz más grave y mirándolo fijamente sin ninguna expresión en su rostro.

Respiró profundamente, totalmente nervioso, pero tenía que hacerlo, no tenía que otra.- Porque nadie se metía conmigo.

- ¿Estabas solo? - preguntó nuevamente.

Sonrío tiernamente de la nada pero con la cabeza baja aún, las mejillas ligeramente coloradas y con un hermoso brillo en los ojos. - No, con Osamu.

- ¿Y sobre Nikolai? ¿Sientes que él sí te traicionó? Pero, apenas se conocían, ¿no? - preguntó con mucha curiosidad mientras anotaba en unos papeles que eran parte del portafolio del muchacho.

El chico bicolor solo se dignó a levantar la vista, mirando al médico, era una mirada vacía, no había rastro alguno de brillo en esos ojos que en algún momento reflejaban inocencia y dulzura con el joven, pero ya no existía y probablemente no volvería en un buen tiempo.

- Sigma ¿entiendes que los mensajes que le estabas enviando desde entonces, no están bien? Que no eran...justos. Y que eso te hace más daño a ti aún.

[...]

El bicolor solo se sentó en la sala de espera del lugar, él solía vivir en Yokohama solo en un apartamento, pero desde que pasó el accidente su tío; un hombre albino, esbelto, muy bien vestido y muy formal; había venido a cuidarlo, no podía hacerse por sí mismo, por lo que su pariente le indicó que iría a verlo y a la vez es quien le obligaba a ir a terapias.

- Verá, el problema es que yo no puedo seguir atendiendo a su sobrino. Al menos, yo no debería. - mencionó el psicólogo a solas al encargado.

- ¿Por qué? ¿Es algo malo? - preguntó el pariente del bicolor muy preocupado juntando sus manos.

- Solo llevamos un mes de terapia, pero me atrevería a decir que Sigma necesita ser tratado con un psiquiatra. ¿Desde cuándo no va a Osamu?

- Desde el accidente, creo yo. - respondió el jóven.

- Que siga así, cuanto antes rompa el vínculo, volverá más rápido a la normalidad.

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- El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura en estos momentos

Bailemos hasta la felicidad |°| SigzaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora