Prólogo

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El primer timbrazo del teléfono siempre suena como un grito. Como un grito desesperado de auxilio; como el grito de alguien que en algún lugar está pidiendo desesperadamente una ambulancia. Como el grito cliché de las señoras de las películas en blanco y negro. Como el grito de la señora a la que he visto cientos de veces en sueños, al encontrar a aquel hombre tirado en las escaleras de su casa, y a su hija mirándolo impasible, mientras sostenía el cuchillo en la mano derecha, y su oso de peluche en la izquierda.

Eso fue lo que me despertó -el teléfono gritándome desde el buró junto a la cama-. Debí haber estado demasiado cansada la noche anterior, pues desperté vestida, con la cabeza casi colgando a los pies de la cama y todas mis cosas en el lugar exacto en que cayeron cuando lancé mi mochila, abierta, a un rincón. Me enderecé y me quité el cabello de la cara; los rizos se me habían pegado a la cara y se enredaban unos con otros.

Revisé el número en el identificador de llamada y contesté antes de que dejara de sonar. Era Jake.

-¿Hola? -contesté medio dormida aún.

-¿Jess? -sonaba aliviado- ¿Jess, eres tú?

-Jake, hola... ¿Qué hay?

-¿Qué "qué hay"? ¿Qué te pasó? ¿Dónde has estado?

-Jake, yo... estoy bien, no te preocupes. Tuve que salir de la ciudad y, no sé cuándo volveré. Necesito algo de tiempo.

-Jess, no. -sonaba tan preocupado que podía verlo con claridad recargado contra la encimera de la cocina, apretando el teléfono con una mano, mientras con la otra se abrazaba el costado, frunciendo el ceño y mordiéndose el labio- Necesito que vuelvas. Háblame. Estoy seguro de que podremos resolver esto juntos.

-No. No, no. Necesito alejarme de la ciudad; hacer cosas nuevas, rehacer mi vida, olvidarme de todo, al menos por un tiempo.

-¿De todo o de todos? -demonios.

-No es tan sencillo, Jake. -dije intentando no sonar tan afectada como me sentía hablando con él.

-¡Jessica, por favor! -casi gritó. Escuché que un vaso se rompía al otro lado de la línea. -Tienes que decirme dónde estás; puedo ir por ti en este momento. No me evadas. No evadas lo que sea que haya pasado.

"No tienes idea" pensé.

-Te llamo después, Jake. No te preocupes y, -suspiré- te quiero.

Corté la comunicación antes de que pudiera decir algo más; antes de que las lágrimas que había estado conteniendo desde hacía dos días rodaran por mis mejillas y entonces nunca pudiera detenerlas. No había querido marcharme, pero era necesario; por él, por ellos, por ella, por mí. Tenía que comenzar desde cero, y este pueblo parecía el más indicado para hacerlo.

Solo esperaba no estar equivocada.

Fighting JessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora