La taza de chocolate

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En una de las más esperadas épocas del año, En medio de un frio abrazador. Naruto había conseguido un trabajo de empacador en uno de los súper mercados más destacados de la zona, donde las personas más adineradas se compraban todos los utensilios y alimentos necesarios en su diario vivir.

Su labor como empacador empezó desde unos meses antes, Más específico: Después de salir del colegio. Naruto tenía las esperanzas de entrar a una buena universidad, desarrollarse como persona y ser reconocido pero su nivel económico no era el suficiente para cubrir sus gastos, por esa razón tuvo que buscar trabajo en la zona, Consiguiendo solamente el del súper mercado por ser demasiado joven.

Sus días no eran los mejores pero se sentía conforme a medida que pasaban. Los empleados eran cariños, tenia compañeros por todos lados y las mismas clientas eran un premio a observar. Todos sus compañeros jugaban divertidos entre sí, y suertudo era quien le tocaba ser el empacador de una de las chicas lindas.

Pero Naruto no era de aquellos que solo se la pasaba acosando a las clientas, no. El se centraba en su trabajo. No se propasaba con nadie, reía de los comentarios graciosos de sus compañeros pero siempre mantenía el respeto. Aunque algunas veces era difícil ya que algunas jóvenes se mostraban bastante entregadas a su persona, y no entendía el porqué.

El era un chico normal, con camiseta aguada y pantalones vaqueros. Bastante descuidado. Su cabello rubio no era lo mejor, siempre estaba igual y no había cepillo que se posara en ellos, sus ojos eran azul cielo y su piel bronceada. Su altura era bastante admirable, y su personalidad. Energética.

Siempre se la pasaba en movimiento, ya que el súper mercado siempre estaba lleno. Se la pasaba acomodando las fundas, barriendo y limpiando el piso, ayudando a las personas a buscar el precio de productos, arreglando la mercancía y entre otras cosas, pero ese día era totalmente diferente.

El color de un gris claro, repleto de nubes gigantescas adornaban el cielo, el invierno se acercaba y con eso la reducción de ventas. La mayoría de las personas se dedicaban a viajar a sus lugares de nacimiento a celebrar las navidades.

Naruto estaba recostado de la mesa de empaque, mirando a los lados aburrido. Los chicos con que compartía se habían ido todos de vacaciones navideñas. Ahora quienes le acompañaban eran unos hombres más viejos que su papá. Luego de mirar a todos lados sin conseguir nada que hacer decidió coquetearle a la hermosa mujer que le tocó como cajera.

-Oye Muriel. - El llamado picoso se dio a escuchar, pero la mujer no mostraba señales de interés. Su mirada aguada estaba posaba en un pequeño papelito de lotería. -Muriel.

Le volvió a llamar dándose cuenta esta vez que traía apagado el aparato de la sordera. Que mal educada. Naruto siendo amable y ella ignorándolo.

-Estúpida anciana...-Susurró para sí mismo.

Buscando por otro lado algún motivo de diversión, perdió su mirada en la parte baja de una espalda, mirando embelesado casi sin pestañar, aquella figura comenzó a voltearse al terminar de entrar al carrito el producto que andaba buscando.

El rubio aun paralizado por aquella belleza hizo una cara de estreñido al ver algo extraño en la parte frontal de aquella persona, procedió a subir su mirada hasta llegar a su rostro, quedando en shock al darse cuenta que el poseedor del bello trasero era un chico.

Naruto miraba con la boca abierta disimuladamente las acciones del chico con el fin de no ser descubierto en el intento, pero el mundo no estaba de su lado porque en ese preciso momento el chico de pelo negro dirigió su mirada de forma inconsciente hacia él, creando el contacto.

El chico no era un adolecente como él, poseía un aura madura, sus características eran simples: Pelo negro peinado de forma perfecta hacia atrás, sus ojos del mismo color, fríos y calculadores que le daban ese toque peligroso y su piel clara como la nieve que sin darse cuenta empezó a caer en el exterior.

El empacadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora