Historias para sádicos

El retrato de Kailina

Esta historia comienza en un pequeño poblado un poco apartado de la ciudad . Antiguamente era uno de los mayores centros turísticos de la provincia , pero con los años su deterioro fue inevitable.

El sol iluminaba el este y no había llegado aún a la cúspide de su reino cuando nuestro protagonista ingresó en el recinto donde comenzaría su "desdicha". Entró con aire sereno sin ningún motivo aparente, ¿Que más podía hacer a tan tempranas horas de la mañana si todas las tiendas del boulevard aún estaban cerradas?.

Se paseó por la sala mirando diferentes obras, después de todo, el recinto era más un museo que una tienda. Era magnífico el lugar. Habían todo tipo de artes. Habían cuadros colgados a lo largo de las cuatro paredes del local, mientras que el centro estaba adornado por pequeñas esculturas ,quizás de algún artista conocido mundialmente. Posiblemente aquella tienda tenía millones de dólares en su interior y los pueblerinos no lo sabían debido a su ignorancia de lo que realmente es bello, lujoso y de calidad. Un poco apartado habían muebles de maderas preciosas e incluso había un sarcófago en lo más próximo al mostrador , el cual se encontraba en lo más profundo de la sala , pero desde la zona ,se podía ver todo lo que sucedía en los límites de ese dominio.

No hubo prisa en su visita y miró todo aquel arte con desdén , desdén el cuál el vendedor que se encontraba en el mostrador pudo percibir, pero aún así se mostró indiferente ante las 'no expresiones" de su cliente.
No fue hasta que nuestro protagonista estuvo en frente suyo en que se dignó a hablar el anciano de ochenta años. Cordialmente se dieron los buenos días e intercambiaron pocas palabras  hasta que salió a relucir cierto tema que no fue de agrado para uno de los participantes.

-¿Cómo se encuentra usted señor Marcel? La pérdida de su esposa ha debido de ser un duro golpe para usted- dijo el trabajador del lugar.

-No la perdí , me la arrebataron, la asesinaron - respondió fríamente Marcel como si su esposa no hubiese representado nada para el.

-En este pueblo las noticias vuelan, y a mis oídos llegó que le dió un ataque al corazón - siguió metiendo el dedo en la llaga el insistente holgazán

-¡¿Ataque al corazón!? , ¡¿Cómo se atreven a decir eso!? , ¡La apuñalaron tres veces!- respondió inmediatamente con un tono no muy sereno.

Claramente la situación iba tomando un rumbo agresivo. Ninguno tenía por qué preguntar o responder nada, pero como se puede apreciar Marcel entraba en su juego como un niño , después de todo , se estaba comportando como uno.

-Calmese por favor- apaciguó el vendedor.
Fue en ese instante en que se percató de que había tocado una herida en la que no debía urgar. Fijó sus ojos en el suelo y hubo unos instantes de silencio...

Claramente la sensibilidad no estaba entre los puntos fuertes de ese anciano, sino, ¿como  le habría dicho semejante barbarie a una persona que acababa de perder a un ser querido , sin ningún tipo de vergüenza?.

Apenado por el suceso y queriendo enmendar su error , el anciano pensó que podría congratularse con Marcel haciéndole un regalo. Había dado un golpe emocional y pensaba remediarlo con algo material, no a todos les hace gracia tanta maldad, pero no había manera en aquel preciso momento de arreglar nada, así que después de mucha insistencia Marcel aceptó el regalo.
El vendedor se apresuró al almacén y extrajo un cuadro, bastante antiguo , sin embargo , no representaba nada comparado con las bellezas que se mostraban en aquel museo de "bellas artes".

En el retrato se mostraba a una bella joven con cierto parecido a la difunta esposa de Marcel. La joven estaba sentada en un pequeño butacón rojo vestida como la gente del siglo XVII,con un vestido rosa que le llegaba hasta los tobillos, mientras tomaba lo que parecía ser una especie de té en una pequeña taza de porcelana. Pero lo que más llamaba la atención de la jóven no era su vestimenta, sino su cara , específicamente , sus ojos de diferente color... Eran hermosos, pero a la vez terroríficos ...