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HOGWARTS

Con el tiempo se acostumbró a vivir con un niño y a ver por él

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Con el tiempo se acostumbró a vivir con un niño y a ver por él. Sin embargo con lo que no contaba es con que su antiguo amigo Dumbledore volviera a ser parte de su vida.

Al principio le sorprendía el hecho de que no tuviera resentimientos, pero acepto que esté volviera a ser su amigo, a pesar de que sus sentimientos no querían eso.

Conforme creció Matthew sus ojos se marcaban más de un color exacto, iguales los de su abuelo-padre uno de ellos era completamente blanco y el segundo negro. Lo cuál era muy conveniente para que nadie negará que era hijo del mago.

Para cuando Matthew cumplió tres años, Gellert estaba volviéndose muy apegado a Albus, por lo que éste también fue parte de la vida del pequeño Grindelwald. Gellert creyó que nada podía detener sus planes, pero entonces había llegado el pequeño que creció bajo su sombra.

Matthew tenía una risa que alegraba cada mal día que Gellert tenía. Siendo un valioso informante del Ministerio, además de atender de vez en cuando alguno que otro departamento, por lo que regularmente tenía quejas o gritos en vez de una conversación normal de magos.

De vez en cuando se encargaba de hacer temblar a los novatos del Ministerio, o algunos magos de experiencia aún se asustaban con su presencia pero ni siquiera eso lo divertia ahora. Solo la risa e invenciones de Matthew.

Sin darse cuenta su corazón se fue ablandando, su plan de alargaba y en vez de inculcar a su hijo sobre lo superior de un mago a un muggle, se la pasaba jugando y viendo que en la niñez de Matthew no le faltará nada. Lo llenó de cariño y afecto.

Albus aprovechó esta vulnerabilidad de Gellert, siendo que sabía que no dejaría sus planes de destapar el mundo mágico tan fácilmente, sabía que traía algo entre manos. Pasó tres años hablando con Gellert, haciendole ver que sus ideales debían cambiar. Que lo importante era velar por el niño y el resto del mundo no importaba.

Tres años de terquedad, paciencia, insistencia y sobre todo cariño de parte de Matthew, abrieron los ojos de Gellert. Que se dío cuenta no quería un mundo para él, sino que ahora contemplaba la felicidad de su hijo.

Así fue como Gellert le hizo una promesa: cuidar de él y amarlo por sobre todo lo que llegará a pasar. Pues si bien recuerdan el niño había sido manipulado con magia oscura antes de su nacimiento, lo que estaba seguro le traería problemas.

Enfocándonos ahora en Matthew, el niño demostró ser muy listo desde los cinco años, pues lograba entender muy bien lo que su padre le hablaba sobre pociones y encantamientos. El problema era que no le importaba mucho esos temas a su edad. De ahí que terminará jugando a escuchar el discurso sobre la supremacía mágica de su padre.

Además de su poderosa magia, sus llantos de pequeño podían romper algunas cosas de cristal en la gran mansión Grindelwald, sus risas hacían crecer cualquier cosa que le gustará y por lo tanto tuvo que ser educado en casa durante sus primero años, en vez de ir a una escuela muggle. Y las travesuras para entretenerse no se tardaron en llegar.

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