Ambivalencia de la realidad

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Amada Nenet

En realidad no quisiera hablar de esta última e inesperada parada que tuve que hacer. Lo que menos deseo es contristar a tu corazón, sin embargo, también reside en mí una parte que desea liberar estas nuevas experiencias que tuve. He sentido el verdadero miedo, y querida hermana, sé que nuestro lazo es tan fuerte que lo habrás sentido a pesar de la distancia. Resulta extraño, ¿no? El cómo podemos percibir los sentimientos de aquellos que amamos, pero de corazón espero que esta vez no hayas sentido lo que me ha tocado experimentar.

Muchas cosas colaboraron en que ahora esté pisando estas tierras, que a pesar de ser hermosas emiten un aura que te juro, erizaría hasta la persona más valiente; el primer motivo de que esté aquí ahora, es la confianza, pero una que es ciega. Lo aposté todo, creí ser una nube más y me aventuré al cielo con el primer viento, no realicé todas las pruebas de calibración y a mitad de viaje el despiadado clima me quitó cualquier oportunidad de continuar, tuve que realizar un aterrizaje de emergencia en tierras que a la vista, parecían estar deshabitadas.

Ver la majestuosidad de Rocca Calascio, en Italia, impone rendirle veneración, por lo que sentí aún más miedo de que mi sola presencia pudiese faltarle al respeto, desconozco su historia pero temo que mi solo forastero respirar ofenda su pasado y sobre todo, a los que lo habitaron, o aún más importante a quienes lo habitan ahora.
Aquí residen más que memorias.
Nunca antes sentí la necesidad de esconderme de alguien distinto a ti, como cuando solíamos jugar, ahora era más que una actuación, esta vez era algo totalmente diferente, podía sentir mi corazón latir con fuerza a cada sonido que provocaba el viento o alguna rama, me siento como una plaga y jamás pensé que algún día sería un huésped mal querido.

Y te preguntarás, si me he sentido así, ¿no habría sido más fácil acercarme al poblado y pedir ayuda? Te diré qué absolutamente no, esa hubiera sido la peor decisión.

Pedir ayuda aquí es como tener una soga amarrada al cuello, sé que la necesito para poder emprender mi viaje nuevamente, pero si corto esta soga y me acerco, caeré al vacío, irónicamente, si la dejo atada me asfixiará.

Entre estas antiguas construcciones se esconden más de un millón de secretos que no quieres conocer, pero más allá de eso, existe una brecha que nunca antes vi y que de la manera más honesta que puedo describir, espero jamás volverme a encontrar.
La situación se asemeja mucho a cuando dos países vecinos se declaran la guerra. Bueno, en todo caso, aquí sería una guerra civil, pero no por ser de menor escala deja de ser atemorizante, la angustia es palpable en todo lugar.

En la zona baja, los pobladores conocen el valor de su posición y de lo atractivo del lugar para los turistas, por lo que no tienen problema con ver rostros nuevos a cada día, siendo amables con los demás. ¡Como me hubiera encantado ser uno de ellos! Pasearme sin miedo, conocer el lado amable de la ciudad y de la población, tener tiempo para disfrutar y grabar en mi mente cada amanecer.
Era simplemente envidiable las facilidades que se tenían a sólo algunos kilómetros más abajo.

Por el otro lado, en la parte alta, donde desafortunadamente tuve que permanecer, se encuentran todos los conservadores que no dudarán en defender su territorio de todo aquél que haya nacido en una tierra extraña, de los cuales, soy parte.
Aunque estoy segura que frente a sus ojos, he sido la peor al irrumpir su espacio a través del empíreo.

Es un hecho que están buscando el origen de aquel sonido que desestabilizó su tranquilidad, y lo entiendo, sé que sucedería lo mismo en nuestro hogar; lo extraño inspira terror y no estamos dispuestos a dejar entrar esos sentimientos en nuestras vidas. Su imperio se sintió atacado y debían defenderlo a como diera lugar. Y por eso mismo, porque conozco la capacidad humana, es que tengo miedo. Esto es lo más cercano que he estado de la muerte, y recalco que no es el hecho de no vivir el que me aterra, sino el hecho de no poder estar a su lado en mi último suspiro, en mi lecho de muerte. Que no puedas saber qué fue lo que sucedió y esperes pacientemente por mí sin saber que ya no volveré. Manteniendo encendida en ti la esperanza de la vida sin saber que en mí se ha apagado.

Críptico FortunioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora