I

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— Estás mareada, ven. —dijo Yoongi agarrándome de la cintura.

— Estoy bieeen, si querías agarrarme de la cintura no necesitabas una excusa. —me apretó cuando pisé en falso y casi me caigo, le escuché respirar pesadamente.

— ¿Por qué te bebiste ese trago así? —me agarró con más fuerza cuando mis piernas se aflojaron, que cómoda estaba, pero quería que me cargara—. Deja de recostarte, te vas a caer.

— No me vas a dejar caer. —traté de ponerme de pie y me acerqué a su pecho, cuando estaba recostada de este me rodeó la cintura completamente con su brazo izquierdo—. Cárgame. —le escuché reír.

— ¿Debería? —asentí con los ojos cerrados mientras inhalaba su perfume.

— Sino me caeré y no podrás sacarme del elevador. —solté en casi un susurro.

— Fácil, te tomaré de una pata y te halaré cual saco de papas. —lo escuché reír nuevamente cuando solté un sonido de sorpresa.

— Pero llevo vestido, se me va a ver todo.

— No es mi problema. —alzó los hombros.

El elevador se abrió nuevamente y a mi espalda escuché unos pasos, las voces femeninas se detuvieron y la caja de metal procedió a moverse cuando pasaron al interior. Sin decir nada más Yoongi, que llevaba mis zapatos en su mano derecha, se agachó un poco y me tomó al estilo nupcial en sus brazos, es muy fuerte, sonreí. De reojo pude ver a las tipas viéndonos con detenimiento, yo me abracé de su cuello y descansé mi cabeza en su curvatura. Al detenerse nuevamente el elevador Yoongi procedió a pedir permiso para salir, mientras salíamos escuché a las tipas cuchichear y me sentí muy bien, no todos los días se ve una loca en brazos de un buen y elegante hombre de rico olor vestido a traje negro.

— No recuerdo, ¿es el 23 o 26? —dijo mientras seguía caminando viendo los números en las puertas.

— El 26. —yo estaba perdida en su olor, ese perfume tan suave y varonil. De un momento a otro afirmó su agarre en mí y no me di cuenta que lo había hecho para poder insertar el código en la puerta, en silencio le observé mientras ponía el código y abría la puerta sin ningún atisbo de molestia.

Dentro la luz de sensores de la entrada se encendió y él pasó directamente el pasillo hasta ponerme encima del visible sofá. Se dio la vuelta y bajo mi mirada se quitó el saco y los zapatos dejándolos en la entrada. Ay, me está dando fiebre, y quiero quitarme el vestido.

— ¿Memorizaste mi código? —dejó mis tacones en la entrada y se dio la vuelta remangándose la camisa.

— ¿Tu qué crees?

— ¿Y por qué?

— ¿En serio? —al ver que no le iba a responder se sentó en el otro lado del sofá, cerca de mis pies, yo me recosté de mis codos para verle mejor mientras me quitaba el cabello de la cara que me estorbaba la vista—. No es la primera vez que te traigo borracha, ¿se te ha olvidado?

— ¿Qué? —pensé—. No recuerdo que haya habido otra.

— Pues sí ha habido otras. —enfatizó en la última palabra. Tal vez era mi estado de ebriedad pero, todo lo que hacía ahora mismo me estaba encendiendo como motor que tiene cien años sin funcionamiento. Comencé a reírme, eso fue gracioso—. ¿De qué te ríes?

— Agh, nada, ha de ser el alcohol. —volví a recostarme. Cerré los ojos aflojando el cuerpo para descansar mejor. Hasta que recordé una cosa.

Le gusto, nos gustamos, es mutuo. No es un fantasía, ya puedo cumplir mis sueños.

Oleo.  ||  M.YGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora