Capítulo VI

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Acercamiento muy personal, tuve miedo de perderte

Narrador: las chicas seguían besándose de manera desesperada, Jennie por un momento se asustó al sentir las manos de la tailandesa tocándole los senos, por un instante recordó el ataque violento que sufrió a manos de Jiyong y comenzó a temblar, unas lágrimas salieron de sus ojos por tales acciones la tailandesa se detuvo abrazándola con fuerza.

Lisa: shhh tranquila – le dijo con la voz muy agitada.

Jennie: lo siento – dijo con un hilo de voz y casi sollozando.

Lisa: no tienes por qué disculparte – dijo colocando su frente sobre la de la coreana – sé que tienes miedo – le dijo en susurro – pero yo no voy a lastimarte – al decirle eso la llevo a la cama y la recostó – es mejor que duermas.

Jennie: Lisa – dijo atrayéndola hasta ella y abrazándola con fuerza – es cierto que tengo miedo, pero contigo sé que estoy a salvo – dijo separándose un poco de ella y le tomo la mano – es por lo que quiero seguir – dijo así que le colocó la mano en su seno – no quiero sentir más miedo y menos así ti – al decir eso la beso.

Narrador: la coreana sabía que la tailandesa no la lastimaría a pesar de los pocos días que llevaban de casadas, Lisa nunca intentó tocarla de manera irrespetuosa todo siempre bajo su consentimiento, los besos que le daba no eran agresivos sino suaves aunque a veces eran desesperados no dejaban de ser delicados, no quería seguir pensando en lo que casi le hacia su padrastro el día de su boda, la tailandesa era diferente a él ella no usaba la fuerza para obtener algo que tanto ante la ley como por los ojos de Dios era suyo, ella aceptó entregarse a ella antes de casarse sabía que en algún momento le cumpliría, así que no lo quería posponer más su cuerpo se lo pedía sus hormonas le gritaban “déjate llevar”, es por eso que ya no lo quería evitar realmente la deseaba necesitaba sentirla por completo, se entregaba a ella a partir de eso beso que la pelinegra acepto algo sorprendida pero deseosa.

Lisa: ¿estas…segura? – preguntó por última vez con la poca cordura que le quedaba.

Jennie: completamente – dijo viéndola a los ojos.

Narrador: la tailandesa no necesito escuchar nada más se acercó a su boca y la beso con tanta delicadeza como si se tratara de una muñeca de porcelana, ambas estaban ahora sentadas en la cama y las manos de la tailandesa se dirigieron a los botones de aquella camisa, fue desabrochando lentamente cada botón por botón sin despegar sus labios de su boca, Jennie al sentir como el fresco de la noche la golpeaba en su pecho semidesnudo se estremeció por el cambio de temperatura.

Lisa: ¿estás bien? – dijo sonriendo al separarse de sus labios al sentirla temblar.

Jennie: solo me dio frío – al decir eso ambas sonrieron.

Lisa: eres tan hermosa – dijo al ver sus pechos solo cubiertos por el brassier.

Jennie: ¡¡¡Lisa!!! – le dijo avergonzada por la manera como le veía los senos, esa mirada no era de lujuria era de admiración sin duda ella la respetaba y eso le gustaba mucho.

Lisa: es la verdad – dijo besándola nuevamente con la misma delicadeza.

Narrador: la coreana llevo sus manos a su camisa y comenzó a desabrocharle los botones, una vez terminado la labor le quito la camisa y se separó de su boca, sonrió al ver aquel brassier negro en donde se escondían unos senos pequeños y sonrió aún más al verle ese abdomen plano, “te gusta lo que ves” le pregunto con un tono más ronco “si me gusta mucho” dijo casi en susurro, las chicas volvieron a besarse y ambas camisas cayeron casi al mismo tiempo al suelo, la tailandesa la fue recostándola en la cama se vieron a los ojos las manos de ambas llegaron a los jeans de la otra, no dijeron nada y simplemente desabrocharon ambos botones y bajaron las cremalleras al mismo tiempo, la tailandesa se colocó sobre la coreana y con mucho cuidado le empezó a besar el cuello, Jennie llevo sus manos a su espalda y la acarició de manera lenta sintiendo aquel cuerpo, pero sintió algo extraño al pasar sus manos así que levanto levemente su cabeza y vio marcas en aquella piel tailandesa, la pelinegra se estremeció al sentir como las manos de la coreana le recorrían aquellas heridas y se separó de ella, ambas se miraron a los ojos mostrándose no solo deseo sino también dolor, uno que ambas reconocían perfectamente la pelinegra se sentó de nuevo y solo la miraba esperando que ella le preguntara, la coreana solo se levantó de la cama y se dio la vuelta mostrándole la espalda, Lisa se levantó y le paso sus dedos por aquellas heridas ya cicatrizadas y la abrazó con fuerza.

Me enamoré de mi esposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora