Prólogo:

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No se porqué rayos la única persona que se suponía tenía mi entera confianza me había convencido de venir a este extraño lugar. Supongo que tal era mi desesperación que al parecer no me quedaban muchas más opciones.

Es totalmente ridículo.

Eso es lo que pensaba en este momento. Trataba de no rezongar tanto por los tirones que daba mi amigo para arrastrarme dentro del local.

- ¿Recuérdame porqué es que estamos aquí?- pregunté mirando su cara de emoción que hacía que perdiera cada vez más la fe en la inteligencia humana- No, mejor deberías darme una buena razón de porqué esto funcionará.

Rodó sus ojos cansado de escuchar mis continuas quejas; puesto que todo el camino me lo había pasando cuestionando como me permití llegar a este punto.

Sin más remedio aparente entramos pasando por unas viejas y desgastadas cortinas que parecían ser de un color rojo- y digo parecían porque del color le quedaba muy poco, por lo transparente de la tela y el cúmulo de polvo que tenían- todo muy a juego con el lugar, que no lo habían limpiado en años; puede que hasta en siglos; parecía sacado del set de una película de terror.

Tanto así era el caso que habían muchos objetos estrafalarios, figuras y libros viejos esparcidos por todo el piso del pequeño salón. Me fue imposible no tropezar casi cayendo encima de un cuerpo que se encontraba tirado en el suelo justo delante de una mesa con varios artefactos raros- dentro de ellos una mano de cartas que era lo único que podía precisar- por suerte mi acompañante tuvo rápidos reflejos y me sujetó antes de estampar mi cara contra ello; más bien ella.

Una anciana de unos ochenta años como mucho, vestida con el ropaje típico de un chamán. Reposaba tranquilamente tumbada en el suelo, con un abanico apaciguado el calor infernal que reinaba en todo el lugar.

- Mmmmrh.- aclaré mi garganta tratando de llamar su atención.

De un salto y sin mucha dificultad se levantó y ocupó el lugar detrás de la mesa, dejando dos cojines libres para que tomáramos asiento frente a ella.

- Sabía que llegarían.- dijo levantando la barbilla y observándonos con misterio. - Los estaba esperando.

¡Ay, por favor!

Bien que podría ser menos predecible. Me dieron ganas de salir de ahí en ese mismo instante y replantearme esta terrible decisión. Al prever mis intenciones mi amigo puso su mano en mi hombro para impedir mi huida.

- Hemos venido por...

No lo dejó terminar de hablar y comenzó a golpear un cacharro de lo que parecía ser de una madera hueca y hizo ruidos como un monje en plena meditación.

Al principio nos asustamos un poco cuando pasó casi un minuto de ruidos guturales y golpeteos frenéticos. Pero lo más aterrador vino después; cuando hizo una pausa dramática, me agarró de las manos y tiró de mí haciendo que quedasemos cara a cara.

De pronto abrió sus ojos y me miró fijamente, sacando un jadeo lastimero por mi parte del semejante susto. Uno de sus ojos estaba completamente ciego y era de un color azulado verdoso muy brillante.

- Puedo ver una fuerte esencia emanar de ti.

No me diga señora, imagino que la ve con el ojo bueno.

Traté de recuperar la compostura y darle un poco de seriedad a la situación; no sin antes mirar mal al único culpable de esta pesadilla; quien claramente estaba a mi lado tratando de aguantar la risa.

La anciana recogío el mazo de cartas y lo colocó justo en frente a mí.

- Cierra los ojos y deja que el destino elija el camino.

Light my fire | mygDonde viven las historias. Descúbrelo ahora