Parte única

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Solo por tus manos me aferro a la vida.


 Takemichi ha vivido una vida vacía, sin color. No tiene buenas memorias de los viejos tiempos, es más, las personas que ha conocido en su vida se han vuelto, progresivamente, borrosas, difusas. Como si su estadía en la tierra hubiese sido un rompecabezas que ha perdido gran parte de sus piezas, algo incompleto.

Nunca se había quejado de eso, a decir verdad, bastante acostumbrado a perderlo todo sin haber tenido algo, en primer lugar.  Y es que su infancia estaba plagada de espacios en blanco, no tenía recuerdos memorables con sus padres, ni en su hogar ni en lo relacionado con el ámbito público, como si él fuese tan poca cosa que no merecía ni el esfuerzo de fingir ser una familia feliz. 

Ha tenido amigos, sí, incluso una novia, y han sido buenos con él. No lo recuerda, pero está seguro de eso. Sin embargo, no se siente como si hubiese disfrutado de ello, en lo absoluto. Era más como si, en realidad, solo hubiera estado viviendo porque no tenía otra opción, porque siempre era muy cobarde como para hacer algo que terminara con su vida. Se sentía como un personaje dentro de una obra, interpretando un papel: el de un chico, en apariencia feliz, sin problemas familiares, con muchos amigos y una hermosa chica que estaba enamorada de él. 

Bueno, al menos, eso es lo que teoriza. Siendo honesto consigo mismo, de hecho, cree que pudo haber tenido conflictos con algunos pandilleros, a juzgar por la gran cantidad de fotos de su adolescencia donde está lleno de moretones en la cara. 

Entonces, un día simplemente todo cambia: de un momento para otro, siente su vida pasar frente a sus ojos como una película, y recuerda escenas de esa obra que siempre creyó que no le pertenecía; eran fracciones de momentos, instantes donde parecía encajar en su grupo de amigos, donde lucía en verdad enamorado de la linda chica que era su novia, incluso parecía tener un sueño y se veía fuerte e inquebrantable como un héroe. Aun si se le pasaba llorando todo el tiempo. 

Las lágrimas de pronto se desbordan de sus ojos, era como dar una bocanada de aire después de aguantar la respiración debajo del agua por mucho tiempo. Un largo tiempo. 

Recuerda  a Hina, su preciada novia, a sus amigos, la pandilla que formó  junto con ellos, y el sentimiento de encontrar un hogar, aunque no fuera dentro de las paredes de su casa. Ellos eran su tesoro, los que le daban fuerzas para seguir aunque se sintiera rendido. Siempre se volvió a levantar por ellos, por su bienestar, ¿Cómo pudo olvidarlos?

Se siente estúpidamente desesperado por volver a verlos, por tener otra oportunidad para apreciarlos como lo que eran, una familia invaluable. Eran su mundo. 

Cuando sus ojos se cierran, empapados en lágrimas, espera volver a tener la misma vida, incluso con las angustias, las caídas y tropiezos.  Está seguro de que, si tiene a sus amigos, siempre volverá a levantarse. 


[...]


Abre sus ojos, sintiéndose pesado, con la sensación de despertar luego de un sueño demasiado largo. Siente la almohada suave, las sábanas frescas, la brisa que se adentra por la ventana, el sonido de las hojas de los árboles afuera. 

Y sabe, lo interpreta como un presagio, que no está en su departamento desordenado de sus veintisiete años. Reconoce el aroma a colonia juvenil, su viejo y confortable piyama, la cama pequeña pero cómoda. 

Espacios en blanco | DrakemichiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora