I. Los diecisiete años es una edad muy fea para enamorarse, en verdad.

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            PARTE I.

            Terriblemente feo (la adolescencia)

Los diecisiete años es una edad muy fea para enamorarse. Y eso es lo único que pienso mientras Lia se come todo el helado de mi nevera, con el delineador corrido y el corazón hecho trizas.

Nunca he sido realmente buena consolando a la gente, —Eso de decir que todo se pondrá bien, ser positiva y optimista no es mi estilo. Pero Lia es Lia, es mi mejor amiga.

Así que aquí estoy yo, palmeando incómodamente la espalda de Lía mientras llora por un chico.

—Déjalo Lia, es un bastardo.

—Ni siquiera lo conoces Ana. —Dice ella. Agarra un klenex y limpia su nariz.

Hago una mueca en desacuerdo —No necesito conocer a alguien para saber que es un bastardo.

—Sólo lo dices porque me rechazo.

—¡Eso lo hace el bastardo de los bastardos!

—Bueno, él es algo...— Ahí esta, Lia mueve la comisura de sus labios. No soy muy buena con la empatía, pero si que soy graciosa.

—Bastardidisimo, con superlativo y todo. —Ella me mira arqueando una ceja, aun con débil sonrisa.

—¿Esa palabra siquiera existe?

—¿Eres un diccionario o qué?

Lia sorbe su nariz fuertemente, luego me mira con los ojos tristes y vacilantes

—¿Es muy feo decir que a pesar de que no me ame, todavía me gusta? —Pregunta.

Me muerdo el labio. Claro que es feo, es más que feo, es estúpido.

Lia no es estúpida, es solo demasiado buena. Y ese es el problema. La gente buena ve el lado bonito de las personas, y se enamoran tan fácil que desenamorarse es la parte difícil.

—¿No puedes hacer como todos y odiarlo para superarlo?

Entonces ella toma mis manos y para mi sorpresa, me dice:

—Consejo número 1 de Lia para Ana. No te enamores nunca a los 17, es feo como el infierno.

—¿Has estado en el infierno o qué?

Lia pone los ojos en blancos, —Consejo número 2, en especial no te enamores de bastardos como Marcus.

Sonrío. Chicas como yo no nos enamoramos a los 17.

A diferencia de Lia a mí me cuesta más ser amable, no soy tan cursi y romántica, los chicos tienden a acercarse a mí por curiosidad más que por interés y ciertamente no es que yo me esfuerce.

—¿Ya estas enojada?                                                      

—Déjame ver otra vez Diario de una pasión y te juro que después le intento odiar.

Pero en realidad Lia no lo pudo ni intentar odiar.

No me quiero olvidar de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora