5. Funeral

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No le gustaba decirlo, los colores de luto le quedaban.

El vestido oscuro, las botas altas, los guantes y la rosa negra sobre su cabello junto con el velo que le cubría el rostro, ese atuendo fue preparado para ese día.

Después de recibir la carta Andrés volvió al instituto Ébano para recoger sus cosas e iniciar el viaje de dos días a la capital, de igual forma el duque Johan Kreigos inició los preparativos, dejó los asuntos en orden y un día después partieron.

Llegaron en media hora a la ciudad y desde ahí siguieron otros diez minutos hasta la estación de trenes, la entrada reservada para los nobles les permitió caminar por un pasillo desde donde las personas no podían verlos y abordar los vagones de primera clase, un tren sin escalas se tomaría día y medio en llegar hasta la ciudad capital de Gouta.

El viaje fue silencioso, Liluina miró por la ventana y se recargó sobre los cojines, el cielo estaba nublado y por la noche cayó una ligera lluvia, a su disposición tenían sirvientes, comida, baños, habitaciones con camas y el movimiento del tren era leve, peo el viaje fue silencioso.

Al llegar a la estación ya los esperaba un carruaje y de inmediato notaron las cortinas negras que colgaban en todas las ventanas, esa tarde tendría lugar el primer desfile con las cenizas del príncipe heredero recorriendo las calles para que todos los fieles pudieran despedirse. Era un día demasiado triste y tuvieron que esperar a que se abrieran las calles para llegar a la mansión Andes.

Angela fue la primera en bajar – papá – y abrazar al duque Andes.

El hombre mayor la abrazó – debió ser un viaje largo, ya preparamos las habitaciones para que descansen – le dijo y pasó la mirada hacia el duque Kreigos.

Liluina avanzó e identificó al resto de la familia.

Sus abuelos, los duques César Andes y Magdalena Andes, sus tíos Javier y Celestina Andes, y sus primos Viola y Agustín Andes. Al casarse las mujeres tenían la opción de conservar el apellido familiar, adoptar el apellido de su esposo o tener ambos, era una decisión individual pero la presión familiar importaba, por petición de su abuelo, su mamá conservó el apellido de su familia y bajo la misma presión su abuela y su tía lo cambiaron.

Angela la sujetó de los hombros – Lilu, ellos son tus primos Viola y Agustín.

Viola tenía dieciséis años y Agustín cinco.

– Y ellos son tus tíos Javier y Celestina.

Liluina hizo una reverencia – encantada, muchas gracias por permitirnos quedarnos en su hogar.

Celestina le sonrió – es una pequeña muy linda, tal y como contaste en tus cartas, estoy segura que ella y Viola se llevarán bien.

Lo dudo mucho.

No había forma de que ella y su prima se llevaran bien porque Viola se enamoraría del príncipe Andrés.

Entraron a la mansión – tenemos tiempo para comer antes de la ceremonia y ustedes necesitan descansar después de viaje – le dijo su abuela.

Liluina fue a su habitación y buscó el espejo para quitarse el prendedor y descansar de los afilados pasadores que le provocaban dolor de cabeza, no mucho tiempo después Viola entró a la habitación sin anunciarse y cruzó los brazos – escuché que te quedaste sin prometido.

El plan era simple, casarse con el segundo príncipe y convertirse en la duquesa, era lo ideal porque su madre enfermó después de dar a luz y un doctor le dijo que no volvería a tener hijos, además eso le daría a Andrés el título de duque y si se mantenían como una pareja fuerte no habría problemas. Pero Andrés ya no era un segundo príncipe y si Liluina se casaba con él, se convertiría en reina y renunciaría a su posición como heredera del ducado.

Sistema de VillanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora