Tengo el rostro cubierto por mis manos. El arranque de valentía que sentí mientras nadaba se fue al carajo. La perturbadora escena que acabo de presenciar destruyó mis esperanzas. Estar en el interior del Descorazonador solo puede significar una cosa: estamos conectados de alguna forma. Me dan arcadas de solo pensar en ello. ¿¡Cómo es posible que esta detestable criatura y yo tengamos algo que ver!? ¡No me cabe en la cabeza! Si bien nunca he sido la más ejemplar de las ciudadanas, jamás les haría daño a otras personas solo por placer. Mucho menos me atrevería a quitarles la vida. No, todo esto tiene que ser un gran error, ¡no soy una asesina!
Cargada de frustración, levanto los puños y golpeo la barrera transparente varias veces. No me detengo hasta que brota sangre de mis nudillos. La rabia me da fuerzas para continuar. Por alguna razón incomprensible para mí, no percibo dolor en mi cuerpo. Me domina un deseo enfermizo de liberar violencia a diestra y siniestra. Mis manos siguen estampándose contra el muro sin descanso. El fluido rojo tiñe el espacio circundante. ¿Es así como se ve el agua cuando los tiburones despedazan a sus presas? Rio de la nada al pensar en ello, pero no sé por qué lo hago. No tiene nada de gracioso. ¿¡Qué mierda pasa conmigo!?
Las ganas de aporrear la barrera se esfuman con la risa. Abro las manos y dejo que mis extremidades caigan flojas a los costados. En ese momento, un repentino calor invade mi palma derecha. Siento un cosquilleo en la piel de esa zona. Levanto el brazo para observar la marca. Al verla de cerca, noto que las líneas en ella ya no son rojizas, sino doradas. Una tenue luz emerge desde la cicatriz. Cuando lo percibo, no puedo apartar la vista ni un segundo. Cuanto más de cerca la miro, mayor es la extraña atracción que esta ejerce sobre mí.
De repente, la intensidad del brillo aumenta y me deslumbra. Es como si estuviera sosteniendo un fragmento del sol en mi mano. El resplandor es tan potente que todo a mi alrededor desaparece. No veo nada más que manchas raras. Me arden los ojos, quiero cerrarlos, pero me resulta imposible hacerlo. Mis pupilas se concentran de lleno en la marca. La sensación de malestar es insuficiente para disuadirme de seguir mirando. El poder de atracción de la luz es irresistible.
Cuando creo que estoy por perder la vista, el destello se desvanece de golpe. Una especie de paredes blancas me rodean ahora. El espacio entre estas y mi cuerpo es minúsculo. No puedo estirarme aquí dentro. La sensación de encierro me eriza la piel. Con la respiración acelerada, trato de empujarlas para abrirme espacio. Para mi sorpresa, dichas paredes se rompen fácilmente en varios pedazos. Algunos de estos quedan entre mis manos. Al sentirlos, frunzo el ceño. ¿Acaso estoy tocando el cascarón de un huevo? Intento levantarme, pero mi cuerpo no responde. Estoy confinada a un cuerpo de bebé recién nacido. Solo soy capaz de ver y oír.
En ese momento, alguien pasa a un costado a toda velocidad. Debido a lo lastimado de mi visión, no puedo distinguir bien sus rasgos. Solo veo parches de color, pero sé que se trata de un ser humano. El sexto sentido me lo dice. Cuando esta persona se acerca a mí, una rara sensación de familiaridad me invade. ¡Necesito verle la cara! Parpadeo con rapidez muchas veces. El lagrimeo de irritación por fin se hace presente. La imagen de esta persona sigue siendo difusa, pero va cobrando nitidez tras cada pestañeo. Es un hombre.
—¡La criatura por fin despertó! ¡Está respirando! ¡La hibridación dio resultado! —La voz masculina llega acompañada de una leve presión en mis mejillas. Me sostiene desde atrás, así que no puedo identificarlo todavía—. ¡Su apariencia es completamente humana esta vez! ¡Séllala! ¡Séllala ahora!
Una mujer aparece frente a mí al instante. Aunque está cubierta por una capucha, reconozco la parte visible de su rostro. Es una versión más joven de Eloísa. Se agacha a mi lado, toma mi mano y coloca una pieza metálica entre mis dedos. Sujetándome con fuerza, cierra los ojos y empieza a pronunciar palabras en un idioma que yo nunca había oído. Su cuerpo se llena de líneas oscuras similares a venas. Cuando separa los párpados, dos pozos negros me reciben. Junta sus manos y sopla sobre mi cara. Un polvillo blanco sale desde su boca y pasa a la mía.
ESTÁS LEYENDO
Sueños teñidos de muerte
HorrorCada nuevo despertar de Samara a mitad de la madrugada trae consigo revelaciones perturbadoras que ella preferiría no conocer. La chica pretende ignorarlas catalogándolas como pesadillas, pero eso no es más que un engaño para sí misma. La noche en q...