1- Los anillos

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Volkov se despertó de golpe, desorientado y sudoroso. Intentó incorporarse, pero una punzada de dolor le obligó a tumbarse de nuevo en la cama con un gruñido. Desde recibió el alta del hospital, prácticamente cada noche había vuelto a tener pesadillas relacionadas con el accidente, con el de su hermana, o uno hipotético de Horacio, y todas las veces se despertaba sudando, angustiado. El dolor que todavía sentía en el torso tampoco ayudaba a poder dormir en condiciones, por lo que descansar se había convertido en un verdadero lujo. 

Con un esfuerzo, estiró el brazo para alcanzar el móvil de la mesita de noche y comprobar qué hora era. Las tres de la madrugada. Con un suspiro, Volkov dejó el móvil en la mesita y se tumbó boca arriba, cruzando las manos sobre el pecho. Horacio dormía profundamente a su lado, dándole la espalda.

Aunque al principio Volkov se negaba, Horacio consiguió convencerlo para que fuera a vivir con él a casa de Maia.

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-No te puedes quedar solo en el hotel, Uve -Horacio había ido a hacerle una visita para ayudarle con las curas-. El médico dijo que tenía que haber alguien contigo por si te mareabas, te diste una buena hostia.

-Pero qué dices hombre, si me puedo valer por mí solo -afirmó, mientras intentaba ponerse una camisa con una sola mano, sin ningún éxito. Aunque de milagro no se había roto ningún hueso, el dolor muscular y las heridas que tenía aún abiertas le limitaban bastante la movilidad. Horacio se acercó para ayudarle e hizo que pasara el brazo por la manga que le faltaba.

-Sí, ya veo… -se puso frente a él para abrocharle los botones-. Sé que Maia no te cae bien y que no te gusta depender de nadie, pero si quisieras ir a su casa unos días… De verdad que no se está tan mal, la casa es muy grande y podrías tener tu propia habitación. 

Volkov suspiró y se dejó caer en el borde de la cama.

-No sé Horacio, no quiero estorbar… Y no quiero que la loca de tu hermana esté siempre enmedio.

El moreno se sentó a su lado y le rodeó la cintura con un brazo mientras apoyaba la cabeza sobre su hombro. Volkov ladeó la suya.

-Podríamos volver a vivir juntos, como antes.

-Mmm… -Volkov cerró los ojos, pensativo. La idea de poder volver a compartir un hogar con Horacio, aunque fuera temporal y no fuera propio, era más que tentadora-. Como antes… 

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La habitación que Gaia había preparado para Volkov estaba en el último piso, para que así pudiera tener más intimidad. Era una estancia espaciosa, con una cama de matrimonio, un armario enorme que Volkov nunca iba a llenar, y una pequeña mesa de escritorio. Incluso, y Volkov agradecía enormemente a Gaia por esto, tenía un baño propio. La habitación daba a un balconcito con una mesita y dos sillas plegables de madera en las que Volkov pasaba horas sentado, leyendo o hablando por teléfono con Nikolai. Algunas tardes, cuando Charlotte volvía de sus sesiones de terapia, la invitaba a subir a la terraza, le preparaba una infusión y pasaban el rato conversando o jugando a juegos de mesa. Volkov apreciaba a Charlotte, y esta le había recibido en la familia con los brazos abiertos y su ternura característica, tanta que a veces el agente se sentía abrumado con tanto cariño.

Tumbado en la penumbra, Volkov contempló a Horacio iluminado solo por la luz que se colaba entre las cortinas del balcón. Había empezado a dormir con él con la excusa de que tal vez se despertaba dolorido en mitad de la noche y necesitaba ayuda, y Volkov no había protestado. Con el paso de los días, y aunque realmente no le necesitase para nada, se había vuelto incapaz de imaginar dormir sin Horacio a su lado. Esbozó una sonrisa al verle así, profundamente dormido, tan relajado, tan en paz por una vez. Aprovechando la intimidad de la noche, se incorporó sobre un codo y dejó un pequeño beso sobre el hombro desnudo de Horacio antes de levantarse de la cama. Ya que no podía dormir, al menos saldría al balcón a ver las estrellas.

Volkacio One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora