3- Primer beso

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-¡Me salió eso, me salió saltar! ¡No sé, me salió saltar!

Se notaba en la voz de Horacio que estaba nervioso. Sentado en el suelo, no paraba de rascarse la nuca como en una especie de tic nervioso. Casi no se atrevía a mirar a Volkov directamente, como un adolescente enamorado al que se le acaban de declarar por primera vez, y empezaba a pensar que tirarse al agua había sido un error, que tendría que haber reaccionado diferente, que igual eso echaba para atrás al otro. Le miró de reojo, con timidez, y habló con la voz temblorosa.

-Tal vez hubieras preferido otra cosa…

Volkov se giró de repente hacia él. El corazón le latía a mil por hora, no había copas de vino en el mundo capaces de calmarle, y la figura casi desnuda de Horacio a su lado tampoco ayudaba. La luz de la luna iluminaba la piel húmeda del moreno, y Volkov pensó que nunca había visto nada tan bello. Ni las estrellas, ni la luna, ni el mar que les acunaba podían ni siquiera llegarle a la suela de los zapatos de Horacio. Sentía la necesidad de acercarse y acariciar su piel, pero no era capaz de moverse.

-¿Cómo qué? -preguntó alterado.

-Algo… ¿como esto?

Horacio se acercó a él y llevó una mano a la mejilla del otro, acariciándola con cariño. Volkov sintió como un hormigueo le inundaba el rostro e inclinó un poco la cabeza contra la palma de Horacio, mirándole a los ojos. La oscuridad les envolvía, pero la mirada de Horacio centelleaba en la oscuridad mientras se inclinaba hacia el otro hombre, quedando tan cerca que sus respiraciones se entremezclaban. Volkov sintió que se le paraba el corazón. Sintió que se paraba el tiempo, que en ese momento solo existían ellos, que las estrellas y la luna creciente estaban a su disposición, que la marea sólo les llevaría a donde ellos pidieran. Sintió que todo lo que no era Horacio no era importante. Olvidó todo lo demás, como había hecho tantas otras veces cuando estaba con él.

Quería responder, pero se le había olvidado cómo hablar. Tragó saliva, asintiendo levemente con la cabeza. Algo como esto era precisamente lo que quería. Lo que llevaba queriendo desde hacía meses en secreto, su secreto mejor guardado y su fantasía más pura. Le ardían las mejillas, el tacto de la mano de Horacio le quemaba la piel, todo dentro de él se removía y sentía un nudo en la garganta que le iba a hacer explotar. Y cuando sintió los labios de Horacio contra los suyos dejó escapar un suspiro de sorpresa que se convirtió en uno de alivio en cuestión de un segundo: pensó que estaba en el cielo. Cerró los ojos y se relajó, dejándose llevar. No fue un beso ni apasionado ni de película, al contrario. Fue un beso torpe y casto, cargado de ternura, dulce y corto. Fue Horacio quien se separó, con una leve sonrisa en los labios, dejando a Volkov con los suyos entreabiertos y las mejillas rojas. 

El moreno suspiró y apoyó la frente contra la de Volkov, mientras gotitas de agua caían del pelo de ambos. Volkov, todavía sin abrir los ojos, sonrió y acarició el rostro de Horacio. Deseaba verle, pero le asustaba que si los abría todo fuera a desaparecer. En su lugar, se movió para abrazarle, rodeando los hombros del moreno con los brazos, el cuero empapado de la cazadora contra la piel desnuda de Horacio. Este correspondió el abrazo, envolviéndole la cintura y dejando un pequeño beso en su sien. 

Con el firmamento como único testigo, Volkov se sentía a salvo. 

-Deberíamos subir -susurró Horacio-, te vas a quedar helado con toda la ropa empapada. 

Volkov asintió y se separó con torpeza. Se quitó la cazadora y le ofreció una mano a Horacio para ayudarle a levantarse. Este aceptó, pero no le soltó la mano cuando comenzaron a caminar hacia el interior del yate. Horacio se mostraba seguro de sí mismo, pero a Volkov le temblaban las piernas en cada paso que daba. Al darse cuenta, Horacio le dejó ir cuando llegaron a la habitación. 

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⏰ Última actualización: Aug 01, 2022 ⏰

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