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Los carruajes y los cocheros estaban esperando felices de llevar a las jóvenes deseosas de bailar a cambio de unas monedas. La bruja fue muy amable al proporcionarme un conductor y poco tiempo después me encontré subiendo las escaleras del castillo.

Yo era un desastre de energía nerviosa. Mis manos estaban vergonzosamente sudorosas y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Qué le diría al verlo?

Mientras esperaba tuve un montón de tiempo para reflexionar sobre la cuestión. Me hicieron pasar a una sala de espera llena de otras jóvenes y me dieron un pedazo de madera con un número en él.

—Te llamaremos cuando sea su turno— dijo el encargado. —Después de su baile, se puede ir a casa o esperar en la sala con el resto.

Miré la habitación llena de mujeres, cada una sujetaba una pieza similar en sus manos. Era desconcertante como esperar mi turno para comprar el pan en la panadería a excepción que todo el mundo allí estaba decididamente demasiado abrigado. Encontré un asiento vacío y me dispuse a esperar mi turno.

Algunas mujeres caminaban otras se sentaron tranquilas y estoicas y algunas conversaban ociosamente con sus amigas. Otras observaban a su competencia. Vi a mis primas en el lado opuesto de la habitación. Lia estaba sentada nerviosa mordiéndose las cutículas y Yeji se miraba en un espejo, acomodándose el cabello. Ninguna de ellas se fijó en mí.

El número de Yeji era el siguiente, pero ella rápidamente tomó la tarjeta y empujó en la mano de su hermana. —Ve tú primero— Dijo ella. —De esa manera no tendrás que quedarte aquí por más tiempo y preocuparte.

Yo sabía que no era la verdadera razón por la que quería que Lia fuera la primera. Yeji quería eclipsar a su hermana pero Lia no discutió. Entró en la sala como si marchara para un proceso penal y unos minutos más tarde llamaron el número de Yeji. Me relajé luego que se fueron.

Más mujeres estaban antes de mí y la mayoría de ellas se habían ido después que llamaron sus números. Los segundos pasaron y empecé a preocuparme si tenía que irme antes de que llegara mi turno. Sin embargo, veinte minutos antes de que el reloj marque la medianoche, me encontré caminando hacia la puerta de la sala.

La habitación era grande y luminosa, con lo que debía haber cientos de velas. Al otro lado de la habitación había un grupo de músicos en silencio en ese momento y frente a mí había otra puerta.

Mi predecesora desapareció por ella, por lo que sería la sala de estar. El príncipe estaba cerca de una mesa de buffet en el extremo de la sala bebiendo una copa de champagne. Estaba de espaldas a mí.

—Ta...— Corté, dándome cuenta de que estuve a punto de decir su nombre. Me corregí rápidamente y dije en su lugar —¿Su Excelencia?

No se volvió hacia mí. —Estaré con usted en un momento.

Me acerqué lentamente, moviéndome tan silenciosamente como pude con mis zapatos ridículos. No quería molestarlo, pero tampoco quería estar del otro lado de la habitación.

Cuando me acerqué al buffet, vi que estaba dispuesto con comida y bebida que parecía no haber sido tocado.

—¿No tienes hambre esta noche? — Le pregunté.

Él suspiró y se volvió hacia mí. Tenía los ojos vigilantes y desconfiados. —Mi padre prometió a las damas un baile, no la cena.

Me hizo gracia que satisficiera las demandas de su padre, sin embargo dí un paso adelante. —Entiendo.

Señaló por encima del hombro hacia la puerta por dónde la última mujer había salido. —Hay una fiesta por allí, por lo que sé, para que las mujeres no mueran de hambre a la espera de una decisión.

aska pojkeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora