El descubrimiento (3)

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3: Ser libres

Las estudiantes de ciencias recogían sus cosas tras una exasperante clase de historia, aunque la de aquel día fue probablemente la clase favorita de Natalia porque les habían dado la nota del examen y estaba muy feliz con su resultado. No podía esperar más a ver a Alba para decírselo, seguro que se ponía súper contenta.

Con todo guardado, las amigas salían del aula celebrando que no tenían la última hora y les habían dado permiso para marcharse antes a casa, pero la morena no perdió la oportunidad de aprovechar el cambio de clase para bajar a ver a Alba y contarle la buena noticia. Encima podía picarla diciéndole que a ella aún le quedaba una hora, ya se estaba riendo de la carita de indignación que iba a poner.

– Chicas, id tirando que mi bus va a tardar y así aprovecho para ir a decirle una cosa a Alba – avisó a sus amigas mientras bajaban las escaleras.

Tras una breve despedida, Natalia se quedó en la puerta del pasillo de la segunda planta y las otras chicas continuaron bajando para marcharse. Lo hicieron en silencio, uno de esos densos de cuando hay algo en el ambiente de lo que no se está hablando pero todo el mundo sabe que está ahí. ¿El elefante en la habitación? A estas alturas era de tamaño estratosférico.

Julia fue la más valiente y decidió abrir el melón porque ya no podía más con la situación, así que empezó a tantear el terreno como quien no quiere la cosa.

– Mira que a mí Alba me cae bien, pero lo de Natalia es una cosa...

– Sí que le ha dado fuerte con ella, sí – respondió Marta con cuidado, pero habiendo notado el tono con el que su amiga había hablado.

– Me recuerda a cuando yo empecé con Gonzalo – soltó una risa falsa para esconder el mensaje subliminal.

– Es casi peor, si es que se ven más de lo que yo veo a mis padres. Se pasan todo el día juntitas y en su mundo.

– Sí eh, da que pensar.

– Sí, sí, mucho. Yo también pienso.

– ¿Y qué piensas?

– ¿Y qué piensas tú?

Las chicas se detuvieron y se miraron. Ninguna quería dar el paso de decirlo y tuvo que ser Marilia, que hasta ahora no había participado en la conversación, la que verbalizó lo que nadie se atrevía a verbalizar. Ella creía que sus amigas realmente no se estaban enterando, así que lo dijo con la tranquilidad de quien comenta el frío que hace.

– Chicas, a Natalia le gusta Alba, por eso está así con ella.

– ¡¿Tú lo sabías?!

– ¡Marilia!

Se asustó al recibir los gritos de sus amigas y las miró como si estuvieran locas.

– A ver, no es que ella me lo haya contado ni nada, pero es obvio. ¿No lo habíais pensado?

– Claro que lo he pensado, ¡llevo semanas siendo el niño de las venas!

– ¿Desde cuándo lo sabes tú? – preguntó Marta a la que parecía no tener ninguna duda y Marilia lo tuvo claro.

– Desde casi el principio de curso, si es que desde que se conocen están las dos en un plan... Pero vamos, que en la fiesta de Halloween lo confirmé por completo.

– Uff, sí – estuvo de acuerdo Marta. – Ahí fue cuando yo empecé a sospechar, es que vaya carita de boba cada vez que la miraba...

– Yo ahí también pensé cosas, pero es que no me imaginaba que pudiera ser eso – aportó Julia.

Cajón desastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora