Me gusta el silencio. No el silencio ominoso, ese que te golpea y no sabes como salir de él. Me gusta ese que es como una respiración queda, como los segundos posteriores al orgasmo, tan vacíos y tan llenos a la vez. Me gusta cuando en ese silencio se pueden escuchar los sonidos suaves de la naturaleza. He dicho sonidos, no ruidos.
Sobre Estambul cae una fina lluvia que hace relucir las fachadas de la catedral Santa Sofía haciendola aún más hermosa. Saco mi cámara y busco los mejores ángulos para fotografiarla. Estoy seguro de que mis fotografías van a entusiasmar a mi redactor. LLevo fotografiando hermosas ciudades europeas tres años ya.
Espero a que pasen los transeúntes que no llevan prisa y caminan felices bajo sus paraguas. Esta es otra de las cosas que distinguen a esta ciudad. Estambul no tiene prisa. Caminar por sus calles es ver gente tranquila sin cara de agobio por llegar a un trabajo, a unos estudios. Raro en mí, no me pone nervioso tener que esperar. Es como que la ciudad te contagia de su paz.
Presiono sobre el botón de mi cámara, acerco mi ojo sabio al objetivo y disparo con flash...
¡Oh, maldita sea, una cabeza rubia se ha colado entre la catedral de Sofía y mi objetivo!
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El sol de Turquía
RomanceDemet es una joven turca alejada de las tradicionales y estrictas normas religiosas y sociales de su país. El motivo por el que no siente demasiado respeto por esas normas es que es hija de padre turco y madre inglesa. Logan es un fotógrafo que ha i...