ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴄɪɴᴄᴏ

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𝙍𝙚𝙜𝙡𝙖 𝙣𝙪́𝙢𝙚𝙧𝙤 𝙘𝙪𝙖𝙩𝙧𝙤: 𝗣𝗶𝗲𝗿𝗱𝗲 𝗲𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗮𝗶𝗴𝗮 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗼.

Ir al cine con Timothée, antes de la competencia, era divertido. No reíamos de las parejas y les lanzábamos palomitas de maíz, incluso a veces, bebida o cualquier dulce que tuviéramos a mano.

Pero ahora era tan incómodo y tenso, que lo menos que disfrutaba eran justamente, las parejas a nuestro alrededor, ya que sabía que de un momento a otro podríamos terminar igual, acurrucados y abrazados mientras nos besábamos, y aunque esto último no sonaba tan mal, no era nuestro estilo.

Sin embargo, ya no sabía lo cuál era el de Timothée, ni en lo que pensaba. Antes estaba segura de que si veía un escote, iría tras la chica, o que si aparecía una rubia, enloquecería. Pero ya no, sólo tomaba mi mano, me guiaba por las calles de una tienda a otra y listo, no miraba a nadie y era atento conmigo. Y eso me estaba enloqueciendo.

No estaba acostumbrada a aquello a menos que fuera para coquetear, así que mucho menos con Timothée. No tenía nada que ver la competencia, mientras ésta duró como sólo eso, algo en el plano sexual, las cosas eran sencillas. Manos por aquí, toqueteo por allá, una noche a la semana y amigos al otro día.

Suspiré agobiada, rezando para mis adentros que a Timothée no se le ocurriera utilizar el truco de pasar el brazo sobre los hombros de la chica, era ridículo y no lo entendía.

Ni siquiera sabía que películas veíamos, sólo estábamos allí porque no me quería quedar a solas con Timothée en el departamento, me ponía los pelos de punta el saber que estaríamos cercas, él intentando enamorarme.

Era una idiota con I mayúscula, tenía bien claro en lo que me metía cuando le dije esas palabras a Timothéee y aun así no me detuve, ¿Por qué?, Claro, porque una parte de mí también lo quería, también quería estar con él.

Aunque lo que más me fastidiaba era el hecho de que recién me daba cuenta de que tal vez ese sentimiento siempre estuvo allí, enterrado bajo capas de bromas y una amistad sólida.

Hasta el día en que iniciamos esta locura.

Ahora, no podía concentrarme en la maldita película, hacia un calor de los mil demonios allí adentro y todos se besuqueaban como si no hubiera un mañana. Y Timothée tenía su hombro pegado al mío, con su mano demasiado cerca de la mía.

-¡Tengo que ir al baño! -grité de pronto, al borde del colapso. Me coloqué de pie y salí de la fila de butacas hasta el pasillo. Algunas personas comenzaron a gritarme para que me volviera a sentar, pero los ignoré y seguí mi camino.

Me lavé la cara y dejé que la sangre de mis mejillas descendiera. No podía, Timothée aún no hacía ninguna jugada y ya sentía su efecto en mí.

Eso era lo peor, me sugestionaba a un punto inexplicable, me diagnosticaba signos de amor ante cualquier cosa, cada detalle, cada gesto y reacción que tuviera Timothée, y con eso una persona comenzaba a enamorarse.

¿Quién lo diría? Timothée mujeriego y yo, la cualquiera, Una linda pareja si nos poníamos a pensarlo.

Me senté en el lavabo, mis pies colgaron y me mojé un poco un costado del pantalón con agua, pero no me importó, no iba a volver a esa sala con Timothée en la oscuridad, ni aunque me arrastraran.

Me puse a jugar con mi celular, pasaron alrededor de diez minutos y nadie entraba al baño, seguro todas las chicas estaban ocupadas viendo las películas o con sus novios. Sonreí un poco, casi con timidez al pensar en la palabra novio, y me pregunté como se ajustaría en Timothée, él no ha tenido novia desde hace años.

𝑺𝒆𝒙 𝑹𝒖𝒍𝒆𝒔- ᴛɪᴍᴏᴛʜᴇ̇ᴇ ᴄʜᴀʟᴀᴍᴇᴛDonde viven las historias. Descúbrelo ahora