Me encontraba parada mirando un árbol color verde esmeralda, alto, ancho, de aspecto viejo, como si hubiese estado miles de años ahí, tenía manchas rojas, como si la sangre que en él caía se hubiese pegado y ahora era parte de él, según las leyendas era raro de encontrar.
"Solo los verdaderos asesinos serán capaces de encontrar aquel árbol" -leía en cada libro que mis padres me entregaban.
Estaba entrenada a matar, a manipular, a no dejar rastros, a no tener apego emocional, a encontrar a aquél árbol. Sin embargo, nunca maté a nadie, nunca mire mal a nadie, me enamore, nunca seguí sus normas o lo que ellos me decían, eran asesinos seriales y yo no era parte de ellos.
Asesiné sus normas, sus principios, sus órdenes, quizás nunca habían encontrado ese árbol porque nunca habían asesinado algo que de verdad odiaban, nunca habían asesinado con amor y pasión, nunca sufrieron por ese árbol.
Con algo más que odio miraba cada rama de aquel, se burlaba de mí, sabía perfectamente que había matado a la persona que yo más amaba, de pronto ví como una de esas ramas se clavaba en mi corazón, sentí como se movía dentro, como se retorcía feliz de tener lo que quería.
Sangre, ese árbol vivía de la sangre, el odio y la tristeza.
No del amor, y cuando alguien ya no le dió lo que quería, se hizo ver, se presentó y se llevó todo de él.
Quizás mis padres tenían razón y solo debía matar.
-ᴄᴀ.
