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Los dorados, los cinco de bronce, Atenea y Shion, ahora se encontraban reunidos en el salón principal. La tensión, era palpable. Muchos trataban de comprender la razón o motivo por el cual se les había convocado a ese lugar. Más de uno tenía un mal presentimiento con eso y es que, el que se haya convocado a los guerreros de elite y también a los cinco de bronce que actualmente eran los guerreros más fuertes, era porque algo pasaba y algo no agradable.

Miradas eran intercambiadas, sonrisas nerviosas eran cubiertas por un silencio de entierro, así era el escenario que se presentaba frente a Saori y Shion.

Nos podría decir el motivo de la reunión? — Se atrevió a cuestionar el caballero de Sagitario cansado de tanto silencio y sobre todo de ver a los menores tan tensos ante el desconcierto e incertidumbre —

Bueno, lo que les voy a comunicar... — Saori respiro profundo para luego posar su mirada, que se tornó nerviosa, en el patriarca — Shion, tiene algo importante que comunicarles — atino a decir con tristeza que trato de cubrir con seguridad y determinación —

Y eso es...? — Milo, curioso por naturaleza, insistió en que se les dijera de una vez por todas del asunto, lo que muchos quisieron hacer, pero al saber lo impertinente que eso sería callaron —

La orden dorada, considerada por generaciones la fracción más fuerte de la orden Atenea y la más temida por los demás ejércitos — Shion miro de uno en uno, y vio a sus compañeros, amigos e hijos, todos allí en esos jóvenes que ahora lo miraban con curiosidad, ansiedad, frialdad, seriedad e indiferencia. Tan iguales y a la vez tan distintos. Su corazón dolió una vez más por lo que diría y su mirada comenzó a reflejar lo que todos los dorados notaron — ha llegado el tiempo de dejarlos ir... — con un nudo en la garganta anuncio el fin al grupo de caballeros — que se marchen y hagan una vida — esas palabras resonaron por todo el lugar haciendo que más de uno se perdiera en sus pensamientos. Atenea los alejaba de su lado, les deba su libertad? Libertad para decidir por sí mismo, vivir para sí —

Que...?! — Seiya, como siempre el más impulsivo y expresivo, fue el primero en romper el silencio que había inundado la estancia luego de las últimas palabras de Shion — no puede! — negó rápidamente y busco apelar a la orden que Saori les daba a los dorados — no puede, Atenea... — Seiya miro directamente a la diosa que le esquivo la mirada no pudiendo resistir el juzgamiento — porque...? — articulo mientras sentía su cuerpo temblar. No podía creer la crueldad de ese pedido, y es que para él era como exprimir lo mejor de una persona y cuando ya no había nada más que exprimir la tirabas como basura —

Muchos años han servido a esta orden, arriesgando sus vidas, muriendo y viviendo por Atenea — Shion sintió que en cualquier momento rompería a llorar pues le dolía, le dolía hacerle eso a su amigo e hijos — por eso, ella ha decidido... —

Dejarlos a su suerte — corto Seiya que al igual que los dorados, recién se enteraba de lo que Atenea y Shion tenían para decir, no pudiendo evitar que la indignación y enfado saliera en palabras —

No es como lo dices — Shion arrugo el ceño miro con dolor al caballero de Pegaso, entendiendo su molestia, peor eran circunstancias que salían de sus manos — Atenea, se encargara de... —

De qué? — fue el turno de Hyoga de interrumpir al mayor, cansado de solo ser un expectante. Tal vez no les afectaba a ellos, directamente, pero ver que hombres que toda su vida se dedicaron a pelear por vidas ajenas, ahora eran echados como cualquier cosa. Le molestaba y más al saber que su maestro era uno de ellos — De enviarlos a un mundo que jamás conocieron y no pudieron experimentar, de votarlos como si de cualquier desperdicio se tratara?. Usar y votar, así de simple. Por favor ellos han vivido toda su vida para ti — Hyoga apretó sus puños ante la impotencia que sentía, mientras sus ojos dejaban ver lo mucho que le dolía. Se sentía traicionado por la persona en la más confió —

Es suficiente Hyoga. No se debe cuestionar las decisiones de Atenea — Camus a pesar de todo mantuvo su mirada gélida — jamás cuestionamos algo y jamás lo haremos, Atenea — tras las palabras de Camus, los restantes dorados y él mismo, pusieron una rodilla en el suelo, en pose de sumisión —

Que se haga, lo que desees Atenea — dijeron a coro, los doce dorados — por Atenea! — dijeron en una sola voz, en muestra de que una vez darían su vida por ella y por un bien mayor, porque ellos entendían que debía haber una buena razón para la decisión de Saori —

... — y no pudo más, ella que trato de mostrarse fuerte y no preocupar a sus dorados porque sabía de su buen corazón y que buscarían su bienestar mucho antes que suyo, dejo las lágrimas correr por sus mejillas — estaré siempre agradecida, mis amigos, mis compañeros y sobre todo mi familia — susurro mientras levantaba a Niké y una luz cubría a todos los dorados y a Shion que se había arrodillado junto a ellos — he cumplido — expreso mirando a lo lejos. Trece luces doradas, un adiós, memorias pérdidas, lágrimas. Los caballeros dorados se habían ido para siempre — espero algún día me perdonen y podamos volvernos a ver — sin más Saori, se dejó vencer por el dolor que acunaba en su pecho y los de bronce la acompañaron —

Al mismo tiempo en tres lugares distintos...

Hemos cumplido — tres voces más de tres deidades que hacían lo mismo que Atenea dejaban a sus guerreros guardianes partir —

Porque? — cuestiono en un sollozo Seiya después de un prolongado tiempo de llorar la pérdida de los dorados —

Para mantener la paz y no volver a arriesgar sus vidas ni de la de nadie más, Zeus, mi padre — Saori comenzó a explicar la razones de su actos, buscando que sus amigos no la odiaran por estos — ordeno que todos los dioses que habitamos en la tierra, nos desprendiéramos de nuestros guerreros — más lagrimas abandonaron sus ojos —

Y qué hay de nosotros? — pregunto Pegaso —

Me ayudaran a vigilar la tierra y a cuidar de los demás — respondió con calma —

Donde están ellos? — se atrevió a preguntar Shun —

Los dioses gemelos, Apolo y Artemisa, fueron los encargados de darles nuevas vidas. Vidas que tuvieron en alguna línea paralela en la que no nacieron elegidos como caballeros, que será desde ahora su realidad —

Jamás nos recordaran, jamás se recordaran o reencontraran? — pregunto Shiryu con un leve temor de jamás volver a ver a su maestro —

No lo sé. Solo sé que el destino es impredecible. Ellos regresaron a donde nacieron, si se volverán a reencontrar no lo sé, pero la vida es incierta y muchas veces caprichosa — Saori, levanto su mirada como si elevara una plegaria — solo deseo que sea donde sea ellos al fin puedan ser felices — pensó — ahora, regresemos a Japón. Iniciemos también una nueva vida — trato de animarlos la diosa dejando atrás sus lágrimas y alentó a que sus caballeros hicieran lo mismos — cuidemos bien por lo que muchos dieron su vida — concluyo con una sonrisa —

Un año des pues...

Date prisa Seiya! — Gritaba un joven de cabellos verdes — se nos hará tarde, otra vez! — volvió a insistir al ver que el otro joven no hacia el mínimo intento de correr —

Ya voy Shun — contesto con cansancio — ahhh! — Bostezo— que sueño... — se refregó, los ojos y cuando enfoco su mirada se topó con algo o mejor dicho con alguien que jamás creyó volver a ver —...Aioria...? — se preguntó al ver al castaño caminar con despreocupación por la acera de enfrente — Aioria! — sonrió ampliamente a comprobar la identidad de la persona y sonrió al notar cómo iba vestido — eres un estudiante... — susurro al ver a donde ingresaba el ex león dorado — UPES — leyó en lo alto del portón — que vida llevaran ahora...? — Se preguntó antes de correr directo al colegio al que debía asistir— Apolo y Artemisa, se nota que hicieron diferente su vida... — agradeció a los dioses gemelos no haber alejado tanto a los dorados — 

Un cuaderno de dibujo (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora