Mi vida terminó cuando intenté salvar a un gatito en la calle....
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O eso fue lo que creí, hasta que abrí los ojos nuevamente y....
" ¡ME HABÍA CONVERTIDO EN EL GATITO QUE SALVÉ! "
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Si hubiera sabido que mi vida terminaría de esta forma, me hubiera gustado poder haber hecho todo lo que quisiera, libre de preocupaciones y deudas. . . . . . . . . . . . . . .
Mi nombre es Amaya Suzuki, o ese fue el nombre que me dió la directora del orfanato en el momento que me encontró una noche lluviosa.
Soy huérfana; sin un padre, ni una madre que se preocupara por mí.
Aunque eso dejó de tener importancia en mi vida desde el momento en que entendí que nunca vendrían a buscarme, después de haberme dejado aquí.
Aquellos seres que me engendraron y dieron la vida, a los cuales nunca conocí...me importaban lo más mínimo. Para mí, lo único valioso en mi vida, era mi familia; los niños del orfanato. Cada uno de ellos era como un pequeño hermano, y la directora como mi madre.
Los momentos que tuve en ese lugar al que consideré mi hogar por muchos años, terminó cuando cumplí la mayoría de edad y me ví obligada a independizarme.
Con la ayuda de la directora Kaori, pude terminar mis estudios en el instituto y aunque me esforcé mucho por conseguir la beca para la universidad en Tokyo, al final, no pude lograrlo.
Solo pude conseguir un trabajo como mesera, con el sueldo mínimo que tenía que repartir entre los ahorros para mis estudios y la renta de la pequeña habitación donde vivía. Sumado a ello, una pequeña deuda que tenía al pedir dinero prestado a los prestamistas cuando uno de los niños del orfanato enfermó.
Maldecia mi suerte, y de no poder ganar lo necesario para ayudarlos.
Tenía mucha presión por el trabajo y los estudios, y aunque así fuera, tenía que seguir esforzándome si quería ver resultados.
Al final, me descuidé en mi salud al no comer a las horas exactas y la gastritis me las estaba cobrando caro.
...Otro gasto más en las medicinas.
Y todo por mi estúpida culpa.
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Cierta mañana, como todos los días que debía ir a trabajar a las 7:00am. Tomé la misma ruta de siempre y saludé a las únicas personas que conocía en el vecindario. Ya era algo de rutina.
Incluso hoy me había olvidado peinarme el cabello.
Y mientras lo desenredaba con ayuda de mis manos, veía como un pequeño gatito caminaba buscando la forma de cruzar la calle.
El semáforo ya iba a cambiar a rojo, faltaban unos pocos segundos.
" Oh, dios mío ¡Van a atropellarlo!"
El impulso de poder salvar al pobre felino fueron más rápidos y cuando pensé que lo había hecho, no me percaté en el enorme camión que venía...y fue allí cuando perdí la vida.
Ante los gritos, las sirenas de la ambulancia y al no poder sentir mi cuerpo...lo último que enfocaron mis ojos fue al pequeño gatito blanco a mi delante tirado al igual que yo, con el cuerpo ensangrentado, mi visión estaba nublada por las lágrimas y ya no tenía mucha fuerza para mantenerme despierta, el único contacto que pude tener antes de morir...fue el de ese pequeño animalito apoyando su patita en mi mano.
Y así, fue como morí a los 23 años de edad.
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O eso había creído... . . . . . . . . . . .
Cuando abrí los ojos....
"¡ME HABÍA CONVERTIDO EN EL MISMO GATITO QUE SALVÉ!"
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