En el pueblo de la Aurora todos nos levantábamos muy temprano para laborar. Cada quien tenía sus necesidades y exigencias que cumplía a su manera, pero sin egoísmo o envidia que entorpeciera su andar. El señor Carlos apilaba sus ovejas mientras la Señora María molía el café. La Señora Verónica cocía vestidos de novia con sueños de presentarlos en la capital, al mismo tiempo que su hijo Marcos aprendía a sumar, restar y las tablas de multiplicar. El señor José comenzaba a tocar las puertas de los vecinos para ofrecer sus servicios en cualquier tarea que el ser humano imaginara, al igual que la joven Janet limpiaba jardines para ahorrar sus futuros estudios de botánica. El joven Pedro corría por las veredas para romper un récord, y la niña Sara coleccionaba ramas y tallos marchitos para un día presentarlos en un museo de arte. De esa forma, se iba estructurando nuestra comunidad; con valores y moral que aprovechábamos del pueblo.
Nosotras, mi madre y yo, teníamos un jardín de mariposas. Y aunque nos rompíamos la cabeza para pensar en un bonito nombre para el jardín, los vecinos se les hacía más fácil llamarlo "el criadero de mariposas", y así, se autobautizo el lugar con los años. Todos los días nos encargábamos de arreglar el jardín en actividades que nos designamos por gusto: ella barría las hojas secas y nutria la tierra, y yo contaba las flores y reproducía su tallo. Al terminar, dábamos la bienvenida a cada una de las mariposas que venían a descansar de los viajes largos, los vientos fuertes, los helados suelos y los calurosos bosques. Se posaban en flores del mismo color de sus alas y dormían hasta la aparición de los primeros colores anaranjados y amarillos en el cielo. Las mariposas como agradecimiento por el alojamiento, nos dejaban en las flores pequeñas orugas, que utilizábamos para intercambios de comida, ropa y más herramientas para el cuidado del criadero.
La gente del pueblo de la Aurora estimaba con gran devoción a las mariposas. Cada habitante reconocía el poder de adaptación que poseían estos insectos, siendo una gran enseñanza para el vivir. Para nosotros, eran maestros de la naturaleza que debíamos seguir sin dudar.
Ellas eran plenas y llenas de vida que te colmaban de abundancia. El color de sus alas te sanaba el alma y prolongaba tus días con los seres amados. Su revoloteo te sacaba carcajadas y te encontraba al compañero predestinado.
Ellas enfrentaban el dolor del cambio sin quejarse, y como recompensa, eran restauradas con una oportunidad de vivir al máximo.
Ellas nacían y eran criadas desde la humildad para que no se dejaran contaminar con la gloria del éxito.
Y por último, ellas eran parte de lo que significaba ser, un ser humano.
Pero, la cotización de una mariposa no sobrepasaba los horizontes de nuestro pequeño pueblo. En la capital no tenía precio, y se sentían asqueados de enterarse que antes de su maravillosa apariencia, se arrastraba en la tierra. Muchas veces, mi madre y yo intentamos intercambiar mariposas para obtener mejores herramientas, pero fue imposible, solo los habitantes del pueblo de la Aurora habíamos tenido el honor de recibir la sabiduría para entender lo que representaba tener una mariposa. Así que todos preferimos callar y guardar su verdadero valor.
Desde hace 10 años, mi madre y yo fuimos beneficiadas con ser acompañadas por la bondad de las mariposas. Luego de la separación oficial con mi padre, ella había tomado una actitud más independiente y fuerte. Mi padre, un hombre con un carácter moldeable, venía de visita cada vez que encontraba una mariposa perdida; eso ocurría con mucha frecuencia. El se mudó y hace apenas 3 años había empezado una nueva vida al lado de una mujer de zonas frías. A pesar de la falta de entendimiento de mis padres, ambos llevaban una relación amistosa por el vínculo de una hija.
Del resto, no me queda nada mas que acotar que, simplemente, narrar los sucesos.
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Notas Informales
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*Me gustaría avisar que El juicio del Sr. Sarco será una historia con capítulos cortos.*
Sin más nada para decir, solo deseo que puedas encontrar tu mariposa de colores.
¡Muchas gracias!
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El Juicio del Sr. Sarco
Short StoryEl juicio del Sr. Fil Sarco es mi último recurso para que una persona en el público del tribunal, me obsequie una mariposa que le sobre. Mi madre y yo éramos las criadoras de mariposas del pueblo, pero desde que él llegó a su vida cada una se ha tor...