-¿Estás pensando en tu próxima jugada? -le preguntó con una sonrisa ufana.
Ella lo miró con confusión.
-¿Qué?... No te entiendo -le respondió.
El delgado se sentó en el sofá y empujó la fotografía que yacía en medio de los dos para tener más cercanía con ella.
-¿Te acuerdas... cómo nos gustaba retarnos al ajedrez? -le recordó mientras sonreía.
La castaña sonrió de igual manera.
-Si me acuerdo -contestó.
Él agachó la cabeza por unos segundos.
-Yo siento que ahora es lo mismo -le confesó.
Ella negó con una pequeña sonrisa.
-Estamos como esperando a ver quién hace el próximo movimiento -dijo él con su imborrable sonrisa de oreja a oreja.
-No, yo ahora conozco tu juego... todos tus trucos, seria muy fácil ganarte -dijo, ciertamente pretenciosa.
-¿Estás segura? -le preguntó. -Ha pasado mucho tiempo y... yo puedo tener trucos nuevos. -¿No tienes curiosidad por conocerlos? -le cuestionó.
-Si, puede ser -respondió. -Pero tendríamos que apostar algo muy importante -espetó sonriente.
-Bien -aceptó, asintiendo repetidas veces con la cabeza. -Pues vamos a decidirlo de una vez -se levantó del sofá.
-¿Qué? -preguntó ella nuevamente confundida.
-Ven -dijo tirando de su mano.
-¿A donde? -se levantó.
-Ven -volvió a repetir.
Ella se dejó llevar sin hacer más preguntas.
La antesala se encontraba a oscuras; en mortandades. Ella así la prefería cuándo se sentía triste, la ayudaba a pensar mejor.
Con su fuego ferviente la chimenea alumbraba la habitación, sin dejarla totalmente lóbrega.
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-Ay no, si nos hubieran escuchado pensarían que estamos hablando de cualquier cosa, menos de ajedrez -comentó ella mientras se adentraba al estudio seguida por él.
La castaña se giró y lo vió sonreír.
-¿Y tú cómo estás tan segura que yo me refería a otra cosa? -le preguntó él, con sus dos manos metidas en los bolsillos delanteros de su pantalón.
-¿No? -dijo dubitativa.
-Yo acepte tu reto, así que acepta tú el mío -espetó. -Juguemos una partida y apostemos algo importante, como tú dijiste -le propuso con seguridad.
Ella rehuyó la mirada de él por un momento y volvió a observarlo.
-¿Y tú qué vas apostar... qué quieres? -preguntó curiosa.
-Si ganó -se quedó pensando por un momento. -Tendrás que pasar una noche conmigo. -concluyó con una sonrisa firme.
Ella lo miró expectante.
-De acuerdo -asintió. —Veremos que nuevos trucos traes bajo las mangas -dijo enarcando una ceja.
-Ya los verás -respondió con suspicacia.