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Mientras una de las hermanas Shirley miraba por la ventana del tren, viendo los grandes y notorios árboles a su alrededor, su hermana dormía. Hasta que oyeron un llanto que hizo que la mayor de las Shirley despertara.
Lizzy decidió acercarse y ofrecer su ayuda. Cuidadosamente se acercó al asiento donde estaba sentada la madre del bebé, una mujer de aspecto cansado pero preocupado.
― Disculpe ― dijo Lizzy amablemente ― ¿Necesita ayuda con su bebé? Parece inquieto.
La mujer, agradecida por la oferta de ayuda, asintió con la cabeza y le pasó al bebé. Lizzy tomó al pequeño con delicadeza, notando su llanto desconsolado. Después de unos instantes, comenzó a mecerlo suavemente y a cantarle una canción suave. Poco a poco, el bebé se calmó y sus llantos se convirtieron en suspiros tranquilos.
― Gracias ― susurró la madre con una sonrisa de alivio ― Se nota que tienes un don especial con los niños.
Mientras sostenía al bebé en brazos, Lizzy pensó en lo mucho que le gustaría tener una familia propia algún día. Su amor por los niños era evidente, sin embargo, por ahora se conformaba con aprovechar cada oportunidad para ayudar a quienes lo necesitaran.
El tren continuó su trayecto a través de los hermosos paisajes de la isla, y Lizzy regresó a su asiento junto a su hermana. Observaron juntas cómo los campos infinitos se desvanecían en la distancia, reemplazados por pequeños pueblos pintorescos y granjas.
―¿Qué te pareció el bebé? ― preguntó su hermana con curiosidad.
― Es un bebé increíblemente lindo ― respondió Lizzy con una sonrisa ― Y me alegro de haber podido ayudar. Me hace sentir bien cuando puedo brindar ayuda a los demás.
A medida que el tren se acercaba a Avonlea, el corazón de Lizzy se llenaba de emoción. Estaban a punto de comenzar una nueva aventura en esta isla encantadora, llena de personas amables y paisajes impresionantes. No sabía qué les deparaba el futuro, pero estaba segura de que sería una experiencia inolvidable. Ambas estaban ansiosas por descubrir todas las maravillas que la Isla Príncipe Edward tenía reservada para ellas.
― Anne, no tienes que preocuparte. No volveremos allí. ― habló sacando a la otra chica del trance en el que estaba
― Me gusta más imaginar que acordarme. ― le respondió Anne con cierto deje en su tono de voz
― Lo sé ― dijo la niña mientras golpeaba suavemente el hombro de su hermana ― Sonríe, debemos causar una buena impresión cuando lleguemos
― Niñas, pronto llegaremos a nuestro destino. ― anunció la señorita Spencer desde un asiento cercano
―¡Qué bueno que despertó!. ― exclamó la más ocurrente de las Shirley ― Tengo muchas preguntas acerca de Green Gables, ¿por qué piensa que ninguno de los Cuthberts jamás se casaron?¿alguno habrá tenido un romance trágico?
― Eso no nos incumbe. ― la regañó la mujer apenas la pelirroja paró para respirar
― Pero me estoy muriendo de curiosidad. ― la voz de ambas hermanas se escuchó al unísono; Anne le suplicó, mientras que su hermana la imitaba. La conocía tan bien que sabía lo que podría salir de su boca.
Ambas niñas rieron por lo ocurrido.
Finalmente, el viaje llegó a su fin. Bajaron del tren y se encontraron en una nueva ciudad, lista para comenzar una nueva etapa en sus vidas. Lizzy sujetó con firmeza la mano de Anne, transmitiendo una sensación de seguridad y protección. Sabían que no sería fácil, pero estaban dispuestas a enfrentar cualquier adversidad juntas.
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Las Hermanas Shirley
FantasySi Anne Shirley tuviera una hermana, la historia de Anne tomaría un giro interesante y enriquecedor. Elizabeth Shirley sería una chica recatada y reservada, pero con una mente igualmente creativa y apasionada por la literatura. Con su pasión compa...