En un bosque de árboles de hoja caduca y perenne, se hallaba un joven pelirrojo con el cabello corto de ojos color avellana huyendo de algo. Miraba hacia atrás, pero debido a que el sol se estaba marchando ya a su plácido sueño, el joven no podía vislumbrar bien qué era aquello qué le perseguía; lo único que sabía con seguridad es que no era un ser amistoso.
Cada vez que el joven andaba, se notaba que sufría algún tipo de dolor en las piernas. Este dolor persistente poco a poco iba ganando la carrera al joven, puesto que, debido al dolor, empezaba a ir cada vez más lento.
Era tal el dolor que empezaba a costarle levantar los pies para dar simples pasos. En un momento, no pudo controlarlos bien y se tropezó con sus propios pies. Fue rápido en poner las manos para que la caída no fuera muy dolorosa, pero eso no evitó que diera un pequeño grito de sorpresa.
—¡Skit *! Malditas piernas— maldijo por lo bajo mientras intentaba levantarse.
Cuando se dio cuenta, era demasiado tarde. Estaba rodeado por quince perros enormes peludos y cojos de una pata de color negro que no paraban de mirarlo como si fuera una presa fácil de matar. Él sabía pelear, pero sabía que no podría con ellos. Sacó la cuchilla que guardaba en las botas.
—Hijos de puta, si me muero me llevaré a alguno de vosotros conmigo.
Dos de ellos se abalanzaron sobre él, uno mordiéndole la pierna y otro el brazo, por lo que el joven aprovechó para clavarle el cuchillo en el cuello al que iba a por su brazo, matándolo al instante y evitando que le hiriese, pero no tuvo la misma suerte con el de la pierna.
Antes de que los demás perros pudieran atacarlo, aparecieron de repente flechas del cielo que hirieron al perro que le mordía la pierna y asustando a los demás perros, huyendo del lugar todos.
—¿¡Qué cojones!?... ¿Artemisa?
—Pffft... —de repente escuchó una leve risa a sus espaldas.
Se dio la vuelta y vio a un hombre encapuchado de tonos oscuros con una cinta en la cintura y una bufanda de color rojo que le tapaba la boca. Desde la oscuridad no se podía percibir el color de sus ojos. El hombre se arrodilló a su lado, le miró unos segundos la herida, le dio la espalda de cuclillas y le indicó con las manos que se subiese a su espalda, cosa que el joven herido hizo. Después, el joven enmascarado cogió al perro que mató el otro.
Estuvieron caminando por el bosque en silencio por un largo tiempo. Tanto silencio adormeció al herido, que se durmió en la espalda del joven.
Después de unos veinticinco minutos llegaron a una cabaña de madera. El encapuchado abrió la puerta y dejó con cuidado al joven herido en la cama, procurando no hacerle daño ni rozarle la herida y dejó el perro muerto en el suelo, al lado de la chimenea que se encontraba apagada.
En silencio, para no despertar al joven, se acercó a la chimenea y encendió el fuego poniendo más leña para que la casa fuera cálida.
Después de eso, se quitó la capa y la bufanda, dejando ver un pelo rubio largo hasta los hombros y una cicatriz horizontal en la garganta. Sus ojos eran verdes mar con tres cicatrices de alguna bestia o animal que iban desde la frente de manera diagonal hasta la parte inferior de su ceja izquierda.
Se acercó al joven herido y con cuidado le quitó los pantalones negros y los zapatos que llevaba, cogió alcohol y algodón para empezar a curarle la herida. Cuando se la desinfectó, le cosió la herida y se la cubrió, pasando una venda alrededor de su pierna.
Después de curarle, le quitó la camisa verde que llevaba toda mojada de sudor, le puso una camisa blanca y unos pantalones azules y le tapó con las sábanas. Nada más taparlo, cogió una cesta que tenía allí junto con la ropa sucia del joven herido y se fue al río a lavarla. Posteriormente, volvió a la casa y puso la ropa cerca del fuego para que se secara.
Suspiró algo cansado, cogió al perro grande y lo llevó a fuera para preparar su carne para cocinarla y guardarla en sal. Cuando terminó, se acercó a la cascada del río a bañarse y volvió a la casa para poner su ropa sucia, ya limpia, a secar.
Después de tender la ropa, se puso a limpiar la casa hasta que oyó como el herido estaba haciendo quejidos y empezaba a moverse, como si estuviera teniendo pesadillas. Al notar eso, se sentó en el suelo al lado de la cama y le acarició la cabeza un poco para calmarlo. Cuando vio que consiguió el efecto deseado, se quedó vigilándolo para que no moviera mucho la pierna y se la hiriera más, quedándose al final dormido.
A la mañana siguiente, el joven cazador se despertó, y al fijarse en que, sin querer, en sueños, había cogido la mano del malherido, se sonrojó, soltó su mano con suavidad y salió de la casa reprochándose. ¿¡Cómo podía haberle cogido de la mano sin conocerle ni nada!? Además, puede que no le gustase que le tocasen. Había sido muy insensible.
Después de estar desaprobándose unos segundos, sacó su libreta y se puso a escribir en varias hojas de papel para prepararse por las preguntas que le haría el pelirrojo.
Tras unos minutos, volvió dentro de la casa y se puso a cocinar los huevos que le había dejado Argiñe el día anterior y un poco de la carne del perro. Mientras se hacía todo, aprovechó también para hacer puré de patata.
Cuando colocó más o menos todo en la mesa, escuchó cómo el herido se despertaba de su profundo sueño. El pobre se levantó algo atontado, puesto que había dormido como nunca, pero pronto se espabiló al mover las piernas, haciéndose daño en la herida.
— Tsk, ¿qué? —Nada más decir eso, el otro joven se acercó a él y le ayudó a sentarse bien en la cama. Cuando lo soltó, se sentó frente a él en una de las sillas de madera del comedor , sacó rápidamente su libreta y le enseñó una de las hojas.
¿Tienes hambre? Se podía leer en una letra algo tosca, pero fácil de leer.
—Sí, la verdad — El joven rubio le ayudó a levantarse , sorprendiéndolo bastante por su fuerza, pues no daba la impresión de ser tan fuerte, y le ayudó a sentarse en la silla.
Rebuscó entre las hojas y le enseñó de nuevo el cuaderno, donde pudo leer:
—No sabía si eras vegano o vegetariano, así que aparte de huevos y carne, he hecho puré de patata por si acaso.
—Gracias —dijo algo tímido, agradeciendo mucho el gesto —No soy ni vegano ni vegetariano, pero me alegro de que preguntes— ¿Te importa si solo como carne y puré de patata? —El joven negó con la cabeza y procedió a llenarle el plato— Gracias. ¿Cuál es tu nombre? —preguntó mientras empezaba a comer.
El joven rubio se metió un trozo de huevo y de carne y le enseñó una hoja de su cuaderno . Mi nombre es Ekiñe ¿y el tuyo?
—Mi nombre es... Balder. ¿Dónde estoy?
—Estás en el País Vasco, en la Península Ibérica.
—Ah, entiendo. —no pensaba que hubiera llegado tan lejos —Por curiosidad, ¿de qué es la carne que estoy comiendo?
—De un Dip**, es del perro que mataste ayer. Es el que te atacó.
—Bien merecido lo tiene. ¿Por cierto, porqué me salvaste?
Ekiñe se sorprendió ante la pregunta y se puso a revolver las páginas. Después de un rato, levantó la mirada hacia Balder y se puso a escribir con la pluma que llevaba en la mano :
—¿Por qué no? Si yo estuviera en tu lugar, me gustaría que alguien me salvara.
Balder se sorprendió ante la respuesta tan sincera.
—Gracias, de verdad. No todo el mundo me habría ayudado —dijo mirándole agradecido.
Ekiñe cogió su libreta y se dispuso a escribir, después le miró algo preocupado y le enseñó lo que había escrito:
—Deberías quedarte un tiempo aquí, tienes la pierna herida y sería mejor que descansases. No te preocupes, estaré aquí para ayudarte. Así que por favor, quédate.
Balder se sorprendió al leer la nota.
—¿Estás seguro? Ni siquiera me conoces. —dijo algo preocupado.
Ekiñe asintió.
—Está bien, me quedaré un tiempo . No es como si tuviera otro lugar al que ir ahora mismo y aparte no conozco los alrededores y prefiero evitar perderme. — dijo esto último en bajito.
Ekiñe empezó a sonreír.
—¡Pero! No me quedaré mirando al techo, te ayudaré en lo que pueda, ¿está bien?
Ekiñe asintió.
De repente, se escucharon unos toques en la puerta y Ekiñe se levantó a ver. Mientras, Balder se veía algo preocupado por saber quién estaría tras la puerta.***************
*Mierda en sueco
**Perro peludo y cojo de una pata que se alimenta de sangre humana de color negro. Procedente de la mitología de Tarragona.
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Este es el primer capítulo, espero que os guste y que me deis vuestra opinión. ^-^
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La historia del Sol y la Soledad
RomanceSus vidas nunca han sido fáciles, pero el destino o tal vez la suerte hará que su futuro cambie. Todavía no lo saben, pero su encuentro no ha sido al azar, se necesitan, se complementan y, sin saberlo, se entenderán de una manera en la que nunca han...